4-Contratiempos

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Desde su muerte, el collar de Rya fue pasando de generación en generación entre las reinas de Arleth, hasta que se "perdió". La razón por la que el duque Lancaster no podía heredar el trono fue por ese accidente del que todo el mundo supo, pero nadie tenía permitido hablar.

Hace tiempo su madre fue asesinada por una criada, la cual se adentró en el palacio por órdenes de la familia Lapsley, misma que intentaba con ansias robar el collar de Rya. Porque según ellos, era una reliquia de su familia. Cuando la tragedia sucedió, el pequeño príncipe Arthur jugaba a las escondidas con su hermano mayor Uriel, era tal la alteración y algarabía de todos en el palacio al enterarse de la muerte de la reina, que nadie notó a aquel pequeño niño que se escondía en el armario de su madre, y que por error terminó presenciando aquella atrocidad a la corta edad de ocho años.

Creció con odio en su corazón, remordimiento y sed de venganza. A pesar de que era príncipe, no se le permitía interferir en los asuntos políticos y mucho menos judiciales. Por ende, no se tomó en cuenta su declaración en la corte cuanto juzgaron a los Lapsley.

Indignado por la injusticia, terminó uniéndose a la guardia real a los dieciocho años. Dentro de poco tiempo paso de ser un simple soldado a capitán de tropas.

Cegó al pueblo con su perfil de príncipe bueno y benevolente. Cuando ganó el respeto y obtuvo la confianza de todo el reino, una noche serena como cualquier otra, decidió tomar justicia por su propia mano. Junto a su fiel escuadrón, decapitó a todo aquel que portase el apellido Lapsley.

A la mañana siguiente se encontraron un montón de cuerpos rodeando la mansión de los Lapsley, y algunas cabezas incrustadas sobre las columnas del portón. Dejando con vida únicamente al jefe de la familia, el marqués Everard, quien perdió la cordura al ver a todos sus familiares descuartizados como si fuesen animales. No se le volvió a ver jamás; muchos decían que se suicidó, otros que el duque lo torturó hasta la muerte, nunca se supo cuál de todas las versiones que surgieron después era la real.

Ese hombre era un monstruo, pero eso no evitó que yo amara su personaje.

Por todo el revuelo que se armó, el collar de Rya terminó perdido y a Arthur se le despojó su título de príncipe tanto como el de capitán. Como anteriormente la familia Lancaster era una familia ducal, este fue degradado a duque. En cuanto a los miembros de su escuadrón, fueron todos desterrados.

***

Parecía interesado en escuchar lo que tenía para decir. Solo tenía que seguirlo y persuadirlo.

—Mi querida Atenea —Froilán llegó repentinamente interrumpiendo mi baile con el duque—, ¿me explicas a que se debe esto? —cuestionó apartándome de Arthur.

La música dejó de sonar y la gente de bailar. Nuevamente, su atención estaba sobre y nosotros.

—Por favor no hagas un escándalo —Miré a todos lados con cierto nerviosismo.

—Acabo ver a mi prometida bailar muy de cerca con otro hombre, y necesito una explicación.

—No estamos casados, no me puedes prohibir bailar con otros hombres.

—Sigo esperando la explicación.


¿Y a este qué le pasaba?, lo miré molesta mientras que al duque Arthur se le escapó una leve risa irónica. Parecía divertirle la situación o la consideraba estúpida.

¿Qué debería hacer con estos dos?, tal vez podría... Bien, hora de actuar.

—Parece que ya no puedo ocultarlo más —Sujeté el brazo de Arthur y me aferré a él—. Marqués Bridge, creo que merece mis disculpas, pero no deseo mantener nuestro compromiso —Intenté parecer triste y avergonzada.

—¿Qué quieres decir? —preguntó confundido.

Arthur le lanzó una mirada altiva, mostrando una cínica y falsa sonrisa.

—La verdad es... —Seguro me lamentaría de lo que iba a decir— Ya no te amo, no deseo volver a verte —hablé sin pensar.

Perfecto, ahora todos me verían como una mujer de mala muerte.

—Debes estar bromeando, ¿cómo puedes dejar de amarme de la noche a la mañana? —mantenía esa inquietante mirada puesta en mí, esa sonrisa nerviosa y sus manos temblorosas detrás de él.

—Observa con cuidado mi rostro, ¿te parece que bromeo? —Las constantes campanadas acaban de avisar de que ya era media noche—. ¡Oh!, ya debo irme, mi padre se preocupará.

—No puedes marcharte sin aclarar todo esto.

«¡Ay Dios!, como jode este hombre»

—Que pase feliz resto de la noche, duque —Hice una reverencia despidiéndome y me dirigí a la salida.

—Atenea, eso que dijiste no puede ser verdad —Froilán me detuvo jalándome del brazo.

—No miento —Hice una pausa y respiré profundo—, como ha podido comprobar, mi único deseo es cancelar nuestro compromiso —Forcejeé intentando zafarme de su agarre.

—Detente, tenemos que hablarlo —Me apretó con aún más fuerza.

—Podría ya soltarla, esto me está comenzando a molestar.

—¿Por qué debería?

—O... ¿Prefiere perder el brazo? —Froilán me soltó rápidamente— Será mejor que resuelvan sus problemas en casa o tendré que deshacerme de ambos.

—Disculpe las molestias, señor. Me retiro —Salí prácticamente corriendo del lugar.

Al llegar a casa lo primero que hice fue despojarme todas las prendas y darme un respiro. Ahora tenía que planear como resolver esa situación, Froilán no me importaba mucho, pero requería a Arthur de mi lado. Ese loco desquiciado tenía justo el poder que necesitaba. El poder de hacer lo que le plazca sin ser juzgado. Él podría romper mi compromiso, aunque mi padre y el de Froilán se negaran.

Me dejé caer sobre la cama y acabé dormida en minutos.

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