3. Clase de gimnasia

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EDITADO

Esta fue una noche muy movida. Luego de ese desastre en la playa, cuando pude convencer a Daniel de que se levante de la arena y volviéramos a casa, tuve que curarle la herida del labio e intentar hacer algo con su ojo morado. Un caso perdido. No dormimos casi nada, pensando en qué diablos le diríamos a mamá. Hasta que se nos ocurrió: ¿Para qué decirle? No hacía falta. Así que, llegamos a la conclusión de que Daniel usaría unos lentes de sol e intentaríamos salir lo más pronto posible del apartamento.

Luego de tan solo dos horas de sueño, me levante como pude de la cama, me vestí unos jeans vaqueros con una camiseta de Bon Jovi colocada dentro de este, y mis Converse negras desgastadas. Dejé mi cabello castaño suelto, y tomé el walkman, dejando los audífonos en mi cuello y la cinta en el bolsillo delantero de mis jeans, tomé mi camisa de cuadros y me la puse desabotonada.

—¡Chicos! —gritó mamá, desde la cocina.

Le di un beso al gigante póster de Axl Rose que se encontraba en mi pared y salí disparada hacia el comedor. En el camino me crucé con Daniel que, como habíamos planeado, llevaba los carismáticos lentes de sol que mamá le había regalado en navidad.

—¡Chi—

Nuestra progenitora no terminó de hablar, cuando llegamos al comedor.

-—Hola, mamá —besé su mejilla y me dirigí hacia la mesa para desayunar, divisé que ésta estaba cocinando huevos revueltos.

—Hola, mamá —logré escuchar el saludo de Daniel, cuando pasó volando directo al refrigerador, metiendo la cabeza dentro lo más que podía, intentando que mamá no lo viera.

—¿Qué tal la fiesta? —preguntó la misma.

—Estuvo bien —dijo Daniel, antes de que yo hablara.

Bueno, si para Daniel 'bien' significa: 'un ojo morado' entonces, sí. La pasamos muy bien.

—Debe haber estado más que bien, no los escuché llegar —sonrió mamá, antes de sentarse en la mesa conmigo—. ¿Hicieron amigos?

¡Pff! No sabes cuantos. Abrí la boca para responder que no a su pregunta, pero Daniel se me adelantó.

—Sí, un par de chicos.

No pude evitar mirarlo con cara de "sí, claro". El único amigo que habíamos hecho, lo perdimos.

—Debemos irnos —continuó Daniel, para luego salir del refrigerador a toda velocidad y caminar hacia la puerta. Pero, cuando pasó por mi lado, me tomó del brazo con intenciones de irnos, casi lloro, yo sí quería desayunar. Leí por ahí que cuando duermes poco tienes más hambre.

—Siéntense y coman primero —dijo mamá, señalando el desayuno.

—No, no tenemos hambre —respondió Daniel, con la boca llena.

—¡Vamos! Necesitan energía para ser encantadores —bromeó mamá.

—Yo sí tengo hambre —le reproché a Daniel, quien todavía me sostenía del brazo para salir de aquí.

—No, no es cierto. No tienes hambre —dijo Daniel, con los dientes apretados y liquidandome con la mirada.

—Sí, sí tengo hambre —dije de la misma manera, y volví a sentarme.

—Alex, vamos. Estamos bien, tenemos energía —insistió Daniel, pero cuando se trata de comida no me lleva ni el diablo.

-—Daniel —mamá le llamó la atención.

—¿Qué? —respondió, cansado.

—Quítate las gafas —pidió mamá, sonriente.

Oh, no. Mierda. Él se apresuró a intentar sacarme del apartamento, pero ya era tarde. Pasó lo que no queríamos que pase. Daniel y yo nos echamos una mirada de ayuda, él no sabía qué decir, yo dejé de comer, congelada.

in two wheels ; johnny lawrenceWhere stories live. Discover now