†Entre las Sombras del Mal: Una Década de Horror

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Poco tiempo después de que mi madre descansara en paz, recuerdo que hubo abogados y cosas que no entendí. Me di cuenta que mi padre odiaba a la familia de mi madre y no permitiría que estuviéramos con ellos, aunque él mismo no quisiera cuidar de nosotros. Nos presionaba a mentir y tenía un especial cuidado conmigo y yo le temía al punto de siempre agachar mi cabeza.

Después de ganar la custodia nos llevó a un pueblo lejano para deshacerse de nosotros, alegaba no poder cuidarnos y nos entregó a su hermana solterona, lo cual fue lo peor que nos pudo hacer en la vida.

Mi tía era de esas mujeres que se daban aires de recato y puritanismo, pero pecaban hasta con el mismísimo Satanás cuando nadie las veía. Siempre había dicho que no quería tener hijos, por ironía de la vida ahora debía cuidar a sus tres sobrinos como si fueran suyos.

Nuestra tía nos recibió y al principio todo parecía bien, pero tan pronto dejó de recibir algunas llamadas nos puso a trabajar en las calles después de la escuela. Sabíamos que cobraba dinero del gobierno destinado para nosotros, pero nunca vimos un centavo de ese dinero.

Los tres pasamos por muchas dificultades en casa de nuestra tía, pero al principio a mis hermanos mayores les fue aún peor. En cambio, yo, haciendo uso de mis habilidades de sombra, cumplía con todas sus órdenes sin protestar. En silencio.

Comía en silencio. Lloraba en silencio. Caminaba con sigilo. Hablaba bajito. A pesar de todo, a veces esto irritaba a mi tía loca, y recibía unos cuantos buenos golpes por ello.

Tres años después de soportar un constante martirio en la casa del mal, mi hermano mayor, se marchó con unos amigos y no volvimos a saber de él hasta varios años después.

Mi hermana y yo que tenía once años en ese tiempo, sufrimos la ira de nuestra tía por el hecho de que nuestro hermano se fuera de casa. Ella nos sacó de la escuela argumentando una mejor educación en casa. 

No sé cómo fue que semejante idea vino a su cabeza, tampoco sé de dónde salió tanta maldad en ella para hacer lo que hizo. Gracias a ella deje de creer que el infierno es otro plano astral y que en realidad habitamos en él. Ella empezó a alquilarnos con hombres mayores a cambio de dinero.

Era solo una niña cuando profanaron mi cuerpo. Evito recordar la primera vez y las veces consecuentes. Evito recordar el dolor, la rudeza, el asco, los golpes, la sangre, el miedo y la impotencia. Siempre traté de borrar esos diez años, hacer que simplemente eso no pasó.

Aunque la clave fue enfrentar que eso pasó y la vida continua su curso...

A pesar de compartir el mismo tormento, mi hermana nunca mostró empatía hacia mí; simplemente optó por sufrir en silencio, dejándome enfrentar el mismo destino. Ella fue afortunada, pues a los dos años de iniciar este sórdido alquiler, un hombre profundamente enamorado de ella la rescató y la llevó lejos. Este hombre, de apariencia acomodada y habituado a la iglesia de mi tía, le ofreció comprarla, pero al negarse, la sacó a escondidas. Aunque propuso llevarme también, mi hermana rechazó la idea.

Mis días transcurrieron en la casa del mal, una década llena de amarguras y sufrimientos. En numerosas ocasiones, anhelé abandonar este oscuro mundo, pero mi debilidad y la falta de valor me ataron a él. Sumergida en el miedo, me acostumbré a vivir como una sombra de lo que alguna vez fue una persona.

Me sentía como un animal, compadeciéndome de ellos que, de igual manera, padecen su tormento en este mundo. Luego, tuve una percepción de mí misma como un objeto sin vida, desprovisto de valor propio. Adaptándome al cruel juego de la supervivencia, aprendí a "comer mierda sin hacer caras", citando las palabras de mi amiga Aline.

