Le castañeaban los dientes y sentía sudar frío. Lo último que recordó antes de caer inconsciente fue a su madre llamarle con una sonrisa.

—Mamá...

Luego de eso se desmayó sobre su "cama".






Suna se enteró del mal aspecto de Kota gracias a Megumi que le soltó todo a Atsumu. El rubio preguntó que le había pasado a la castaña que le vio irse temprano y la chica contestó que parecía que Kota se enfermó y que se veía terrible. A Suna le cayó con apretón en el estómago, preocupación, y sin justificación, no lo entendía.

Ese día pidió irse antes del entrenamiento a Kita, excusándose que tenía algo que hacer de último minuto. Sorprendió al capitán, primero: porque Suna jamás faltaba a un entrenamiento a no ser que fuera estrictamente necesario, segundo: Suna no era de los que se fuera antes de un entrenamiento, nunca lo hizo antes y tercero: verlo así de ansioso por irse era novedoso en él, Suna no mostraba sus emociones demás. Por esa razón no pudo decirle que no.

El castaño se fue y pasó por una farmacia, la señora detrás del mesón lo recibió con una sonrisa.

—¿Qué necesitas?

—Ah, sí... hola, no sé qué servirá para un resfrío —respondió con una mueca.

—¿Qué tan fuerte?

—¿El resfrío? Mucho... —dijo deseando que así lograra llevarlo algo a Kota. Siendo sincero, él jamás hacía esas cosas por nadie, excepto por su madre, nadie lo movía de esa manera, ni siquiera sus mejores amigos; los gemelos.

La farmacéutica sonrió y le pidió que esperara. Después llegó con una caja de pastillas, una para el resfrío y el otro para la sintomatología. Suna lo compró y pidió un chocolate del mostrador. Su madre cada vez que estaba enferma comía uno y Suna, cuando se enfermó, que había sido ya hace varios años, hizo lo mismo y vaya que se sintió mejor.

Trató de recordar cual era el hogar de Kota, jamás la acompañó a su casa, tampoco tenía su teléfono como para llamarla y preguntarle directamente. Su mente viajó la primera vez que se acompañaron: dos cuadras más allá en los departamentos de 4 pisos. Con inseguridad caminó por la nieve que se acumulaba a los lados de la calle hasta esos famosos edificios, se acercó hasta la recepción de cartas y notó el apellido Tamako en el buzón del departamento 402.

Subió las escaleras preguntándose porqué estaba haciendo todo eso por una chica que apenas conocía, no lo hizo por los gemelos, tampoco por su equipo, ni por ninguna otra chica en su vida, ¿por qué Kota era distinta?

Bueno, para él Tamako Kota era distinta a todas las chicas que él conoció.

Tocó el timbre del departamento 402, deseando que si fuera el hogar de Kota. Pasaron varios minutos hasta que alguien abrió. Suna tragó con dificultad al ver a su compañera en el marco de la puerta con las mejillas sonrojadas, los ojos hinchados y los labios resecos, su cabello estaba desordenado, estaba usando lo que parecía un pijama y temblaba demasiado.

—¿Suna? —preguntó ella con voz rasposa y el chico se le encogió el corazón, por primera vez le decía por su apellido, por su nombre real y no le gustó, no le gustó la forma en que pronunció Suna, en la forma en que se enfretaban esa vez y no le gustaba como estaba ella —¿Qué haces aquí?

—Te dije que terminarías enfermándote —bufó él, recurriendo a la molestia antes que la preocupación.

—Es algo... poco, no es nada... grave —cada vez que paraba de hablar temblaba y su voz se escuchaba tan baja, cansada y enfermiza que se sintió de igual forma —Estoy bien.

Smile For Me [Suna Rintaro]Where stories live. Discover now