Roces

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Debía alistarse.

    Se colocó frente al espejo de cuerpo completo que había en el camerino, para observar su apariencia actual. No, no era mala, después de todo era Angel Dust. Pero podía mejorar.

     Volteó, para poder ver su trasero. Estaba redondo y bonito, como siempre. Dio otro medio giro y quedó de frente, le gustaba mucho mirarse. Acercó un par de manos a su cintura, acariciando, bajando hasta sus caderas, porque también le gustaba mucho tocarse frente al espejo, lo hacía sentir extremadamente sensual.

      Pero recordó que no estaba en su casa, y es que para su mala suerte, su cuerpo le estaba pidiendo mucho sexo justo el día en el que saldrían. De estar en casa era probable que fueran por la quinta ronda del día, pero no todo sale como uno quiere, se dijo. Dejó el espejo y fue al sitio dispuesto para cambiarse. 

Habiéndose colocado un vestido negro, igual de ajustado que el anterior pero con la diferencia de una copa push-up que hacía resaltar su pecho, empezó a colocarse la base y el rímel. Durante cada segundo que pasaba se sentía aún más cómodo... ¿O cómoda? en realidad prefería este último término. Sí, se sentía aún más cómoda. Angie tomó una peluca rubia, larga y ondulada y se amarró su cabello real para colocársela. Luego la ató en un moño. Luego, empezó a colocarse la sombra de ojos y, entonces... sintió una mano en sus caderas. 

Volteó alarmada, porque se supone que nadie fuera del concurso podía entrar a este sitio. Se alteró aún más al notar que no había nadie más allí. después decidió respirar profundo, para calmarse y concentrarse. Seguro eran solo ideas suyas. 

Pero, una vez más, la mano parecía estar ahí. 

Corrió y llamó a Alastor. Por su influencia, el demonio de la radio ahora tenía un teléfono móvil y sabía usarlo. 

—¿Angie? —contestó el pelirrojo. Su pareja le había solicitado que solo le llamara de este modo esa noche. 

—Al, detente. Estoy tratando de arreglarme —dijo entre risas. 

Y no se equivocaba, porque desde la zona de la primera fila, Alastor jugueteaba con el muñeco vudú que había hecho con unos cuantos cabellos del contrario. Empezó a acariciar su cabello y su cuello, con lo cual ella se estremeció. Amaba el toque del ciervo en su piel. 

—¡Por favor, para! —aún riendo, la rubia exclamó, pretendiendo estar molesta. 

Escuchó a su esposo decir "claro", acompañado de un suspiro, y luego cortó. 

Angie se enterneció. Esta era la forma en que su hombre lograba demostrarle que seguía a su lado y, no podía evitar reaccionar ante tales roces, principalmente en esa zona que se llena de sangre con facilidad. Pero ahora no tenía tiempo para pensar en eso, de modo que volvió al maquillaje, tal y como antes.




Spider Mommy (pausada)Where stories live. Discover now