17. Enfrentar al propio miedo

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Su expresión de entusiasmo, y esa sonrisa tan brillante que me estaba mostrando en estos momentos, hicieron tambalear mi auto-control una vez más, por lo que inspiré hondo antes de contestarle para calmarme.

—Claro que sí. Max, el chico de allí —señalé con el mentón a la persona de la que estaba hablando— te dirá qué es lo que tienes que hacer exactamente, pero si tienes cualquier duda puedes preguntarme —sonreí.

Paris asintió y, tras ponerse la camiseta añil del Centro por encima de la que ya traía, se acercó algo más tímido que antes al chico que le había señalado.

—¿Cuándo piensas decirle que estás enamorado como un idiota de él?

Chasqueé la lengua y miré molesto a la de pelo rosado, que me observaba con una sonrisa divertida dibujada en su rostro.

—Te he dicho que no te metas donde no te llaman, Lori. Además, ¿qué más te da a ti si se lo digo antes o después?

—Realmente no me importa cuándo te confieses, pero si yo fuese tú, no tardaría demasiado tiempo en hacerlo —se cruzó de brazos—. ¿O quieres que alguien se lleve al Principito antes de que tú puedas hacer algo?

Apreté los puños y desvié mi mirada hacia el suelo.

Claro que no quería que pasase eso... pero en realidad era difícil confesar todo lo que sentía hacia él así como así.

—En fin —suspiró—. ¿Barb va a venir? Porque como el muy idiota no venga a echar una mano, y esté manoseándose con el otro idiota mientras yo trabajo, la próxima vez que me lo encuentre le volveré a presentar a “Mini-Lori” —se besó el puño derecho— y a “Revienta-idiotas” —se besó ahora el puño izquierdo.

—Deja de ser tan agresiva por un momento —ahora el que suspiró fui yo—. Y sí, vendrá. Le he mandado un mensaje hace un rato pero, ¿con quién dices que está “manoseándose”? —pregunté con un ápice de curiosidad.

La de pelo rosado me ignoró, apartó la vista hacia otro lugar y reprimió una carcajada, por lo que decidí mirar hacia donde apuntaban sus ojos, encontrándome en ese momento con un par de personas que jamás pensé que vería juntas.

Kiam y Barb acababan de entrar en el Centro y, mientras que el primero bufaba varias incoherencias como de costumbre, mi mejor amigo parecía hacer un esfuerzo casi sobrehumano para no estallar en risas al ver cómo el otro se quejaba de nuevo al haberse puesto la camiseta del Centro del revés.

—Y llegó el dúo de idiotas —anunció Lori.

—Yo pensé que me podría escaquear de venir a ayudar aquí —habló el de la dilatación cuando se acercó a nosotros—. Mi hermana solo me dijo que se iba unos días, no que tendría que hacer sus cosas mientras ella estaba fuera y hacerte caso a ti, mi amo y señor Darel —comentó ahora burlón.

Lo miré molesto y me dispuse a hablar, pero antes de poder hacerlo, Kiam se interpuso entre ambos.

—¿Dónde está Paris? —preguntó con cierto ápice de enfado en su voz—. Porque sé que está aquí, sino, no me hubiese molestado en venir a un lugar en el que iba a estar rodeado de idiotas.

De Príncipes y Princesos ©Where stories live. Discover now