—Eso fue un impulso, yo jamás te golpearía, eres mi todo —respondió cual psicópata.

—¿Me amabas mucho, verdad? —me referí a Lauren.

—Te amo mucho, Lauren —acarició mi rostro.

—¿Soy tu todo? —él me dio una sonrisa.

—Sí, lo eres.

—¿Y por qué me tienes aquí encerrada? —contesté tajante, él dudó en contestarme.

—Porque si mi todo se va yo quería destruido, así que mejor juntos, como siempre lo habíamos planeado después de la boda a escondidas —sentí miedo.

¿Dijo boda? Al parecer con Lauren ya tenía historia.

—¿Boda?

—Sí, nos casamos a escondidas de nuestros padres cuando tenías diecisiete y yo dieciocho —acercó su mano a mi pierna y comenzó a acariciarla.

—¿Cuándo fue la última vez que me viste antes de traerme aquí? —pregunté tratando de buscar dónde me vio y porque carajos yo no me di cuenta.

—Fue cuando chocamos en la plaza, tú ibas saliendo de una tienda y yo iba a entrar para estar contigo, aunque guardaba mi distancia.

Me quedé helada, recordaba muy bien ese suceso: había pasado la primera semana que llegué a Carolina del Norte, hace un mes atrás:

Iba saliendo de la tienda con el regalo de papá, era perfecta esa corbata, linda y elegante, no iba viendo por donde caminaba y a causa de ello, choqué con alguien, alce mi mirada y vi un chico frente a mí.

—Lo siento —se disculpó el chico.

—No te preocupes, yo también tuve la culpa —me disculpé también, después, el chico solo pasó de largo entrando a la tienda y yo me fui a casa.

Entonces ese chico había sido él, quien desde la primera semana llevaba acosándome y yo no me había dado cuenta.

—Estoy hambrienta, ¿Puedes darme algo para comer? —pedí al escuchar mi estómago sonar.

—No, en este momento no, si no mal recuerdas, te castigué. Te portas mal, no hay comida.

—Pero tengo hambre —supliqué, pero él solo negaba, me miró a los ojos por última vez y se dirigió a la puerta para salir.

[...]

Han pasado horas, tengo hambre y quiero volver a casa.

¿En dónde estaré?

Quería escaparme, debía irme, pero el problema era ¿Cómo me quito las esposas? Tal vez si logro quitármelas, pueda huir, patearlo dónde más le duele y derribarlo, salir corriendo y pedir ayuda.

Miré mis manos.

Traté de comenzar a sacar mi mano de la esposa, pero no podía, me dolía demasiado.

Vamos, ahora más que nunca debo aguantar. Me animé.

Me acerqué la almohada y la tomé entre mis dientes, tomé aire y comencé a jalar.

El dolor era tan intenso, lentamente sentí como mis huesos eran aplastados. Mordía con más fuerza mi almohada, debía sacar mi mano, necesitaba hacerlo ya, pero dolía demasiado, las lágrimas comenzaron a hacerse presentes en mi rostro, comencé a llorar del dolor.

Miraba mi mano deformarse, pero no salía.

—Vamos, vamos —hablé en voz alta para mí misma, tratando de animarme y armarme de valor, sin más, de un solo jalón la sacaría, volví a tomar la almohada en mi boca y comencé a prepararme mentalmente.

31 Días [COMPLETADA ✔]Where stories live. Discover now