Astrid asintió mientras movía su pie rítmicamente, esperado que el elevador llegara a su destino final. Las manos de Connor se apoderaron de su cintura, haciendo un jadeó saliese de su boca, para luego ser besada por sus rosados y suaves labios. Le incomodaba que sus manos estuviesen en su cintura, pero en ese momento no le importo en lo absoluto.

Al separarse, Connor volvió a besar sus labios con un beso casto.

—Eso sí es un saludo.

—El primero y el último—sentenció, Astrid, con una sonrisa que amenazaba adueñarse de su rostro.

El elevador se detuvo y ambos salieron en dirección al auto de Connor. El camino fue de lo más incómodo para ambos, cuando sintieron como la tensión se acumulaba entre ellos. Antes de abrir la puerta para Astrid, Connor se arriesgo a posar sus labios sobre los de Astrid, acorralándola contra su auto.

—Ups. Creo que no he cumplido.

—Cállate.

—Solo por ti, amor.

* * *

Astrid tarareaba la canción Ain't It Fun de Paramore que la emisora transmitía en ese momento, mientras que Connor golpeaba el manubrio con sus dedos siguiendo el ritmo. Astrid no poseía una voz magnifica, como las de los ángeles, al contrario era una persona bastante desafinada, pero al parecer Connor no se había dado cuenta de eso o trataba de ignorar el hecho que cantaba horrible. Volteó al ver el perfil el piloto que estaba al poder del manubrio y sonrió, viendo como sus largos cabellos rebotaban contra su rostro por el sistema de aire que tenía el auto. Bajó un poco aire, viendo como sus rizos dejaban de golpear contra su frente y nuevamente lo subió para que golpeasen su rostro. Rio.

Connor desplazó su mano hasta la de Astrid, tomándola entre la suya y acariciando esta con movimientos circulares. Podía sentir el frío contacto de la piel de Astrid bajo la suya, por lo que unió aún más su mano con la de ella, calentándola.

«Podrías calentarla de otra manera»

Estorbó sus pensamientos y se concentró en la carretera y en las caricias que le proporcionaba a Astrid. Ansiaba por llegar al lugar prometido, ya que sería el perfecto para fotografiar al ángel de Astrid, y tendría que tener cuidado porque su cámara podría quedar fascinado con la preciosa imagen de la morocha de su lado y no podría apagarla.

Acarició la rodilla de Astrid con sus largos dedos, haciendo que la blanca piel que poseía se erizara con su tacto, haciendo que sonriera. Le encantaba la reacción que emitía su cuerpo cuando entraban en contacto, era exquisita. Miró de reojo a Astrid y pudo ser testigo del hermoso color carmesí que se adueñaba de sus mejillas.

—¿Dónde has sacado el auto? —preguntó de repente, Astrid.

—Lo he alquilado—respondió, Connor.

Doblo a la derecha en dirección a un corto camino de tierra, haciendo que el auto se sacudiese. Astrid se aferró lo mejor que pudo al asiento, para no moverse exageradamente a causa del movimiento. Llevó las manos a su rostro riendo al ver como Harry fruncía su ceño por el descontrol que tuvo el auto.

—¿Qué le parece gracioso, señorita Portinari? — preguntó.

Ella negó.

—Nada. —Se acercó más a él, alzó su dedo para acariciar al arruga que se formaba entre sus cejas, haciendo que sonriera—. Estoy emocionada.

—Yo igual. Ansío en fotografiarte, belleza.

El auto se detuvo y Astrid contuvo un grito al ver lo que sus ojos presenciaban maravillados; el reflejo del sol en el mar era encantador, al igual que la blanca arena a unos metros del auto. Desabrochó su cinturón y bajo apresurada, inhalando el costero aire de la bahía. Extendió sus brazos ampliamente disfrutando de la calidez del aire en su piel, hasta sentir como unos brazos se aferraban a su cintura, volteándola

Across ParisWhere stories live. Discover now