Harry asintió y los dos subieron al salón vacío. Harry tomó asiento, sabiendo que lo necesitaría si Snape iba a ser tan despiadado como temía.

El Slytherin no le dio tiempo a Harry para prepararse; en cuanto establecieron contacto visual, se puso a trabajar en los escudos de Harry. Harry mantuvo su respiración firme y sus defensas mentales apretadas, sin estar seguro de cuánto tiempo estaría sentado allí. Snape lo intentó todo; fuerza bruta, colarse por las grietas, incluso intentar convencer a Harry de que había desaparecido, sólo para intentar colarse cuando bajara la guardia. A pesar de todo, Harry se negó a dejarlo entrar. Finalmente, el ataque cesó, esta vez de verdad.

-Muy bien, Potter-, dijo Snape con un gesto de aprobación. -Deberías ser capaz de resistir cualquier intento discreto de entrar en tu mente. Si el director desea aplicar más fuerza que eso, será obvio para ti y también para cualquier transeúnte, y creo que si alguna vez llega a ese punto tendrás cosas más importantes de las que preocuparte-. Miró a Harry con expresión seria. -Asegúrate de tener los escudos levantados en todo momento, especialmente si estás en grandes multitudes o cerca del director. Con el tiempo se convertirá en algo natural, pero al principio puede resultar agotador-.

-Haré lo que pueda-, prometió Harry. -Gracias por ayudarme con esto, profesor-. Había progresado más en el último mes y medio que en los nueve meses que había estado trabajando en ello por su cuenta.

-De nada, Potter. Eres libre de irte-.

Asintiendo en señal de agradecimiento, Harry se puso en pie, saliendo del salón con las manos en los bolsillos. Ahora, cómo pasar el resto de su día... tal vez le prepararía unas cuantas bromas de despedida a su querido padrino.

 tal vez le prepararía unas cuantas bromas de despedida a su querido padrino

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Demasiado pronto, era sábado por la noche. El baúl del colegio de Harry estaba empacado y listo, después de un largo y prolongado proceso de selección de sus estantes, que culminó con la promesa de Remus de enviarle los libros que dejara si decidía que los quería. Era un concepto refrescante para Harry, tener un dormitorio en el que pudiera dejar las cosas durante el año escolar sin preocuparse de que se rompieran, robaran o tiraran. Tener suficientes cosas como para no poder meterlas todas en su baúl del colegio.

Harry estaba todo lo preparado que podía estar, y estaba tumbado en la cama escuchando algo de música tranquila en su inalámbrico cuando llamaron a la puerta. Apagó el inalámbrico y llamó a quienquiera que fuera para que entrara. Sirius entró en la habitación, cerrando la puerta tras de sí, y se volvió hacia Harry con una especie de sonrisa triste en el rostro. -¿Te importa si te acompaño?-.

Harry palmeó el colchón a su lado y Sirius se subió a la cama, apoyándose en el cabecero y chocando su hombro con el de Harry. -¿Todo listo, entonces?-, preguntó, posando su mirada en el baúl de Harry.

-Creo que sí. Moony dijo que podía enviar con Snape cualquier cosa que me hubiera olvidado-. Se mordió el labio. -¿Estás listo? ¿Para que me vaya?- Le pesaba la perspectiva del comienzo de las clases; él se iría, Snape se iría pronto y Remus no querría pasar todo el tiempo lejos de su compañero.

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