-¡Amos!- saludó alegremente el señor Weasley, acercándose a la pareja a grandes zancadas y estrechando la mano del más alto con calidez. A medida que se acercaban, Harry distinguió a la otra figura como Cedric Diggory, con el pelo castaño al viento y las mejillas sonrosadas. -Chicos, este es Amos Diggory, y creo que conocen a su hijo-.

-¡Hola Cedric!- dijo Harry alegremente, una vez que quedó claro que los gemelos no iban a hacerlo. El resto del equipo de quidditch de Gryffindor aún le guardaba rencor al buscador de Hufflepuff por el partido del año pasado, aunque Harry les había dicho que lo dejaran pasar.

-Hola, Harry. Hola a todos-, añadió Cedric con un rápido saludo. Hermione y Ginny soltaron una risita silenciosa. Era una reacción común alrededor de Cedric Diggory, según había notado Harry. En realidad no los culpaba; el Hufflepuff era muy guapo.

-¿Un largo paseo, Arthur?- preguntó Amos en tono de compañía. -¡Teníamos que levantarnos a las dos! Me alegraré cuando tenga la licencia de aparición, lo juro. No puedo ir de lado para salvar mi vida; nos salpicaría a los dos-.

-Sólo falta un mes, papá-, ofreció Cedric como apoyo. Amos se rió.

-Está bien, muchacho. Merece la pena por esto. Caramba, Arthur-, añadió, mirando a la multitud reunida. -¿No me digas que todo esto es tuyo?-.

-Oh, no, sólo los pelirrojos-, aseguró el señor Weasley. -Harry y Hermione son amigos de Ron. Pero tengo tres más lo suficientemente mayores como para aparecerse-.

Los ojos de Amos se dirigieron a Harry, y éste hizo una cuenta atrás mentalmente en cuanto vio que los ojos del hombre se dirigían a su frente. -¡Barbas de Merlín! Harry Potter!- Sus ojos se abrieron de par en par. -¡Ced me ha hablado de ti, por supuesto! Le dije, Ced, ¡eso será algo que contar a tus nietos! Le ganaste a Harry Potter en el quidditch-.

Cedric hizo una mueca de dolor, dirigiendo a Harry una mirada de disculpa. -Te lo dije, papá, había dementores, no fue un partido justo-.

-¡Oh, ustedes, Hufflepuffs!- despidió Amos, dándole una palmada en el hombro a su hijo. -¡No hay que ser un genio para ver quién es el mejor volador cuando uno se cae de la escoba y el otro se queda en ella! ¿Eh, Harry?-.

-Es decir, si quieres intentar jugar al quidditch mientras escuchas los gritos de tu madre mientras la asesinan delante de ti-, replicó Harry con ecuanimidad, -por supuesto, adelante-.

Eso le quitó el aliento a Amos, y hubo varios largos e incómodos segundos de silencio antes de que el señor Weasley tosiera. -¿Sabes si estamos esperando algo más, Amos? Debe ser casi la hora-.

-No, no, sólo somos nosotros-, respondió Amos, algo forzado.

-Será mejor que nos preparemos, entonces. Reúnanse todos-.

La llave maestra resultó ser una vieja bota, y les llevó un minuto situarse de forma que los nueve estuvieran de pie en un círculo apretado, cada uno con una mano en la bota. Esperaron mientras el sol empezaba a salir lentamente, el señor Weasley ofrecía una cuenta atrás hasta que...

Harry sintió como si un garfio lo sacudiera desde el ombligo y, de repente, sus pies abandonaron el suelo, Ron y Hermione se abalanzaron sobre sus hombros a ambos lados mientras se elevaban en un remolino de color y viento. Todo terminó abruptamente, sus pies se estrellaron contra la tierra, y casi mantuvo el equilibrio hasta que Ron se tambaleó contra él, tirándolo al suelo.

Cedric le ofreció una mano, sonriendo tímidamente. -Tranquilo, Harry-. Quitó un poco de tierra del brazo de Harry. -Mira, siento lo de mi padre-, dijo en voz baja. -He intentado hablar con él, pero es que...-

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