Mi tía me tenía completamente bajo su control; comenzó a tratarme con amabilidad al darse cuenta de que era su fuente de ingresos y se aseguraba de que no escapara. Me conocía bien y hábilmente, fomentaba mis temores hacia el mundo exterior y mi sentido de inferioridad, manipulando estos sentimientos a su favor.

 Me conocía bien y hábilmente, fomentaba mis temores hacia el mundo exterior y mi sentido de inferioridad, manipulando estos sentimientos a su favor

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Después de tanto tiempo sola, finalmente encontré una amiga en Aline, una chica que merece el cielo.

Me vio llorando desde la calle y su curiosidad la llevó a descubrir mis lágrimas tras los barrotes de la ventana, se acercó y me preguntó si estaba bien, aunque inicialmente la rechacé cerrando las cortinas. Sin embargo, su constancia la llevó a asomarse a mi ventana cada día. Al no haberme visto antes en el pueblo, su curiosidad aumentó. Eventualmente, entablamos conversación y poco a poco le revelé, a cuentagotas, los detalles de mi calvario, sorprendiéndonos mutuamente al descubrir que ella también sufría abusos, en su caso, a manos de su propio tío. Aline extendió su mano, ofreciéndome una vía de escape de nuestro tormento compartido.

Salir de esa pesadilla fue una tarea ardua, pero finalmente lo logré. Un día, Aline orquestó una artimaña, tocando la puerta de la casa de mi tía bajo la premisa de una emergencia. Al abrir, la persuadió, llevándola a la calle para mostrarle algo inexistente. En ese preciso momento, escapé de la casa, esperando a Aline a unos metros de distancia, iniciando nuestro viaje fuera del pueblo.

Aline y yo nos enfrentamos a duras pruebas como dos jóvenes desamparadas en las implacables calles, buscando tanto un hogar como empleo. A pesar de mi temor arraigado, me vi obligada a confrontar la cruda realidad y aprender a lidiar con ella. La vida exigía una respuesta de mi parte, y pronto me di cuenta de que necesitaba encontrar empleo de manera urgente. Aline, a pesar de su determinación, carecía de recursos suficientes para mantenernos alimentadas durante mucho tiempo, y la situación en los albergues tampoco era sostenible.

Me angustiaba profundamente la dificultad de conseguir trabajo. Mis estudios habían sido truncados por mi tía, quien no permitió que completara mi educación. Carecía de experiencia laboral, y la combinación de estas limitaciones resultaba dolorosa. A pesar de mis veintiún años, mi edad mental parecía estancada en los once. La falta de oportunidades laborales por no haber concluido mis estudios y la carencia de experiencia se convertían en obstáculos insuperables.

Finalmente, gracias a la intervención de un amigo de Aline, logré obtener empleo. Fue un pequeño respiro en medio de nuestras adversidades en la búsqueda de estabilidad y un lugar al que pudiéramos llamar hogar.

Trabajé en un restaurante de comida rápida, afortunadamente asignada a la cocina, lo que limitaba mi interacción con otras personas. Aunque el salario era modesto, logramos alquilar un cuarto económico que marcó el inicio de nuestra nueva vida.

Poco a poco, vencí el miedo que me había atenazado durante tanto tiempo y comencé a socializar. Además, busqué ayuda con una psicóloga gratuita. Sin embargo, mi experiencia con la terapia fue breve; tras solo dos sesiones, decidí no continuar. Necesitaba un espacio donde desahogarme y ser escuchada, pero no estaba interesada en los discursos positivistas que afirmaban "puedes hacerlo" o destacaban mi supuesta fortaleza y valentía. Anhelaba un consejo práctico para enfrentar la vida que, de alguna manera, seguía sin entender. Así que opté por seguir mi propio camino hacia la superación.

Después de dos años de haber escapado y lidiar con las adversidades de mi nueva vida, finalmente experimenté el amor. Fue en una tarde en la que conocí a Lucybell, el amor de mi vida. O al menos, así lo pensaba en ese momento.

La Sombra De RoseWhere stories live. Discover now