Dolor y traición

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Primer mes:


Perdí la cuenta de los días que estuve bajo el piso de madera de la cabaña abandonada en el límite del pequeño bosque; tuve que volver a acostumbrarme a la oscuridad, el mal olor y la compañía de los bichos sobre todo de las ratas que parecían querer comerme cada vez que pasaban cerca de mis pies o cuando eran más osadas y pasaban por arriba de mi estómago, los calambres en este cada vez eran más fuertes al igual que las arcadas que solo me dejaban con mal sabor de boca cuando mi cuerpo decidía que era suficiente de tanta pestilencia.

Saque la lengua pasándola por los tostados labios resecos y sin vida. Dolían. Dolían al igual que todo lo demás, la herida en mi pierna estaba infectada y el dolor al moverla me dejaba casi noqueada. Me limpie el sudor de la frente y contuve la respiración cuando otra rata trato de ruñir la piel. De un manotazo la espante. Chillo y salió corriendo por el agujero en la parte delantera de la cabaña.

El suelo crujió de nuevo, los hombres de Braden estaban de vuelta, llevaban haciéndolo desde que escape, cada nuevo día venían a inspeccionar, aunque ya lo habían hecho la primera vez que escape.

—Este será el último día— el aire que bajo entrando a mis fosas nasales trajo consigo el desagradable olor a cigarrillo. Hice una mueca cubriéndome la nariz.

La sombra que mostraba el cuerpo sobre la madera del piso se movió dejando volver entrar la poca luz que se colaba por las ventanas caídas.

Preste atención total a los pasos sobre la madera hasta que dejaron de escucharse.

Espere cerca de dos horas o fue lo que me pareció, el sol comenzaba a escasear y la luz donde estaba era poca creando ese tétrico escenario de miedo. Dándome la vuelta, evitando gemir de dolor al apoyar la pierna sobre la herida me arrastre hasta donde una de las tablas estaba suelta. Volviéndome a voltear moví la tabla y saque el cuerpo por ahí, con esfuerzo.

Había perdido tanto peso que mi estómago se abultaba en una pequeña bolita notoria. Me sacudí las prendas sucias y cubiertas de sangre seca, el olor era desagradable pero como dije me acostumbre rápido a todo ello (de nuevo).

Tomando el poco valor que me quedaba comencé a caminar, arrastrando la pierna dolorida, evite mirar hacia abajo, donde un líquido amarillento escapaba por sobre el vendaje que cree con un trozo de mi blusa.

Baje los escalones de apoco sin apoyar la pierna dolorida en ellos, y continúe caminando esquivando los troncos caídos, o los arbustos con espinas que se aferraban al pasar por mi piel.

Para cuando la luna se puso y el sol salió de vuelta, el sueño me obligaba a cerrar los ojos, pero si no era una alucinación, quería llegar hasta el sonido de agua que llevaba escuchando desde horas atrás, el viento aún permanecía caliente, y el sudor hacia que las hojas de los árboles se pegaran a partes expuestas del cuerpo y haciendo ardes los nuevos arañazos por las espinas.

El aliento escapaba lento en cada esfuerzo que hacía para continuar caminando, el sonido de agua cayendo cada vez se hacía más fuerte, estirando la mano hice a un lado una rama de hojas filosas, y aunque hizo varios cortes al rosar con mis dedos lo ignore al ver la corriente de agua frente a mis ojos.

Forcé a mis piernas a continuar caminando cuando estas querían dejar de sostenerme... dejándome caer de rodillas sin importar que las piedras a la orilla del rio me lastimaran, tumbe medio cuerpo dentro del agua, ya no tenía aliento para un suspiro más, abrí la boca bebiendo ávidamente la mayor cantidad de agua que pudiera, no importaba si después muriera por alguna infección, el agua tampoco lucia sucia si no cristalina sobre arena blanca y piedritas de colores.

VIDAS ROBADAS © ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora