—Déjame adivinar —Theo abrió su ventana—, ¿perdiste la partida del último juego que compramos?

—No, es más, voy ganándola —presumí—. Creo que lo terminaré primero que tú.

—Sigue soñando.

—Le di un portazo en la cara a papá —comenté antes de lanzarme a su cama y estropear su perfecto orden—, y también le grité a un empresario importante.

—Tú no le temes a nada —sonrió.

—Creo que tienes la razón —bostezó y repetí su acción—. ¿Vemos alguna película?

—Miles...

—¿Terror, ficción? —saqué el control remoto y busqué ocupaciones en la televisión.

—Miles escucha, tu papá está aquí —lo quedé mirando confundido, él jamás viene a buscarme. Generalmente espera a que se calme el ambiente y llegue solo a casa.

—¿Seguro? Quizás te equivocaste de auto.

—Lo dudo, mira —abrí la cortina y efectivamente era él—. ¿Qué vas hacer?

—Volver al infierno.

—Tienes un cine en tu propia casa, no inventes. Eres jodidamente rico y te quejas.

—Me aburro solo, deberías ser mi hermano Theo —reímos.

—¿Para qué si tienes uno?

—No es verdad, ya siendo parte de mamá no cuenta, ambos hacen su vida aparte —carraspeé—. Nunca será mi hermano.

—Tal vez si hicieras un esfuerzo...

—Ni siquiera pudo venir a despedirse cuando se divorciaron, llevo años sin verlo. Soy hijo único y punto.

—Bien, cambiando de tema no me vencerás en el partido, soy uno de los mejores. Además te esperamos en el parque de diversiones a las doce, no se te olvide. Los chicos insistieron...

—Ten por seguro que nos vemos allí —el llamado de su madre resonó en la casa—. Tengo que irme pero me hablas por mensaje, si no respondo hasta esa hora envía ayuda.

—Sí, sí. Lo que digas —me empujó.

Salí con una sonrisa al patio pero Alexander Campbell, alias el padre pesado, no estaba feliz. Su postura autoritaria y gestos casi me convencieron de que me asesinaría con la ahí mismo con la mirada. Mi mente decía que corriera pero mis pies no estaban de acuerdo porque de algo que destaca a papá es la mano pesada que tiene a la hora de reprender, es jodidamente una tortura pasar por aquello. Siempre le he reprochado del hecho de que soy mayor para mis cosas, puedo cuidarme solo y no necesito de sus castigos por sé lo que hago. Pero creo que me la he ganado, su nariz no se ve muy bien que digamos.

¿Qué más da? Un portazo más, un portazo menos...

Sentarme esta semana, no la otra...

Bien, es horrible. Mi corazón late a mil por minuto si es que mis matemáticas no fallan. Podría tener un paro cardíaco y cargarme en los pantalones de lo angustiado que estoy.

Aquí necesitaría al idiota que se hace llamar mi hermano, con mucho gusto le echaría la culpa e inventaría una escena para que luego el castigado sea él. A veces me siento tan solo, Maya me hace compañía y la verdad no me quejo pero tengo miedo de olvidar lo que solía ser una familia. Que esa sensación desaparezca aunque en el fondo tengo claro que eso se esfumó hace años.

No los odio, ni a mamá, ni a Milan por querer plena libertad. A la semana de su divorcio papá ganó un gran proyecto en la empresa y después de casi haber anunciado su quiebra renovaron contratos ampliado el negocio a niveles internacionales. Desde ahí las llamadas de mamá se hicieron más frecuentes pero papá acabó comunicación y Milan dejó de hablarme a los meses.

—Sube al auto.

—¿No te alegras por verme? —hablé con sarcasmo—. "Oh por dios, Miles estás bien, los guardias soplones que tengo me dijeron dónde estabas y corrí por ti hijo mío"

—Deja de jugar y entra.

—¿Me vas a castigar? Pues que todos se enteren que el famoso Alexander Campbell...

—Te daré una única oportunidad, entras por las buenas o aceptas las consecuencias jovencito.

—De acuerdo Alexander —lo hice enfadar aún más—. Caminaré pero no porque tú me lo dices si no porque yo quiero.

Que alguien prepare todo por favor que hoy no saldré vivo de casa. Tengo que ser un chico arriesgado, ¿Cuál es mi jodido propósito? Divertirme claro y disfrutar mi juventud sin embargo con lo que hice no creo que me quede mucha.

Me encanta tentar mi suerte.

Aventuras de un herederoKde žijí příběhy. Začni objevovat