VI Leo

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—¿Cómo murió? —preguntó Leo—. Me refiero a Beckendorf. Will Solace avanzaba penosamente.

—Por una explosión. Beckendorf y Percy Jackson volaron un crucero lleno de monstruos. Beckendorf no sobrevivió.

Otra vez aquel nombre: Percy Jackson, el novio de Annabeth. Aquel chico debía de estar metido en todo, pensó Leo.

—¿Así que Beckendorf era muy popular? —preguntó Leo—. Quiero decir... antes de que muriera.

—Era increíble —convino Will—. Su muerte fue un golpe muy duro para todo el campamento. Jake... se convirtió en líder en plena guerra. Igual que yo, de hecho. Jake lo hizo lo mejor que pudo, pero nunca quiso ser un líder. Simplemente le gusta construir cosas. Luego, después de la guerra, las cosas empezaron a torcerse. Los carros de la cabaña nueve saltaron por los aires. Sus autómatas se descontrolaron. Sus inventos empezaron a funcionar mal. Era como una maldición, y con el tiempo la gente empezó a llamarlo así: la maldición de la cabaña nueve. Entonces Jake tuvo el accidente...

—Que tiene algo que ver con el problema que él ha comentado —aventuró Leo.

—Están trabajando en ello —dijo Will sin entusiasmo—. Ya hemos llegado. La fragua parecía como si una locomotora de vapor se hubiera estrellado contra el Partenón de Grecia y los dos se hubieran fundido. Las paredes manchadas de hollín estaban bordeadas de columnas de mármol blancas. Las chimeneas expulsaban humo por encima de un ornamentado gablete con grabados de dioses y monstruos. El edificio se hallaba en la orilla de un arroyo y tenía varias norias que hacían girar una serie de engranajes de bronce. Leo oía máquinas rechinando en el interior, lumbres rugiendo y martillos golpeando yunques.

Cruzaron la puerta, y una docena de chicos y chicas que estaban trabajando en varios proyectos se quedaron paralizados. El ruido disminuyó hasta reducirse al rugido de la fragua y el « clic, clic, clic» de los engranajes y las palancas.

—¿Qué tal, chicos? —dijo Will—. Este es vuestro nuevo hermano, Leo..., esto..., ¿cómo te apellidas?

—Valdez.

Leo echó un vistazo a los demás campistas. ¿De verdad estaba emparentado

con todos ellos? Sus primos venían de familias numerosas, pero él siempre había tenido solo una madre... hasta que murió.

Los chicos se acercaron y empezaron a darle la mano y a presentarse. Sus nombres se confundían unos con otros: Shane, Christopher, Ny ssa, Harley (sí, como la moto). Leo sabía que nunca se aclararía con todos. Demasiados. Demasiado agobiante.

Ninguno se parecía al resto: todos tenían distintos tipos de cara, de tono de piel, de color de pelo, de estatura. A nadie se le ocurriría pensar: « ¡Eh, mira, es la familia de Hefesto!» . Pero todos tenían manos fuertes, ásperas por los callos y manchadas de lubricante. Incluso el pequeño Harley, que no debía de tener más de ocho años, parecía capaz de luchar seis asaltos con Chuck Norris sin despeinarse.

Todos los chicos compartían una triste seriedad. Tenían los hombros caídos como si la vida los hubiera maltratado mucho. Varios de ellos también parecían haber sido maltratados físicamente. Leo contó dos brazos en cabestrillo, un par de muletas, un parche, seis vendas elásticas y unas siete mil tiritas.

—¡Bueno! —dijo Leo—. ¡He oído decir que esta es la cabaña de las fiestas! Nadie se rió. Simplemente se lo quedaron mirando.

Will Solace dio unas palmaditas en el hombro a Leo.

—Os dejaré para que os vayáis conociendo. ¿Alguien puede acompañar a Leo a cenar cuando llegue la hora?

—Yo me encargo —dijo una de las chicas.

el héroe perdido (Percy Jackson)Tahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon