†Entre lo Real y lo Sobrenatural: La Cúspide de los Enigmas

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Inmersa en las profundidades de mi desesperación, alcanzaba el límite de mi resistencia. La vida se tornaba insoportable. Recuerdo sumergirme en la oscuridad de un abismo interior, preguntándome si estaba destinada a tolerar el maltrato y la utilización constante. Observaba cómo Lucy se preparaba con alegría para sus encuentros con su novia, mientras yo vivía a expensas de su benevolencia, obligada a soportar esa cruel realidad.

Solo aguanté ver a Lucy partir con otra persona en un par de ocasiones, y la escuchaba hablar por teléfono al regresar a casa, ajena por completo a mis sentimientos y existencia. Lucy se revelaba como una figura insensible, incapaz de describirla de manera más trágica. 

Fue entonces cuando decidí regresar a aquella casa que me infundía temor. Estaba aterrada, pero prefería los fantasmas a ver la felicidad de Lucy con aquella perversa mujer. 

Resultó extraordinario, pero en esa casa las sombras parecían haberse esfumado. No se escuchaban crujidos de la madera, golpes en las paredes ni nada que provocara mi temor. Quizá era porque Lucy ya no estaba a mi lado. De esa manera pude pasar varios días tranquila guardando luto en mi alma.

A pesar de mi desánimo, me aferraba a la idea de que, como reza el dicho, "la esperanza es lo último que muere". Aunque me sintiera destrozada, me negaba a rendirme. Hallaba consuelo en la noción de que, a pesar de mi tristeza, el sol continuaba saliendo cada día, y la vida proseguía su curso. Aunque el tiempo parecía detenido para mí, al salir al jardín podía observar cómo la vida seguía su ritmo. Había logrado ponerme en contacto con mi amiga Aline, quien me extendió la mano nuevamente, no sin antes reprocharme por haber soportado tanto sufrimiento sin hacérselo saber antes. 

Recuerdo recibir una llamada de Lucybell expresando su urgencia por deshacerse de mi presencia en su casa. Yo no estaba molestando a nadie, pero su novia necesitaba que yo estuviera fuera de todo contacto con Lucy. Sabía perfectamente que era mi hermana quien quería verme desprotegida una vez más.

De repente, en lo más profundo de mi ser, comenzó a germinar un odio descomunal. No podía asimilar cómo todos a mi alrededor se empeñaban en causarme daño. Surgió en mí la creencia de que solo destruyéndolos y adoptando la maldad que los caracterizaba podría alcanzar la felicidad.

Aline ya me esperaba en su domicilio, pero la ira me forzó a quedarme en aquella casa. Estaba planeando meticulosamente la manera en la cual podría acabar con las causantes de mi desdicha. Pero no había ninguna forma en la que yo pudiera acabar con Lucybell, ya que mi amor por ella no me permitía verla en ningún escenario terrible. 

Busqué erradicar los sentimientos de empatía, amor y compasión, convencida de que nadie merecía tales emociones. Mientras ideaba mis planes para poner fin a todo, forjé una armazón alrededor de mi corazón, sellando cualquier rastro de afecto que pudiera albergar. La decisión de sumergirme en la oscuridad y renunciar a la benevolencia se apoderaba de mí como un pacto con la desesperación.

Imaginaba escenarios espantosos para cada una de las causantes de mi dolor, pero pronto me di cuenta de su poco realismo, por lo que tuve que descartar tales fantasías macabras. A continuación, comparto un plan que, al recordarlo hoy, me llena de vergüenza y me lleva a comprender lo mal que la estaba pasando:

Yo sabía dónde vivía Rose, así que planeaba vestirme como un payaso e ir a su domicilio. Llegaría en un auto y me haría pasar por vendedor de artículos de fiesta. Si no contaba con la suerte de que ella misma saliera a la puerta, debía preguntar si ella podría salir para saludarla aludiendo ser un amigo suyo. Tan pronto la viera, debía usar todas mis fuerzas para golpearla y meterla rápidamente en la cajuela. La llevaría a un lugar solitario y para no tener que manchar mis manos metería una serpiente venenosa en la cajuela para que esta causara su deceso al morderla. Posteriormente sacaría su cuerpo para enterrarla, y si seguía viva eso no era impedimento para continuar poniendo la tierra sobre su cuerpo.

A todo esto, no tenía auto y Lucy no me prestaría el suyo, tampoco dinero para conseguir una serpiente ni el disfraz y peor aún, no sabía manejar un auto.

El destino que fantaseaba para Lucy, su amante y mi hermana consistía en verlas arder dentro del departamento en llamas. Estas llamas se extendían hasta mi malévola tía y mi propio padre. 

Inmersa en una crisis donde el bien y el mal libraban una batalla en mi interior, estaba convencida de que acabaría cometiendo una locura. En verdad, ya no me importaba nada y estaba preparada para asumir las consecuencias de mis acciones. Recibí una visión que parecía ser instrucciones claras de lo que debía hacer. El plan ahora se revelaba de manera sencilla y nítida: 

Llamaría a Lucy para informarle que me iba de casa y que, por favor, pudiera llegar para verificar que todo estaba en orden.  También le pediría que trajera a su novia para disculparme por las calumnias contra ella. Con alguna excusa apartaría a Lucy de ella para poder golpearla y dejarla inconsciente. Luego, llamaría a la amante diciéndole que Lucy se desmayó y, cuando ella estuviera de espaldas, también la golpearía. Debía atarlas y amordazarlas bien para posteriormente esparcir cualquier cosa inflamable.  

 Mi hermana y Rose aún escapaban de mi malévolo plan, pero lo resolví de la misma manera, llamaría a mi hermana para hablar y a la primera oportunidad terminaría como las primeras dos. También obtuve el número telefónico de Rose y tenía planeada la artimaña para que no se resistiera a visitar la casa nuevamente. De esta manera podría ver arder a todas al mismo tiempo.

Fui a la bodega que estaba afuera, se estaba oscureciendo, así que llevé una linterna conmigo. Recordaba haber visto una vara de hierro y quizás podría haber otras cosas interesantes. Al entrar, recordé a alguien que había mantenido oculto en mi mente: Carl. 

No había nada que me impidiera averiguar lo que ahí se ocultaba. Así que tomé la vara que efectivamente se encontraba ahí y decidí abrir aquella pequeña puerta que alguna vez prometió desentrañar los misterios de Lucy y Rose. Intenté con todas mis fuerzas romper aquel candado, pero este no cedía. No me daría por vencida y decidí ir en busca de la llave o algo que pudiera ayudarme. Al caminar hacia la puerta, esta se cerró de golpe, dándome un susto de muerte.

Mi lámpara comenzó a parpadear y la temperatura descendió tanto que pude ver mi aliento a través de la intermitente luz. Un quejido resonó detrás de mí, pero al girar, no había nada. Corrí hacia la puerta y la intenté abrir desesperadamente. No podía creer que no abriera. Escuché la lúgubre voz de un hombre diciendo "ayuda". Mis piernas flaquearon, y mi corazón amenazaba con salir del pecho. Aunque no quería voltear, un ruido me obligó a girar con mi linterna, y lo que vi me causó un profundo pavor: era un hombre de aspecto desagradable, descarnado. Grité fuerte, y mi linterna se apagó. De alguna manera, logré abrir la puerta y corrí de manera desesperada hacia la casa, encendiendo cada una de las luces y encerrándome en mi cuarto.

Lloré y lloré hasta caer en inconsciencia.














La Sombra De RoseWhere stories live. Discover now