La puerta del despacho de Lupin estaba abierta cuando Harry corrió hacia ella, y se lanzó a la habitación, jadeando. La mayoría de las cosas del hombre ya habían desaparecido, y un flujo constante de libros salía de la estantería y se metía ordenadamente en un baúl, guiado por la varita de Lupin. El hombre levantó la vista cuando Harry entró, con los ojos tristes. -Hola, cachorro-, saludó. -¿Te has enterado de las noticias?-.

-No puedes irte-, soltó Harry.

-Me temo que tengo que hacerlo, Harry. Mañana a esta hora empezarán a llegar las lechuzas. Las actitudes son mejores, pero hay muchos padres que no querrán que una bestia peligrosa y sedienta de sangre viva en el castillo con sus hijos-. Su tono era irónico, resignado. Harry lo fulminó con la mirada.

-No eres peligroso-, insistió. -Eres el mejor profesor de Defensa que hemos tenido-.

Eso hizo sonreír a Lupin. -Gracias, Harry. Pero me temo que no todo el mundo es tan abierto de mente como tú-.

-No puedo creer a Snape-, gruñó Harry. -Estaba empezando a pensar que podría estar bien. ¿Cómo se atreve a decírselo a todo el mundo?-.

-Severus no dijo ni una palabra-, le dijo Lupin con firmeza. -Eso te lo puedo asegurar. No, mi secreto fue derramado por... otra fuente. Severus formaba parte de la conversación, pero no se dio cuenta de que uno de sus Slytherins estaba escuchando a escondidas hasta que Dumbledore se fue-.

Harry miró a su profesor, comprendiendo, y su rostro se ensombreció cuando Lupin asintió. Dumbledore. Por supuesto. -Lo hizo a propósito-. No tenía pruebas, pero no las necesitaba. Remus asintió con la cabeza.

-Es muy probable. Me acerqué demasiado a ti, Harry. Eso no le gusta-. Lupin metió la mano en el cajón de su escritorio y sacó un trozo de pergamino viejo que le resultaba familiar. -Sin embargo, ahora que ya no soy tu profesor, no siento ningún remordimiento por devolverte esto. Esto también; Severus lo recuperó de la Choza esta mañana-. Sacó la capa de invisibilidad de Harry de detrás de su silla, pulcramente doblada. -De un merodeador a otro. El legado que deberías haber tenido desde el principio-.

A Harry se le cortó la respiración al coger los dos objetos de Lupin. Era ridículo, ya había tenido los dos en su poder, pero que se los dieran ahora se sentía... más grande. El legado de su padre. -Mantenlos a salvo, Harry-.

-No quiero que te vayas-, dijo Harry en voz baja, sonando mucho más joven que sus trece años. Lupin sonrió, estirando la mano para apretarle el hombro.

-Es lo mejor, cachorro. Estoy a punto de tener otras prioridades, una vez que me ponga al día con un viejo amigo-, dijo con una mirada punzante. -Y te vendría bien tener más aliados fuera del castillo-.

-Pero acabo de recuperarte-. Harry odiaba lo desesperado que había salido. Lupin se ablandó, tirando de él en un breve y apretado abrazo.

-Todavía me tienes, cachorro, te lo prometo-, juró, con los labios pegados al pelo de Harry. Lo soltó, sonriendo. -No voy a dejar que salgas de mi vida por segunda vez, pase lo que pase. Eres de la familia-.

-Familia-, repitió Harry, con una lenta sonrisa en su rostro. Nunca había tenido una de esas que realmente le gustaran.

-Estoy orgulloso de ti, ¿sabes?-, dijo Lupin, volviendo a su equipaje. Harry guardó el mapa y la capa en su bolsa, levantando una ceja. -Se rumorea que anoche realizaste un gran encantamiento patronus-.

-Fue un ciervo-, se jactó Harry, y Lupin sonrió. -Era Prongs, ¿verdad?-.

-En efecto, lo era. La forma animagus de tu padre era realmente increíble. James estaría encantado de que tu patronus se pareciera a él-.

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