𝑪𝑨𝑷𝑰𝑻𝑼𝑳𝑶 𝑽𝑬𝑰𝑵𝑻𝑰𝑵𝑼𝑬𝑽𝑬

Depuis le début
                                    

Su inquieta curiosidad lo había hecho llegar hasta allí, la cabeza del muchacho era un lío. Un enjambre de recuerdos distorsionados que poco a poco comenzaban a tener sentido y esa obsesión inmadura que había tenido por Sara Miller ahora comenzaba a pasársela a él; sin embargo, era diferente, distinguía los motivos y los sentimientos que llevaron al verdadero Steve Pine a volverse un cretino egocéntrico niño obsesivo; el capricho que aquel ser se estaba dando al seguirla era mucho más macabro. Había algo en la muchacha que no lograba distinguir, no todos los recuerdos estaban a su merced debido a que se estaba resistiendo. Veía a Pine como un bicho molesto, una mosca zumbante en su cabeza que no lograba espantar. Aún acaparaba la mayoría de las imágenes, las retenía con tanta fuerza que lo importante se le resbalaba de los dedos. Por eso había decidido seguirla, vigilarla y, finalmente, obtener respuestas.

Además, lo más importante de todo, algo le decía que con ella conseguiría llegar mucho más allá, al mismísimo círculo. A quienes le dejaron la puerta abierta.

Irónicamente, el grupo y Steve no eran los únicos tratando de encontrarla. Y, claramente, tampoco los únicos en sentir una mínima obsesión hacia ella por más que la raíz de aquellos sentimientos se originen de forma muy distintas.

Como por ejemplo Aran, tan fina era esa línea entre amor y desesperación que lo veía todo nublado. Lo único que podía hacer es seguir avanzando con el corazón en la mano.

La niña devuelta estaba allí, ni bien la pregunta de Carver retumbó el pasillo, Hada volvió a aparecer. Aran Kang la observó, su silueta vestía tal como la última vez que la había visto. Tiene que ser producto de mi imaginación, deben de estar jugando con mi mente. Pero aun así volvió a correr, arrastrando a Carver con él. Ambos detectives la persiguieron —o más bien Carver siguió como pudo a un alocado Aran— hasta llegar a la abertura del suelo.

Carver, entre asombrado y asustado, se agachó para sostener el plástico cortado del piso. Apreció con el tacto el precinto, miró hacia el desagüe y luego hacia Aran Kang.

—Hay que bajar.

—Hay que avisar a los demás. —El detective tomó el brazo de Aran antes de que pudiera meterse por el agujero—. Wagner desapareció, estaba junto a mí y al segundo ya no. Tenemos que dar aviso, pudo haberse perdido o algo o alguien pudo haberlo atacado. Y, sea como fuera que supieras que esto estaba aquí, tenemos que dar la alerta. Que comiencen a buscar mapas de los desagües, posibles salidas.

El joven suspiró entre derrotado y ansioso, si quería poner a salvo a Sara tenía que seguir la voz de la razón de su compañero. Justamente ahora, él solo era un manojo de nervios increíble. Lo que había visto minutos atrás —lo que había vivido tan real y palpable— se había llevado unos cuantos años de vida consigo, se sentía agotado y angustiado y su hermana... su hermana estaba allí. O tal vez no. No lo sabía. No comprendía absolutamente nada por más que aguardaba la esperanza de que sea solo una ilusión. ¿Aunque por qué una ilusión lo llevaría hasta allí? Aran se preguntaba si lo estaban ayudando o lo dirigían justo a la boca del lobo.

Carl llamó al celular de Wagner primero tratando de suprimir las sensaciones revoltosas de su estómago. Se reprochaba haberle sacado la vista de encima, la culpa cada vez hacía más mella en su cuerpo. Cuando no hubo respuesta trató de no desesperarse, su siguiente llamada fue a un oficial, le dio las instrucciones necesarias y les explicó la situación además de advertirle sobre la desaparición de su jefe.

Seguido, ambos le echaron una última mirada al pasillo y bajaron a la alcantarilla. Aran apuntó con la luz a las paredes mohosas y a sus pies donde el suelo estaba levemente enchastrado de agua estancada y verdín.

—¿Por dónde? —Inquirió Carver observando dos direcciones diferentes.

—No lo sé. —Él trató de ver entre la oscuridad por alguna señal de la ilusión de su hermana pequeña, no había nada—. ¿Nos dividimos?

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