Trípoli y... después

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Su mano rozó la sábana de algodón fresco. Lo sentía respirar apoyado en su pecho.

Tenía que guardar esos segundos para poder sobrevivir hasta el final de sus días.

La de él era solamente pasión, un amor no nacía en 24 horas.

Ella no… ella no llevaba tan poco tiempo pensando en él, pero tampoco había sido una idea fija.

Inútil buscar algo que corroborara la palabra amor, no había nada que la atara al Ying y el Yang de esa hora de la siesta tripolina.

Ahmed se puso boca arriba y apoyó de nuevo la cabeza en el vientre de ella.

Pero sorpresivamente se dio vuelta y depositó allí sus labios.

Thea sintió que un escalofrío le recorrió todo el cuerpo.

Ese gesto… le recordaba que habían hecho el amor sin cuidar nada. Nada de nada.

No pudo hablar, él la aferró de la cintura y la deslizó sobre su cuerpo.

-     Tus huesos se ven pero no lastiman- dijo ronco.

-     No soy muy mediterránea en eso- trató de bromear.

-     Qué tenés que no puedo dejar de abrazarte?-

De nuevo el silencio y la respiración de los dos.

No le hizo mal. Demostró solamente la desesperación de no querer reconocer algo simple.

Estaba loco por esa chica y sabía bien que no era su encierro, había recibido visitas femeninas en esos meses, variadas…

Y también la desesperación de no poder ubicarla en su futuro. No saber hacerlo!

Después del gesto brusco volvió a ser el protector, suave, el amoroso que jamás había sido y que ahora no podía dejar de ser.

La amó. No se lo dijo pero la amó como jamás lo había hecho.

Tal vez porque sabía que nunca más iba a amar.

-     Ahmed…- intentó ser lúcida cuándo ya era imposible.

Entonces lo recibió. Lo sintió entregarse entero y lo aceptó.

Setenta y dos horasWhere stories live. Discover now