Esos parecían ser los únicos regalos inesperados en la pila, al menos hasta que llegó al paquete largo y estrecho del fondo. Su corazón se apretó ante la forma reveladora. -¡Amigo!- dijo Ron, acercándose y tratando de romper el papel de regalo.

Una Firebolt. 

Esta Navidad estaba llena de sorpresas.

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Con el ánimo por las nubes por su pila de regalos, a Harry le pilló casi totalmente desprevenido cuando le llamaron por su nombre. Estaba teniendo un raro momento a solas -con Hermione en la biblioteca y Ron secuestrado por los gemelos- y disfrutando de su tiempo deambulando hacia la comida de Navidad, dándole vueltas a sus pensamientos en su mente. Al menos, hasta que lo detuvieron, y su corazón se hundió.

-¡Harry, mí muchacho!- La cariñosa llamada de Dumbledore sonó en el pasillo de piedra. Harry se congeló, girando sobre sus talones. El director estaba vestido con una túnica festiva y sonreía ampliamente, ajeno a las náuseas que rodaban en el estómago de su alumno.

No lo mires a los ojos, pensó Harry desesperadamente, esparciendo una sonrisa en su rostro y fijando su mirada en algún lugar por encima del hombro izquierdo de Dumbledore. -¡Hola, señor!-, saludó alegremente, tratando de pensar en cómo podría haber actuado antes de que se le quitara la compulsión. Confiado, impulsivo, irreflexivo. Podría hacerlo. Tal vez.

-¿No has pasado el día con tus amigos?- preguntó Dumbledore, frunciendo las cejas. Harry se encogió de hombros.

-Hermione está terminando una redacción. Ron está con sus hermanos, no quería interrumpir-.

El recordatorio de la falta de familia de Harry hizo que el rostro del director se volviera triste y compasivo de una manera que hizo que Harry sintiera un picor de ira. Tal vez el anciano buscaba la empatía, pero falló por mucho. -Ah, por supuesto. Bueno, aun así debes tener cuidado, muchacho, estos días no son los mejores para pasar tiempo a solas. Es difícil protegerte si no sabemos dónde estás-. Su voz era suavemente regañona, y Harry resistió el impulso de poner los ojos en blanco. ¿De verdad creía que Sirius Black intentaría algo en pleno día?.

-Lo siento, señor-, dijo en su lugar, poniendo un ceño arrepentido en su cara. -Supongo que no pensé en eso. Iba de camino al gran comedor para comer-.

-No te preocupes, no te preocupes; después de todo, te encontré-, respondió Dumbledore con una risita. Comenzó a caminar, haciendo un gesto a Harry para que lo acompañara. -He oído que te has mantenido ocupado durante las vacaciones, muchacho. El encantamiento patronus es una magia bastante complicada; me impresiona ver que lo intentas. Debo admitir que no esperaba que el profesor Lupin se ofreciera; con su salud como está, tiende a valorar el tiempo que tiene para descansar-.

El rostro del viejo mago era amistoso, y Harry sabía que se lo habría creído fácilmente hace seis meses. El estómago se le revolvió de nuevo: ¿desaprobaba Dumbledore que Harry aprendiera el encantamiento? ¿Por qué? ¡Seguramente cualquier defensa que tuviera contra los dementores era algo bueno!.

-Yo... le dije lo que oigo cuando un dementor se acerca-, admitió Harry, eligiendo cuidadosamente sus palabras. No quería que Dumbledore pensara que estaba ocultando algo. -Es... le dije que no podía escuchar a mi madre morir una y otra vez. Le rogué que me enseñara-. Intentó no encontrarse con unos ojos azules centelleantes que lo inspeccionaban, tratando de aclarar su mente. -Él... dijo que se sentía bien, pero si no llegaba a estar bien si debo dejarlo... supongo que puedo manejarlo, señor-. Pobre, valiente y huérfano Harry Potter. Exactamente lo que demasiada gente esperaba ver, pero lo suficientemente fácil como para dárselo cuando le convenía.

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