II Jason

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La tormenta arreció hasta convertirse en un huracán en miniatura. Las nubes con forma de embudo serpenteaban en dirección a la plataforma como los tentáculos de una medusa monstruosa.

Los chicos empezaron a gritar y echaron a correr hacia el edificio. El viento les arrebataba las libretas, las chaquetas, los gorros y las mochilas. Jason se deslizó a través del suelo resbaladizo.

Leo perdió el equilibrio y estuvo a punto de caerse por encima de la barandilla, pero Jason lo agarró por la chaqueta y tiró de él.

—¡Gracias, tío! —gritó Leo.

—¡Vamos, vamos, vamos! —dijo el entrenador Hedge.

Piper y Dylan mantenían las puertas abiertas, reuniendo a los otros chicos en el interior. El forro polar de Piper se agitaba violentamente, y tenía todo el pelo revuelto en la cara. Jason pensó que debía de estar helándose, pero parecía tranquila y segura, diciéndoles a los demás que todo iba a ir bien, y animándolos a que no se pararan.

Jason, Leo y el entrenador Hedge corrían hacia ellos, pero era como correr entre arenas movedizas. Parecía que el viento luchara contra ellos, haciéndoles retroceder.

Dylan y Piper metieron a otro chico, pero se les escaparon las puertas, que se cerraron de golpe y dejaron aislada la plataforma.

Piper se puso a tirar de los pomos. En el interior, los chicos aporreaban el cristal, pero parecía que las puertas estaban bloqueadas.

—¡Ay údame, Dylan! —gritó Piper.

Dylan permaneció inmóvil con una sonrisa estúpida en la cara y su camiseta de los Cowboys ondeando al viento, como si de repente estuviera disfrutando de la tormenta.

—Lo siento, Piper —dijo—. Ya he terminado de ay udar.

Movió rápidamente la muñeca, y Piper salió volando hacia atrás, se estampó contra las puertas y se deslizó hacia la plataforma.

—¡Piper!

Jason intentó avanzar, pero el viento le soplaba en contra, y el entrenador Hedge lo empujó hacia atrás.

—¡Suélteme, entrenador! —dijo Jason.

—Jason, Leo, quedaos detrás de mí —ordenó el entrenador—. Esta pelea es

mía. Debería haberme imaginado que él era el monstruo.

—¿Qué? —preguntó Leo. Una hoja de ejercicios extraviada le dio en la cara, pero la apartó de un manotazo—. ¿Qué monstruo?

La gorra del entrenador salió volando, y del pelo rizado le asomaron dos bultos, como los chichones que le salen en la cabeza a los personajes de los dibujos animados cuando les pegan en la cabeza. El entrenador Hedge levantó el bate de béisbol, pero ya no era un bate normal. Se había convertido en una porra tallada toscamente a partir de la rama de un árbol, con ramitas y hojas todavía pegadas.

Dy lan le dedicó su sonrisa alegre de psicópata.

—Venga y a, entrenador. ¡Deje que el chico me ataque! Después de todo, usted se está haciendo demasiado viejo para esto. ¿No se retiró por eso a este estúpido colegio? He estado en su equipo toda la temporada, y ni siquiera se había enterado. Está perdiendo el olfato, abuelo.

El entrenador emitió un sonido de enfado como el balido de un animal. —Se acabó, y ogurín. Ha llegado tu hora.

—¿Cree que puede proteger a tres mestizos al mismo tiempo, viejo? —Dylan se echó a reír—. Buena suerte.

Señaló a Leo, y alrededor de él apareció una nube con forma de embudo. El chico salió volando de la plataforma como si lo hubieran aspirado. De alguna forma consiguió girarse en el aire y chocó de lado contra la pared del cañón. Se iba deslizando, arañando furiosamente en busca de un asidero. Finalmente, agarró un fino saliente situado un metro y medio por debajo de la plataforma y se quedó colgado con las puntas de los dedos.

el héroe perdido (Percy Jackson)Unde poveștirile trăiesc. Descoperă acum