6. La sangre de Yalten. Parte 2

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—Estuviste muy bien, hijo —aseguró, palmeándome en la espalda—. Terminamos por hoy. Ahora vamos cenar con Amanda y de ahí vas a descansar a tu casa.

Asentí y la transformación se disolvió. Ya con mi estura normal, subí las escaleras acompañado por los magos y me dirigí al comedor, donde se hallaba mi hermanita, mirando la tele. Una vez que nos sentamos a la mesa a comer, insistió para que le contara todo con lujo de detalles. Los magos se deleitaban con la expresión maravillada de la niña y cada tanto se reían a carcajadas.

—Tenemos tantos planes para vos... —comentó Giuseppe, observándome.

La frase me hizo sentir incómodo. ¿Acaso iba a tener que obedecerlos siempre? Entendía que había conseguido los poderes gracias a ellos, sin embargo quería decidir por mi cuenta qué hacer con ellos. Por supuesto, iba a ser algo bueno. Decidí no tocar el tema en aquel momento. Lo que sí estaba claro para mí era que no iba a ser su esclavo.

¿Estaba siendo paranoico? Me encogí de hombros, alejando las preocupaciones de mi mente.

—Hay una cosa que nunca les pregunté —comenté, antes de dar unos sorbos de vino—. ¿Quién es el hombre del retrato en el comedor?

—Edmundo Clavería, el último emperador que tuvo nuestra orden antes de abandonar Costa Santa.

Casi me atraganto.

—Tiene el apellido de mi amigo Bruno.

—Porque es su abuelo —aclaró Giuseppe, con seriedad.

—Entonces... ¡En su familia también son yaltens! Podemos compartir todo con él —comenté, entusiasmado.

Todos cobraron una expresión seria.

—Edmundo Clavería fue asesinado por el Demonio Blanco hace once años... ninguno de sus hijos siguió el camino de la magia, porque no eran aptos. Edmundo lo sabía y por eso jamás les reveló que era un mago.

—¿Y Bruno? ¿Quizás él sí puede...?

—Una vez que se corta el linaje, no se puede ingresar a la orden —sentenció mi madre—. Así son las reglas.

Bajé la mirada hacia mi plato, pero no seguí comiendo.

—¿Por qué el traje mágico de Edmundo tenía una armadura verde y no una violeta como ustedes?

De pronto, recuperaron el ánimo y se rieron.

—No les decimos trajes mágicos; los llamamos corazas de sangre —indicó Teresa—. Un aspirante a la orden termina siendo aceptado por completo cuando logra manifestarla. Casi siempre surge luego de largas meditaciones en las que se busca la comunión sagrada con el espíritu de San Yalten, para que le otorgue este don.

—¿Por qué se llaman así? ¿Están hechas de sangre de verdad?

—Son de un material mágico —dijo Giuseppe—. Cuando un iniciado logra la comunión sagrada, es cubierto de un aura rojiza y luego de esto es capaz de manifestar su coraza. Los primeros yaltens aseguraban que esa fuerza era la sangre del santo, de la que emanaban de forma milagrosa nuestras vestimentas y armas.

—¡Guau! ¿También pueden crear armas? —pregunté y asintieron.

—En los años ochenta, muchos estudiosos de la orden pensaban que esto era una leyenda y que la coraza no estaba hecha de la sangre metamorfoseada del santo, sino que era un milagro mágico distinto, desarrollado a través de los siglos por la orden —continuó Roque—. Solo que la luz y las ropas se materializaban de color rojo y violeta porque era lo que los miembros de la orden querían ver, influenciados por los mitos que circulaban acerca de los poderes de la sangre de los santos.

—¿Y cuál es la verdad? ¿Es la sangre del santo o no? —pregunté.

—No lo sabemos —contestó mi madre.

Me quedé en silencio un rato, procesando la información.

—Entonces, ¿por qué la coraza de sangre del emperador anterior tenía un color diferente? —pregunté—. Mantiene la capa roja, pero la armadura es verde, a diferencia de la de ustedes, que es violeta. Además, en la de él no se ven esas formas venosas.

Los yaltens se miraron entre ellos antes de responderme.

—Solo en algunos casos se manifiesta de otro color —indicó mi madre—. Suele ser una señal de que el portador va a ser un mago excepcional, elegido por el Santo Yalten. Edmundo Clavería fue excepcional en muchos aspectos... y terrible. Demasiado osado —aclaró, con una expresión sombría—. Así que supongo que cumplió con ese axioma. Desde entonces, no volvió a haber un yalten con la coraza de un color distinto al violeta.

—Cuando se desactivó la magia original, hace unos años, casi perdimos las corazas de sangre. Improvisamos unos hechizos que nos permitieron mantenerlas. Desde entonces, surgen con esas formas venosas que ves, que son refuerzos mágicos —indicó Teresa.

Comprendí que eso era parte de la magia corrupta que habían mencionado Amanda y mi padre y que Teresa lo estaba disfrazando con sus palabras. Como fuera, me hallaba fascinado por la historia misteriosa de la orden. A medida que avanzaba en mi aprendizaje y los conocía más, iban confiándome sus secretos. No dejaba de preguntarme cómo mi viejo se había animado a dejar un mundo tan increíble atrás, aunque comprendía sus razones, que habían sido muy válidas.

También entendí porqué mi mamá no había querido dejar a los yaltens atrás y me odié un poco por eso... Decidí que era el momento de perdonarla. Todo tenía una razón de ser; había un propósito mayor, que nos había guiado. Gracias a mi madre tenía poderes, era un arcano e iba a hacer el bien en Costa Santa y en el mundo.

Juro que estaba convencido de eso. De verdad. 

Somos Arcanos 3: El Fantasma de Costa SantaWhere stories live. Discover now