8. El encuentro con el mago. Parte 3

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5 de febrero de 2003.

Lo mejor era esperar, reflexioné, mientras paseaba sobre el bosque. Quizás necesitaba contarle todo a mi viejo. Seguro le iba a caer mal enterarse de que era un arcano, pero iba a aconsejarme bien. De súbito, me invadió una energía intensa y me puse en alerta. Descendí y me puse en guardia, buscando a algún demonio o monstruo entre los árboles. Luego de unos instantes dando vueltas sin hallar nada, despegué y me dirigí hacia el centro.

Faltaba poco para el amanecer y solo quedaban algunos turistas caminando por la peatonal. El resto de las calles se encontraban vacías, a veces con alguna persona que se apuraba a regresar a un edificio. Me invadió esa energía de nuevo, esta vez mucho más intensa. Me llevé las manos a la cabeza y me tambaleé en el aire... ¡Justo cuando alguien cayó sobre mí! Forcejeé, apenas viendo a mi enemigo, que se aferró a mí y me hizo descender con fuerza. Luego me estrellé contra una terraza amplia y vacía.

Me incorporé rápido, listo para enfrentarlo. Aterrizó frente a mí.

Era un hombre de unos cuarenta años, con el cabello castaño oscuro. Llevaba una barba candado. Sus ojos verdes emitían una energía potente y se veían brillantes a pesar de que nos separaban varios metros y estábamos rodeados de sombras.

Dio un paso y encendí mis manos en llamas para intimidarlo. Por un instante creí que era un arcano como yo. Sin embargo, ¿por qué no se había transformado? Había algo en su rostro que me resultaba familiar... ¿acaso lo había visto antes? Busqué entre mis recuerdos, sin resultados.

—Reconozco la magia que usás. Sé que sos un arcano artificial —pronunció y un brillo surgió de sus manos.

—¿Quién sos? —le pregunté, segundos antes de que se lanzara hacia mí.

Esquivé su disparo y arremetí con mi fuego, pero lo bloqueó con un campo de fuerza. Lo ataqué con un rayo y dio un salto para esquivarlo, elevándose varios metros en el aire. Materializó unas cuchillas de energía, que bloqueé con mi brazal plateado.

Volé hasta él y comencé a golpearlo. El hombre rio y surgió un humo verde de él, que me cegó y entró a mis pulmones. Empecé a toser y fui derribado por uno de sus disparos. Traté de recomponerme en el suelo. Me sentía cada vez más débil. No sabía quién era ese tipo, pero entendí enseguida que me hallaba frente a un mago que superaba por mucho a los yaltens. Y yo que me creía invencible por ser un arcano...

—Sos un yalten... —me dijo el tipo, inclinándose sobre mí—. Percibo la magia corrupta en u aura —aseguró, pasando su mano por el espacio de aire frente a mí. Se manifestaron los símbolos con forma de insecto y tomó uno en su mano—. Veamos qué tenemos acá...

Una luz destruyó al sigilo y comencé a temblar. La energía me recorrió de pies a cabeza y sentí que me volvía más pequeño... Seguía teniendo mi traje de arcano, aunque había regresado a mi tamaño normal. El hombre abrió bien los ojos y aproveché para liberar un tornado de llamas desde mi pecho, que lo hizo retroceder.

Me paré y le disparé rayos a toda velocidad.

—¡Sos un niño! —gritó, esquivando mis ataques—. ¿Cómo fue que te metieron en esto? ¡Los yaltens son peligrosos!

Dejé de agredirlo y me quedé mirándolo, mientras recuperaba el aliento.

—No sé qué te dijeron, pero la magia que usaron con vos es muy peligrosa —me explicó, justo cuando el símbolo que destruyó se formaba de nuevo en mi aura, moviendo sus patas de araña. Este entró en mí, y volvieron a aumentar mi altura y la fuerza de mis músculos—. Ese cambio en tu cuerpo, que te hace crecer, te lastima. —Me observó de pies a cabeza y sentí que podía extraer información de mí como si fuera un libro abierto—. Los poderes que canalizás son de un arcángel muy poderoso. Si no tomás los recaudos necesarios, vas a tener problemas graves. Vení conmigo. Puedo ayudarte.

—¿Quién sos?

—También soy un mago, pero no un yalten. —Se llevó una mano al pecho—. Me separé de ellos. Busco remediar lo que hicieron... No hace falta que me respondas ahora. Sé que estás liberando a la ciudad de los demonios y no voy a interferir con eso.

—Me estuviste siguiendo —le reproché.

—Poco a poco te vas a dar cuenta de con quienes te metiste —siguió hablando—. Buscame entonces. Voy a sentir tu presencia. Mientras tanto, mandale saludos a quienes hayan sobrevivido de la Orden de los Yaltens, de parte de Sebastián Glenn —indicó con una media sonrisa—. Y deciles que Costa Santa es mía. No son bienvenidos acá.

Se esfumó en el aire.

Me quedé pensando en su nombre. Sebastián Glenn... me resultaba demasiado familiar. ¿Dónde lo había escuchado? Glenn... era el apellido de una de las chicas de mi escuela. ¡Anabella! Había sido compañera mía hasta noveno y ese año entraba con Bruno y conmigo al polimodal en ciencias naturales.

¿Sería su padre? Quizás por eso su rostro me era conocido.

Me fui rápido de ahí. A pesar de que estaba asustado y no confiaba en él, una parte de mí sentía que Sebastián me había dicho muchas verdades. Pensé en mi madre y en los yaltens y se formó un nudo en mi garganta.

Somos Arcanos 3: El Fantasma de Costa SantaWhere stories live. Discover now