5-Visita inesperada

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Qué día tan estresante el de ayer.

Estaba tendida sobre la cama mirando el techo y pensando en si debía levantarme o seguir con mi plácido sueño. Pero, como siempre, alguien perturbó mi amado momento de reflexión antes de levantarme.

-Celeste, déjame dormir más, por favor -refunfuñé.

-Ya tiene que levantarse ama, son más de las ocho de la mañana.

Celeste era quien se encargaba de cuidarme y vigilar que cumpliera mis deberes. Era una señora de mediana edad, estatura media y piel pálida.

-Ay, no quiero. Y ya te había mencionado que dejaras de llamarme así.

-¿Ama?

-Sí, se escucha feo.

-Siempre la he llamado de esta manera, todas las criadas deben hacerlo.

-Puedes llamarme por mi nombre.

-Temo que eso no se me es permitido.

-Bien, entonces dime señorita o algo por el estilo, solo déjame dormir más, por favor -comenté en medio de un bostezo.

-Bueno, pero tiene usted una visita importante.

-¿Qué? ¿Quién me visitaría tan temprano? -«espero y no sea Froilán porque me vuelvo a dormir por una eternidad».

-Es el duque Lancaster.

Momento, ¿Qué hacía este hombre aquí?

-¡Ay, mierda! -Corrí por todo mi cuarto si saber qué hacer- No puede ser.

-Señorita, manténgase al margen y modere su vocabulario -Siempre me regañaba de esta manera-. Corra a bañarse, no haga al duque esperar.

No tuve de otra más que obedecer.

Una vez que me terminé de bañarme, tuve que admitir que si se sintió bien, debí haberlo hecho antes, pero ahora tocaba lo que más odiaba. Las mil capas de telas antes de un voluminoso vestido, porque las damas de esta época al parecer preferían la belleza a la comodidad.

-¿Puedo vestir más ligero hoy? Tengo muchos otros vestidos.

-¿Cuál sugiere?

-Ese de allá -Señalé uno rosa pastel de telas finas y mangas largas bombachas.

-Eso es una bata de dormir.

«Qué estúpida me vi».

-¿Y no puedo usarla? -Preferiría andar en bata que asfixiarme con uno de los otros vestidos.

-No, eso sería inapropiado.

Me callé por un momento y la dejé hacer su trabajo. Me limité a estar de pie y permitir que ella me vistiera.

-¿Y si nos saltamos el corsé? -No le encontraba sentido a tener que usarlo con cada vestido, era sofocante, odiaba con todo mi ser los corsés.

-No -Apretó las cintas con fuerza y se le escapó una leve risa mientras lo hacía.

«Maldita Celeste».

***

Al terminar de arreglarme, me dirigí inmediatamente al salón donde me esperaba una visita. Esperaba cualquier cosa menos esto, encontré a Arthur con una gran sonrisa en el rostro y traía... ¿Flores? ¿Cómo un hombre tan espeluznante podía traer esas hermosas flores y sonreír de tal manera? Aunque, era de admitir que tenía una sonrisa perfecta.

«Pero es un desgraciado, no te confíes Darya», golpeé mi frente con mis manos tratando de esfumar aquellos pensamientos.

-¿Se puede saber que tanto piensa? -Arthur dio un paso acercándose a mí. Dejando un mínimo espacio entre nuestros cuerpos, me miró fijamente y esos hipnotizantes ojos lograron que olvidara que solo venía a echarlo de mi casa.

Mirándolo así parecía un joven enamorado que le traía flores a su amada. Sí que sabía fingir, si tan solo él fuera...

-En que cosas pienso -murmuré.

-¿Qué sucede? -Mostró una sonrisa burlona-, ¿acaso no puede resistirse a mis encantos?

-Me sorprende verlo tan temprano, ¿qué lo trae por acá? -Desvié la mirada con nerviosismo.

-¿No puedo visitar a la mujer que robó mi corazón? -Se acercó a mi oído. Sentir su tibia respiración, recorrer mi nuca hizo que me sonrojara-. Bromeo -Lo aparté rápidamente.

«¡Dios! ¿Qué planea?», si a penas nos conocimos ayer, además a Celeste casi se le salían los ojos. Por un momento me olvidé completamente de su presencia.

-Deberíamos hablar en otro lugar -Arrebaté las flores de sus manos y se las di a Celeste-. Ponlas en agua. Y usted, duque, sígame por favor -Lo guie a la terraza.

***

La terraza era muy amplia, hermosa y llena de flores. Daba vista a un lago precioso. Solía venir de vez en cuando a relajarme y a leer.

-Bien, ya podemos hablar tranquilos -Me senté en una de las sillas que rodeaban la mesa, soltando al fin el brazo de Arthur.

-¿Tienes algo para decirme? -preguntó sentándose también.

-Tú fuiste quien vino a mí, ¿no tienes nada que decir? -Ignoró mi pregunta y tomó de una taza de té de las que había sobre la mesa.

-La verdad es que no -Dio un sorbo a su té y me miró sonriente-, solo vine a contemplarte.

-Hace mejor el papel de bufón que de duque. ¿Por qué no nos ponemos serios? -Lo miré fríamente.

-Entonces, me gustaría saber sobre la propuesta que quería hacerme.

-No esperaba que le interesara tanto como para tenerlo aquí en persona. Pero ya que estamos, me gustaría ofrecerle un trato.

-¿Un trato?

-Deseo que nos ayudemos mutuamente a cumplir ciertos objetivos. Planeo formular un contrato que nos favorezca.

-Tengo mucha curiosidad. ¿En qué se basaría?

-Necesito deshacerme de alguien y usted podría ayudarme. Por eso me gustaría que firmáramos un acuerdo. Además... -Tomé una magdalena y me la llevé a la boca- Usted necesita evitar ser comprometido con alguna mujer por decisión del rey y bien del reino. Yo podría deshacerme de esa mujer, sea quien sea.

-¿Cómo sabe eso?

-Mi querido duque, yo sé muchas cosas -Él sonrió-. ¿Qué dice?, ¿le gustaría tener un trato conmigo?

Él pareció pensarlo por un tiempo. El silencio no tardó en hacer presencia mientras yo observaba cada una de sus finas facciones en silencio, era realmente apuesto.

-Bien, pero tendrás que casarte conmigo.

-¡¿Qué cosas dice?! -Estaba loco, como podía decir esas cosas a la ligera.

-Bromeo, no te alteres. Sin embargo, debes venir a mi casa mañana para discutir las condiciones del contrato.

-Qué susto.

-Hasta pronto querida Atenea -Se despidió dejando un cálido beso en mi mano.

-A-Adiós.

Vivir por siempreWhere stories live. Discover now