capitulo 12

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—Hola— pronuncie nerviosa
— ¿Que haces aquí?

— Se que me dijiste que me ibas a llamar, pero como tuvimos nuestra primera discusión quise confirmar si todo estaba bien.

— Eh — salí afuera y cerré la puerta rápido para que no lograra ver a kian — si claro todo esta bien ¿Porque no lo estaría?

Pongo una mano en mi cadera y luego la paso por mi cabeza mirando para varios lados.

— Me alegra escuchar eso
¿Tu madre está en casa?

— Si pero no puedes entrar — solté rápido pensando en que mentira inventar.

— ¿Porque, Pasó algo?

— Si, mamá tiene gripe y si entras te va a contagiar y no quiero que te enfermes.

—¿Ya fue al hospital?—preguntó con preocupación. Pobrecito, si supiera que todo es una mentira.

— Claro, el doctor le dijo que no era nada grabé pero igual hay que tener precaución.

— ojalá que que se mejore.

— Si — me rasque nuevamente la cabeza buscando soluciones hasta que se me prendió el bombillo — y si mejor vamos a tu apartamento, digo es mejor que estar parados aquí fuera.

Este se lo pensó por unos minutos antes de asentir.

— vuelvo en un minuto.

Ni siquiera dejé que respondiera y corrí dentro de la casa. me asegure de que Kian estaba hablando de nuevo con mi mamá y subí rápido a mi habitación me cambie como flash y tome mi celular y mis llaves y salí.

— Ya vamos — dije en cuanto salí.

— Okay, eso fue rápido.

— No quería hacerte esperar
— mentí encogiendome de hombros.

Nos subimos a la camioneta sin soltar una sola palabra. No dijo mucho en todo el camino cosa que agradecí porque ya no sabía que mentiras inventar, ya teníamos como media hora en la carretera y me voltee a mirarlo.

— Oye.

— ¿Si? — respondió sin dejar de mirar a la carretera.

— ¿A dónde vamos?

— Bueno tengo mucho tiempo que no voy a ese lugar, es especial, me gusta mucho y me da paz, así que pensé que podía llevarte.

— mientras no haya arañas y no sea un lugar encerrado, todo estará bien — digo haciendo una mueca de horror al recordar las peludas patas de una araña.

— ¿Arañas? ¿Le temes a las arañas? — desvio la vista de la carretera y posándola en mi con una sonrisa burlona.

— Si — admití — es que son peludas y tienen muchos ojos y... me dan asco y miedo a la vez.

— Ay que mal por ti — dice con tristeza fingida.

— ¿Y eso porque?

— Porque hay una en tu hombro en este momento.

Cuando dijo eso me dieron ganas de saltar del auto, comencé a pegarme como una loca hasta que escuche su risa, me di la vuelta como el exorcista y este dejo de reír al ver mi cara de querer matarlo.

— Tranquila, solo fue una broma
— dice con una sonrisa inocente.

— Por tu "broma" casi me da un infarto — suelto fastidiada.

— No exageres, tampoco es para tanto.

— Tienes razón, no es para tanto.

Fingí estar calmada mientras pensaba en mil formas de vengarme.

Hasta que no respire©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora