Rescatada o condenada

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Ignacio suspiro a mi lado, le vi hacer una mueca mientras miraba al este, donde un grupo de personas se congregaban y cantaban alguna alabanza en su idioma nativo. —Conocemos a Bastian de hace mucho tiempo— dijo después de un largo silencio. Gire a mirarlo. Sin dejar de caminar. Los hombres armados nos seguían los pasos de cerca. Como si en cualquier momento fuera a escapar, lo que era muy tentador, entre tanta gente me sería fácil camuflarme u esconderme en algún puesto.

—Ni lo pienses— gemí de dolor, el metal presionando en mi dolorida costilla.

Regresando la mirada hacia mis pies me deje guiar por el hombre con el arma. Este no lo conocía, en realidad no conocía a ninguno de los nuevos hombres de Braden, lo que creo estaba bien. Tampoco es que este secuestrada para hacer amigos, verdad.

Le di una nueva checada, la expresión en su rostro era dura, sus manos estaban cubiertas con una especia de guante que dejaba solo sus dedos libres.

Ignacio iba pasos más delante de nosotros, se detuvo junto a un hombre de barba cerrada y chaqueta raída oscura, quien parecía inquieto, paseaba las llaves de la camioneta donde se encontraba recargado entre sus dedos. Intercambiaron palabras atentos a las personas que se cruzaban en su camino.

Parecía algo alterado, como si buscara a alguien entre las personas que llevaban sus rostros cubiertos.

—Sube— ordeno el tipo que me guiaba presionando con más fuerza el arma. Sisee de dolor. Entre al coche cuando este abrió la puerta para mí, empujándome la cabeza hacia dentro, me acomodo en el asiento. El tipo azoto la puerta con un poco más de fuerza.

En el volante una chica de cabello extremadamente corto esperaba. Sus ojos verdes me miraron curiosos por el retrovisor, una sonrisa curvo sus labios, y giro el cuerpo dejándome verla mejor. Tenía un rostro jovial con muchas cicatrices haciéndola lucir ruda. Una hilera de dientes un tanto chuecos me mostro al separar sus labios —¿Mirleth, cierto?— asentí. No muy convencida de hablar. Recargue la cabeza en el asiento y cerré los ojos «la tengo» le oí decir, mas no le tome importancia. Estaba abatida, y muy cansada «no, solo a ella» ¿con quién hablaba? Cerré los ojos repitiendo la escena de la oficina de Braden.

Mi cabeza se negaba a salir de su estupor, negándose a una realidad donde mi hijo ya no estaría más «no luce muy cuerda. Estoy preguntando pero ella no parece escuchar. Ok» —Mirleth...— abrí los ojos viéndola, sus ojos verdes en espera de una reacción. —¿Dónde está Xtian?— la mire fijamente. Las aletillas de mi nariz revoloteando con las pesadas respiraciones. Quería lanzarme hacia delante y rodearla con ambas manos por el cuello y no soltarla hasta que dejara de respirar.

Me desconozco, jamás había tenido antes estos locos pensamientos, pero con tal de aliviar un poco de mi dolor sería capaz de cualquier cosa, aunque nada me devuelva a mi hijo, vengaría su muerte empezando con ella... «Aun nada. Estas seguro que el niño también está aquí» —¿dónde está Xtian?— la chica parecía que cruzaría los asientos, me encogí en el lugar, negando. Las lágrimas bañando mis mejillas hasta caer al asiento, consumiéndose en él.

—U-U...— trague ruidosamente. Aún tenía la garganta cerrada, y dolorida. —Porque me lo recuerdas... es que todos ustedes disfrutan del dolor ajeno— dije apenas. Mi garganta en carne viva reclamando el sobre esfuerzo.

Me lleve la mano al cuello y apreté despacio. «Ya has escuchado» dijo la chica a quien sea que la escuchara y se volteo «entendiste el mensaje ¿cierto?» cerré los ojos de vuelta, dejándome llevar de nuevo por el dolor.

El claxon del coche sonó camuflando el sonido del arma al detonar.

La puerta del copiloto del coche se abrió y cerró de vuelta; el carro se puso en marcha a toda velocidad. Saltamos un par de veces con los baches, pero la chica no desacelero en ningún minutos, al contrario parecía acelerar más.

VIDAS ROBADAS © ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora