3-Propuesta

1.8K 722 434
                                    


Estaba muy concentrada observando el entorno, escuchando la maravillosa música al son del violín y admirando la gente bailar. Me quedé perdida en los candelabros, eran bastante hermosos, estos en lugar de focos como en la actualidad, traían un montón de velas. «Me pregunto quién perdería su tiempo cambiándolas cada vez que se gastaran, ¿y como es que no nos caía cera encima?». Me distraje tanto pensando en cosas insignificantes hasta que lo vi llegar a él.

Arthur Lancaster, el gran duque del reino y el protagonista masculino de este libro.

Siendo hermano menor del rey, debió haber sido el siguiente en la línea de sucesión al trono, pero debido un nefasto evento del pasado ya no podría ser así. Por lo que leí, era un hombre de pocas palabras y no tan tolerante, a pesar de eso era él quien podía ayudarme a deshacer mi compromiso con Froilán.

Gracias a que leí sobre él, se podría decir que lo conozco mejor que cualquiera de las demás mujeres. Cuando revisé la invitación al baile me sorprendió que él fuese el anfitrión.

A diferencia de las demás damas, yo no me lancé hacia él y traté de llamar su atención a toda costa. Solo me quedé en un rincón y esperé a que estuviera solo.

—Mis disculpas, debo retirarme —Me despedí de las damas que me acompañaban, observé al duque subir las escaleras y lo seguí.

***

Froilán

A penas llegamos al baile y ella salió corriendo, debí suponer que lo haría por la forma en que me miraba cuando veníamos en el carruaje. Me clavó una mirada tan intensa que pareciera que iba a matarme.

—¿Qué lo trae tan distraído marqués? —preguntó un noble sin relevancia para mí.

—¿No lo sabe?, su prometida lo trae loco —bromeó otro cuyo nombre ni recordaba.

—¿Es tan evidente? —Sonreí y di un trago a mi copa.

La verdad es que esa mujer estaba logrando que perdiera la cordura. Tenía que acabar con ella rápido, necesito el dinero y no cuento con tanto tiempo. Además, no la he visto en toda la noche, los nobles comenzarán a esparcir rumores de nuestro alejamiento.

—¡Vaya! Si es el afamado marqués de la casa Bridge —El nada agradable de Marco Miller me sorprendió llamando la atención de todos los que nos rodeaban.

—¿Por qué no te callas?, mejor hablemos en otro lugar —Lo llevé al balcón. No podía hablar a la ligera con un miembro de R.L., el grupo criminal que ha traído temor a los habitantes del reino.

—¿Por qué tanto miedo a que le vean conmigo?, señor marqués.

—¿Qué es lo que quieres?, deja de buscarme, sabes que pronto voy a casarme, evita hablarme en público.

—Disculpe mi insolencia, Marqués Bridge —Hizo una reverencia—. Espero no te lo estés creyendo. Ay, por favor, ambos sabemos que tan mierda eres —Comenzó a reír.

—Deja de burlarte y baja la voz.

—¿Por qué caminas así? —Se carcajeó— ¿Qué estuviste haciendo? 

—Nada que te importe. 

—Eres un ser extraño. Por cierto, ¿cómo va tu relación con la futura difunta? —siguió con sus burlas.

—Ella ha cambiado. Soy su prometido, pero ella actúa como si no le importara. A veces creo que intenta deshacerse de mí.

—Me marcharé por ahora, solo recuerda hacer bien tu trabajo —Se dio la vuelta y desapareció del lugar en cuestión de segundos.

Pregunté a unas cuantas damas si habían visto a Atenea y me dijeron que la habían visto al balcón, ¿pero a cuál?, esta mansión era enorme.

Qué problemática era esta mujer.

***

Atenea

Bien, ya estaba justo detrás de él, solo tenía que hablarle y conseguir que me ayudara. ¿Qué podría salir mal?

Aun así, no sabía cómo iniciar una conversación. Además, parecía acosadora observándole detrás de una repisa con un jarrón. Sabía casi todo de él, pero no era como que nos conociéramos personalmente.

¿Por qué alguien como él estaría en un lugar como este? Llevaba tanto rato siguiéndolo. Caminaba sin rumbo por los pasillos de la mansión. Pareció no notar mi presencia y continuó caminando. ¿A dónde iba?

De un momento a otro se detuvo frente al balcón y observó a la multitud bailar. Se veía tan solitario, como si no encajara en el lugar. Los observaba como tratando de descifrar el porqué un simple baile los ponía tan felices.

Luego continuó caminado y se dispuso a bajar las escaleras. ¿Ya se iba? No podía permitirle marcharse, no sin antes hablar con él. Así que sin pensarlo dos veces halé su brazo y lo detuve. Él se giró y me miró confundido.

—Yo... —No sabía que decir, lo primero que se me ocurrió fue presentarme— Soy Atenea Fletcher, es un placer majestad —Hice una reverencia.

—Arthur Lancaster, el placer es mío —Hizo una pausa y me analizó con la mirada—. ¿En qué puedo servirle? —preguntó con una sonrisa en el rostro, que si no lo conociera, diría que es genuina.

—Sé que sonará inoportuno, pero —Ya había llamado su atención, no era momento para echarme hacia atrás—, me gustaría bailar con usted.

Él no respondió. Lo sabía, no debí hacer eso, ahora nadie dejará de hablar de esto.

—Entonces concédame esta pieza —Me brindó su mano y la tomé. Con su ayuda terminé de bajar las escaleras y caminamos hasta posicionarnos en el centro del salón. Saludamos y comenzamos a bailar.

Como el baile de hace un momento fue colectivo y de forma muy movida. Ahora bailábamos suavemente al son del violín.

—¡Vean eso!, ¿ese de allá no es el duque?

—¿Y quién es la mujer que lo acompaña?

Las personas no tardaron en fijar su vista en nosotros y comenzar a murmurar. Era normal que les sorprendiera ver al duque bailando, ya que rara vez no hacía. Iba a pocos bailes, y cuando lo hacía, solo saludaba a unos pocos aristócratas para luego irse. A pesar de todo bailaba muy bien, gracias a Dios que yo tomé esas lecciones porque no ser así estaría, ya le había dado unas cuantas pinzadas.

—¿Puedo saber qué asuntos trae conmigo? —preguntó sacándome de mis pensamientos—, llevas rato siguiéndome.

Así que él lo sabía. Bueno, era algo obvio.

—Tengo una propuesta para usted —Continuamos danzando.

—¿Qué tiene usted para ofrecer que me pueda interesar? —Me hizo dar una vuelta y terminé pegada a él.

«Sé un secreto por el que matarías».

Me acerqué a su oído y susurré: —¿Le parece tan trivial el collar de Rya como para que hablemos en un lugar como este? —Su semblante cambió repentinamente y se puso serio.

El collar de Rya, aquel collar por el que se ha derramado sangre, librado guerras, y que solo una mujer en toda la historia pudo portar hasta su muerte. La reina Rya o como todos la llamaban: la Diosa de sangre azul.

—Interesante —Clavó sus oscuros ojos sobre los míos. Su mirada era de curiosidad con una pizca de malicia—, quisiera saber a qué tipo de propuesta se refiere. ¿Por qué no vamos a otro lugar?

—Bien —Un escalofrío recorrió mi cuerpo en ese momento. ¿En qué me había metido?, ahora que le iba a proponer a este hombre.

El duque delante de todos podía parecer alguien calmado que evitaba los problemas, pero solo yo conocía el infierno que esos ojos ocultaban. 

Vivir por siempreWhere stories live. Discover now