Capítulo 19: Una pequeña despedida

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Salí a la siga de Benjamín, quería evitar que hiciera algo indebido. Por suerte, el destino se puso de mi parte esta vez: Mi jefa había salido.

Por lo que Gaby me dijo, fue a gestionar lo de mi traslado. A Benja no le quedó otra opción que mantener la calma. Le pedí, que no hiciera nada, porque económicamente el cambio me beneficiaba.

Luego de un par de horas de trabajo, Diego y Gaby se me acercaron para invitarme a almorzar. Benjamín se sumó.

—Será nuestro último almuerzo como colegas, así que vamos juntos —agregó Diego.

Mientras íbamos al restaurante, vi que Gaby y Diego caminaban de la mano. De seguro habrían vuelto. Eso me agradaba, verlos juntos era divertido, imaginar sus encuentros en los baños y en los probadores era algo demasiado interesante.

Entre risas y conversaciones decidieron hacerme una pequeña despedida el fin de semana, puesto a que me negué a salir en día lunes y sería en el departamento de Benjamín, así estaríamos más tranquilos.

Al salir del restaurante, Diego y Gaby se adelantaron y me quedé sola con Benja.

—Pediré el traslado de local también —comentó.

—No es necesario que lo hagas, tú llevas menos tiempo que yo en la empresa, no corras el riesgo de que te echen, sabes que necesitas el trabajo —le recordé.

—No quiero que estés sola, no quiero dejarte, Sole.

—Solo estaré trabajando, me hará bien un cambio de ambiente, conocer gente nueva, ya sabes. Además estaré lejos de la señora Jiménez y sus pervertidas costumbres.

—Como quieras, pero insisto, no voy a dejarte sola. Puede que no trabajemos juntos, pero igual mantendremos contacto. No tengo ninguna intención de alejarme de ti por nada en este mundo.

—Por favor, no me mires así, que...

—Quiero besarte —dijo Benjamín.

—Recuerda que somos amigos, esto no está bien.

—¿Amigos? No te engañes, Soledad.

—Déjalo, por favor, no puedo pensar en nada más y lo sabes.

—El tiempo cura todo, Sole —insistió.

—Vamos, que el tiempo nos dice que debemos volver a trabajar —cambié de tema.

Volvimos a la tienda y había vuelto la Señora Jiménez. ¡Cómo la odiaba en este momento! Al menos ya no tendría que verla. Me llamó y me dijo que podía irme y pasar a la nueva sucursal para ver cómo sería mi nuevo lugar de trabajo.

Junto a ella había una chica, de al menos unos 22 años. Supuse que ella ocuparía mi lugar en la tienda y antes de que pudiera decir nada, mi jefa lo confirmó. Una sola idea se cruzó por mi cabeza:

«Tiene casi la misma edad de Benja»

No quise seguir torturándome con ideas de ese tipo. Él es libre y puede hacer lo que quiera, nada dañará nuestra amistad. Yo no puedo amarlo y creo que esta distancia nos hará bien. Me hará bien para dejar de confundir mis sentimientos.

Comencé a guardar mis cosas, mientras recordaba cada uno de los gratos momentos que había vivido en aquel lugar. Eran años de trabajo, de tristezas, de alegría, de cansancio. Pero en lo profundo de mí, sabía que debía desprenderme de todo lo antiguo, de todo lo que me hace daño.

Una vez que terminé de guardar todo, decidí despedirme de mis amigos. Abracé a Diego y le pedí que cuidara de Gaby, le dije lo feliz que me hacía verlos juntos nuevamente.

Luego me dirigí a despedirme de Gaby. Ella me abrazó fuertemente y no pudo evitar dejar caer algunas lágrimas. Yo intentaba mantenerme firme, ya no quería más lágrimas en mi vida, pero era imposible no conmoverme con el inmenso cariño de mi amiga. Hace tantos años que trabajábamos juntas, que sabía lo difícil que sería para ella, no compartir conmigo en aquel lugar. Me quedaba la conformidad de que tendría una excelente compañía al lado de Diego y que sus tiempos libres los aprovecharían de maravilla. Le di un beso en la mejilla y me aparté.

Tras de mí estaba esperando Benjamín. No quiso despedirse en público. Me pidió que fuéramos al baño a conversar un rato antes de irme. No podía negarme, aunque sabía lo peligroso de estar sola con él.

—Me harás mucha falta, Sole —dijo y me abrazó.

—Te quiero mucho Benja, pero ya sabes, nuestra amistad seguirá tal cual. Puedes ir a verme a mi casa cuando quieras y ánimo, si el fin de semana ya nos veremos. Además puedes escribirme al mail o al celular, no perderemos el contacto, te lo aseguro. Ahora debo irme y tú debes volver a trabajar.

—Está bien, pero quiero un beso de despedida.

—No, Benja, no me hagas esto por...

Antes de que pudiera concluir mi frase, los labios de mi amigo se unieron a los míos, dejándome sin aliento. Su lengua que ya conocía perfectamente mi boca, entró en ella y recorrió despacio cada rincón. Sus labios succionaron los míos y sus dientes se clavaron en ellos. El beso era dolorosamente apasionado. Tenía el dolor y la amargura de la despedida y el sabor dulce de aquel amor que comenzaba a aflorar.

Con tantas emociones juntas, no podía ser fuerte, no podía mantenerme distante con él. Lo abracé y le di un último beso con todas mis ganas, con aquellos deseos que había frenado anteriormente. Me separé de su boca y decidí irme.

Llegué al nuevo local algo nerviosa, era inevitable estar algo preocupada por lo que podía encontrar ahí, todo era nuevo para mí y no quería imaginarme lo que mi jefa podría haber dicho de mí para convencer a su jefe del traslado. El nuevo local era mucho más grande y más atractivo. Lo miré un rato desde lejos y decidí entrar. Me presenté y me llevaron donde quien sería mi nuevo jefe.

Carlos era un hombre de aproximadamente 35 años, atractivo, serio, extremadamente serio e intimidante. El resto de mis compañeros eran jóvenes de entre 20 y 25 años. Pese a todo, me recibieron muy bien. Los nervios y la ansiedad comenzó a esfumarse a medida que compartía con quienes serían mis nuevos compañeros de trabajo, al parecer el cambio no sería tan malo y pronto me adaptaría a esta nueva tienda.


Segunda oportunidadWhere stories live. Discover now