7. Primeros vuelos del Fantasma. Parte 1

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28 de enero de 2003

El sol había asomado hace menos de una hora y yo estaba bostezando entre las sombras del bosque. Los yaltens nos habían despertado temprano a Amanda y a mí y, tras el desayuno, mi madre anunció que íbamos a entrenar en medio de la naturaleza. Para felicidad de mi hermana, esta vez le permitió venir.

Si bien los yaltens se movían alrededor del terreno, trazando símbolos de protección e invisibilidad, no dejaba de sentir que nos observaban. Se contaban muchísimos mitos urbanos acerca del lugar, evidentemente surgidos de las actividades de los magos en el pasado. También sabía que había enemigos. Recordaba que mi madre los había mencionado y no confiaba en que la magia nos apartara de ellos por mucho tiempo.

—¿Todo bien? —me preguntó Amanda.

—Sí. Todavía siento un poco de fiaca —dije.

—Alguna vez tenemos que venir de campamento —sugirió Amanda y resistí mis ganas de poner los ojos en blanco. Como si fuera a apartarme de mi PlayStation y mis cómics por más de un día—. Mamá y yo fuimos de viaje varias veces por el sur y nos instalamos con la carpa frente a los lagos de Bariloche. Por la noche asábamos comida en una fogata. Te va a encantar.

A decir verdad, no sonaba tan mal.

—Muy bien —dijo mi madre, aproximándose a nosotros—. Amanda, en cuanto te indique quedate pegada a Roque, que te va a cuidar —indicó—. Javi, transformate ahora, que vamos a invocar a un monstruo del Infierno.

—¿Qué?

—Es uno de tamaño humano. —Me clavó la mirada y puso los brazos en jarra—. Escuchame, ¿algún día querés ser independiente y salir volando por ahí a hacer el bien con esos poderes sin que te vigilemos? —Abrí bien los ojos al escucharla y consideré la posibilidad de que hubiera estado leyendo mi mente—. Entonces, demostranos que sos capaz de manejarte solo.

Asentí y llevé la mano hacia el cielo.

—¡En el nombre de San Yalten, invoco tu poder, arcángel Cassiel! —pronuncié.

Me transformé al instante.

—Excelente —dijo.

—Yaltens, formemos un círculo en este lugar —indicó Roque y los demás lo obedecieron.

Cerraron los ojos. No manifestaron sus corazas de sangre, como yo esperaba. Tampoco recitaron versos en una lengua antigua. Se quedaron tomados de las manos en silencio. En cuanto abrieron los ojos se separaron muy rápido. En el suelo se formó un círculo de fuego, del que emergió una criatura con cuatro brazos, cabeza de serpiente y cuatro cuernos.

—¡Amanda, Roque, váyanse bien lejos! —gritó mi madre y se quedó con Giuseppe y Teresa vigilando al monstruo.

El demonio giraba la cabeza de un lado a otro, mientras siseaba observando a los yaltens que lo rodeaban. Mi madre, Giuseppe y Teresa se alejaron con lentitud, dando unos pasos hacia atrás.

—¡Ahora, Javier! —indicó mi mamá y me despabilé.

Avancé, hacia el monstruo y le disparé un rayo blanco, que lo hizo trastabillar. Me clavó la mirada y abrió las fauces llenas de colmillos. Mi madre y los demás aprovecharon para girar y salir corriendo, justo cuando vino hacia mí. Lo tomé entre mis brazos y despegué. Se separó con una patada y empezó a caer, mientras surgía un fuego de su espalda. Las llamas materializaron unas alas, con las que el demonio se estabilizó en el aire, antes de propulsarse de nuevo en mi dirección. Llegó en segundos y apenas llegué a esquivar su arañazo.

Mi corazón se aceleró y la realidad parpadeó frente a mí, mostrándome otro paisaje: el espacio, plagado de estrellas. Sentí que era un tornado viviente gigantesco, hecho de fuego blanco y negro, suspendido entre los astros. Me enfrentaba a una nube siniestra y caótica, de la que asomaban extremidades y rostros que luego se perdían entre el vapor. Cambié, transformándome en un cuerpo inmenso, y mi enemigo me imitó. Estábamos listos para luchar y junté mis manos para formar una esfera de luz.

Volví al cielo sobre el bosque de Costa Santa, con aquel demonio serpiente a centímetros de mí. Extendí las manos hacia él, empujando la esfera. Esta impactó en su pecho, alejándolo, y luego entró en su ser. El enemigo tembló en el aire, expulsando rayos blancos y negros de sus ojos, su abdomen, su espalda, antes de estallar en pedazos.

Aterricé. Mi madre se sería a carcajadas y por momentos lloraba. Amanda saltaba con los brazos en alto, y el resto de los yaltens me miraban alucinados.

—¡Es impresionante! —gritó mi mamá, acercándose. Luego me rodeó con un brazo y se giró hacia el resto—. ¿Qué les parece? Aprendió rápido el muchacho.

—Escuchame, ma. Vi algo... —dije y les relaté la visión que me había invadido durante la pelea. La mujer se cubrió la boca con la mano y se agachó, mientras el resto me observaba pasmado—. ¿Qué pasó? ¿Estás bien? —le pregunté, alarmado.

—Sí... —aseguró, cuando me acerqué a ella y me tomó de los hombros—. Javi, es mejor de lo que pensaba. El ángel está compartiendo sus conocimientos y experiencias con vos. ¿Escucharon? —gritó, incorporándose y girando hacia el resto. Teresa aplaudió y dio unos saltitos, mientras Giuseppe se limpiaba unas lágrimas—. ¡Creo que ya está listo para un demonio gigante!

—Es probable, pero tomémonoslo con calma, por las dudas —sugirió Roque.

Mi madre se rio de nuevo, volviéndose hacia mí.

—Prácticamente está listo para patrullar por Costa Santa —dijo con un brillo en la mirada.

Giuseppe y Teresa se rieron. Roque me observaba de brazos cruzados.

—¿Patrullar? —le pregunté y asintió.

—Demonios como este aparecen cada tanto en la ciudad, durante la noche. Y otras pequeñas amenazas, como espíritus mágicos perdidos o restos de hechizos oscuros —me explicó—. Después de lo que acabás de hacer, es pan comido para vos.

—No entiendo... ¿querés que salga por la ciudad a cazar esas cosas?

—Claro, hijo. Para eso te estuvimos preparando —dijo y me sentí incómodo. Durante un instante, pensé en que me estaba usando y recordé la advertencia de mi padre: que dudara siempre de ellos—. Por favor. Te necesitamos. Nosotros no somos tan fuertes como un arcano, ya te diste cuenta de eso —comentó, con los ojos vidriosos—. Y tenemos que ocuparnos de otros temas, entre ellos ayudar a tu hermana a ver si puede ser un yalten. ¿No era lo que querías? Ser un superhéroe... —me tomó de los brazos con dulzura—. Vine a ayudarte a cumplir tu sueño, tu propósito.

Estaba muy confundido y no sabía qué contestarle. Me sentía feliz; los poderes y la sensación de luchar habían sido fantásticos, y la idea de recorrer Costa Santa teniendo aventuras era excitante. Todo era demasiado bueno y fácil para ser verdad.

—Si tenés miedo, uno de nosotros puede acompañarte las primeras veces... —sugirió.

—No tengo miedo —la interrumpí—. Puedo hacerlo.

La mujer sonrió con la cara completamente iluminada me acarició el rosto.

—Ese es mi hijo —dijo.

Somos Arcanos 3: El Fantasma de Costa SantaOnde histórias criam vida. Descubra agora