Documento sin título

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Hoy más que nunca,
estoy lleno de preguntas.
Quizás es justo por ello,
que no pude evitarlo,
no me contuve...

Y la llamé.

Le dije que estaría libre,
hace rato que ya,
hiciera lo que hiciera,
terminaba entre sus piernas.

Me dijo que llevaba días esperándome,
ella,
tan directa como siempre,
me invitó a subir
y yo,
aún sin dejar de pensarte,
acepté.

Ella es libre,
se saborea la libertad en su sexo,
en sus besos,
y,
su humedad,
no,
sus resbaladizos orgasmos me desligan de tu recuerdo.
Luego estoy yo,
con mis lascivas y violentas embestidas,
qué ahogan tu nombre,
con los desentonados gemidos con los que ella vitorea el mío.

Desde hace tiempo ya
que sus entrañas,
naturalizaron la forma de mi miembro,
lo hicieron tan familiarmente,
como si siempre hubiese sido parte de ella.

Su libertad innata me llena,
aunque siga siendo esclavo de mis vicios.
Como si cada centímetro de su piel se opusiera al mío.
Me encanta.

Y...

Supongo que ya es hora de admitirlo,
no he dejado de cogerme tu recuerdo,
en nuevas camas,
nuevos versos,
nuevas rimas.

Siempre distintas,
me había prometido no repetirlas.
Aún así...

Hace meses me crucé con ella,
no pude evitar darme cuenta de lo rota que estaba,
huí lo más elegante que pude,
O al menos, eso intenté.

No por miedo a herirme,
o por la inevitable costumbre de tratar de arreglar a las personas.
Siempre he sido adicto a tocar fondo,
pero no.
Fue por algo más simple,
desgraciadamente ella tenía,
el mismo perfume que tú.

Me alejé,
corrí,
y maldije mi nariz.
Me fui,
sin embargo, ya sea por causalidad, destino o casualidad...
Todos mis caminos,
terminaban en su entrepierna.

No me malinterpretes, no trato de ser cursi,
supongo que es mi suerte,
o mi voluntad,
lo que termina atandome a las cosas rotas.

Cosas,
personas,
animales...
Es una manía,
supongo que me obsesioné tanto con  metáforas que pudieran terminar en mi muerte que terminé por romperme.

Y el destino se ríe de mí,
de mi terquedad,
de mis fracturas,
quizá es justo por ello que todavía te pienso.

Nunca pude arreglarte.

Y ninguna de mis ya desesperadas,
torpes,
e utópicas promesas...

Te alcanzaron.

¿Está bien estar bien?
¿Te he dejado de extrañar?
Supongo que no importa,
tengo que encargarme de ella,
de su lujuria,
de la mía,
así sea cruel,
egoísta,
o...
Irónico.

Eventualmente el olor a sexo asfixiará tus recuerdos,
o a mí.
Acabaré con lo que queda de ti, en mí.
O quizás, hacerlo termine por acabar conmigo.

Ya lo veremos...

Entre las olas de tu recuerdoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora