Maialen había sido la que la había soportado, la chica le había escrito cientos de mensajes a su amiga diciéndole lo nerviosa que estaba, contándole sus preocupaciones, cosa que a la castaña le hacía mucha risa, pero fue paciente y trató de calmarla como pudo. Le dijo que disfrutara y ya está, no iba a pasar nada que no hubiera pasado ya, salvo que dejaran las tonterías atrás, pero pensó que ya se darían cuenta ellos, estaban a punto de caramelo.

— ¿A qué hora viene ese chico? – preguntó su padre moviendo la cuchara en su taza del café

— Voy a ir a por él a la estación en un rato, no puedo hacer que se venga aquí solo – contestó ella

— Tengo muchas ganas de conocerlo, espero que te trate bien o sino me veré en la obligación de mandarlo de vuelta a su casa

— No te preocupes por eso, Flavio es muy bueno

— Eso tengo que verlo yo

Samantha negó con la cabeza y fue a buscar las llaves del coche para prender rumbo a la estación donde el chico llegaría.

Mientras que la rubia iba camino de la estación, el chico estaba sentado en el tren escuchando música, tratando de calmar esos nervios que invadían todo su cuerpo.

Era una locura. Ir al pueblo de Samantha y fingir ser su novio era una verdadera locura. Un suicidio a su estado emocional, lo sabía él, ella y todos, pero aún así siguió para adelante porque quería estar con ella. Odiaba tener esa necesidad de verla y estar con ella, necesidad de acallar esos gritos que daba su cuerpo anhelando el suyo. Todo era una locura que, si se detenía mucho tiempo a pensarlo, se sentía como un cuchillo dañando su estabilidad emocional y sentimental.

Decidió que no merecía la pena pensar de más, ya había tomado la decisión de ir y estar con ella, nadie lo había obligado. Ambos sabían que eso era cruzar todos los límites habidos y por haber, ya no existía ninguno que pudieran cruzar, se habían saltado todas las normal invisibles y les daba igual, no hablaban de ello, quizás eso lo hacía aún más peligroso.

Se preguntó si caería bien a su familia, pero al mismo tiempo se preguntaba ¿por qué quería caerles bien? Daba igual, solo fingiría ser su novio, ¿cómo se suponía que era eso? No habían hablado acerca de como lo iban hacer, simplemente se dejarían llevar como siempre. Al fin y al cabo, la parte física la tenían más que aprendida, no sería un problema mostrarse de cierta forma delante de la familia. Tampoco es que tenga que comerle la boca delante de su padre, pero en caso de tener que agarrar su mano, no suponía un problema.

No obstante, ellos nunca habían hecho nada como una pareja, todos sus encuentros habían sido en la casa de uno u de otro. No habían salido a cenar, no habían paseado por ningún sitio, tan solo un par de encuentros públicos como alguna fiesta o la graduación... Quizás si que había cosas a las que no estaban acostumbrados. Flavio sintió sudor en sus manos tan solo pensar en eso, no es que le supusiera un problema actuar de cierta forma, sino todo lo que implicaba para él, para ellos.

Quizás no debería de haber aceptado ir.

Escuchó por los altavoces como el tren llegaba a su destino, ya no había vuelta atrás.

Flavio se levantó del asiento y fue en busca de maleta, esperó que un par de pasajeros bajaran del vagón para poder hacerlo él.

Entonces la vio, con sus mechones rubios en la cara debido a la leve brisa. Tenía unos pantalones vaqueros cortos y un top azul, estaba guapísima. Sus ojos estaban tapados por unas gafas de sol, pero podía imaginar lo bien que resaltaba el color de su top con sus ojos. Se quedó paralizado a pocos metros de ella, hacía unas semanas que no la veía y se le hizo raro volver a verla.

Que electricidadWhere stories live. Discover now