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Ten intentó despertar a Kun mientras las personas a su alrededor llamaban una ambulancia. El mayor estaba inconsciente y nadie sabía si le habían disparado o no. Aunque no había sangre, el estado en el que estaba era bastante preocupante.

—Qian Kun, despierta... maldición... vamos... tú puedes —Ten le dio una fuerte cachetada, asustando a los demás.

—La ambulancia está en camino, por favor espera —le dijo una señora que los miraba.

Kun abrió los ojos en la ambulancia, sin recordar lo sucedido.

—Chittaphon —dijo en cuanto vio a Ten—. Oh, señor Ten, lo siento, yo...

—No hables, Kun.

Al llegar al hospital, Yixing corrió a encontrarlos, llevando a Kun dentro.

—Espera aquí, Ten.

— ¿No puedo ir con él? Me preocupa su estado...

—No, solo espera ahí —entró con Kun en la camilla, dejando al pobre Ten asustado.

Como tenía ojos y oídos en todas partes, sabía del paradero de su hermano y su secretario. Chittaphon se había ido con Edward mientras Kun se desmayaba.

Pasaron unos minutos mientras el infernal sonido de las manijas del reloj ponía nervioso a Ten, quería romper esa cosa y entrar a ver a Kun.

—Ten... —Yixing lo llamó mientras entraba a la sala de espera—. Él está bien... su estado actual no lo matará, pero deberá reposar unos días en el hospital... ¿qué mierda pasó? El pobre está fatigado y se nota que no ha estado comiendo lo suficiente.

—Yo... no lo sé. No he tenido tiempo de preocuparme por él, las cosas están demasiado turbias... volvió Edward, Yixing.

El lindo doctor arregló sus gafas, sabiendo de aquel hombre.

El antiguo jefe de Bambam, el chico espía del que Ten estaba enamorado.

—Lo siento... puedes entrar a verlo, pero no dejes que se estrese, eso empeorará su estado. Te informaré de todo.

—Gracias.

Ten entró a la habitación de Kun. Sus manos le temblaban y su boca estaba seca, necesitaba un trago como mínimo y besar a Kun por lo menos seis horas.

—Señor, lo siento mucho, yo...

—Cállate y escúchame Qian Kun —el mayor guardó silencio y asintió, sin dejar de mirarlo. Ten se sentó en el sofá junto a la cama de Kun y suspiró—. Deberías... debería despedirte... yo... tú no estás pasando un buen momento en la empresa... ¿no es así? ¿Por eso no has comido apropiadamente?

—No es eso, señor... yo...

—Kun, dime la verdad. ¿Quieres renunciar? No voy a enfadarme, sobre todo porque la situación actual es bastante estresante, sobre todo para alguien nuevo. No deberías pasar por estas cosas en tu trabajo. No sé que viste en el edificio, pero lo lamento mucho. Quizás he sido demasiado exigente contigo...

—No quiero alejarme de su lado, señor.

Ten mordió sus labios, no podía mirarlo a los ojos, no cuando lo miraba con ese rostro tan triste.

—Kun...

—Señor Ten, por favor... prometo que lo haré mejor, yo no volveré a saltar comidas o descansaré adecuadamente... solo no me deje ir... realmente me gusta el trabajo y estar cerca de usted es muy gratificante... no quiero sonar atrevido o demasiado lamentable... pero realmente me gusta, señor.

Ten no pudo seguir escuchando, se lanzó sobre Kun y lo abrazó. Sintiéndose cálido cuando el mayor correspondió su abrazo.

—Kun... —miró hacia arriba, donde Kun no apartaba la mirada de su lindo rostro—. No quiero perder tu compañía... por favor prométeme que te cuidaras adecuadamente... podemos... puedes comer junto conmigo en mi oficina, te daré más tiempo de descanso...

Kun se sintió muy mal por sus palabras. Era un completo imbécil que utilizaba los lindos sentimientos de su jefe por su misión.

Las lindas manos de Kun acariciaron el cabello negro de Ten, intentando calmar ese miedo que los ojos de Ten transmitían.

—Lo haré, señor.

—Bien.

Acercaron sus rostros y con suavidad se besaron, como si hubieran estado deseando eso hace mucho tiempo. Ten se acomodó mejor en la cama, siendo atraído hacia el mayor, ambos se acariciaban por todas partes sin dejar de besarse.

Pasó alrededor de una semana cuando Kun pudo salir del hospital, Ten iba todos los días a verlo, besarlo y acariciarlo. El mayor estaba preocupándose por su actual estado, no de su salud, sino más bien de sus sentimientos.

En todos sus años trabajando como agente secreto, jamás había tenido a alguien como Ten que lo cuidara y mimara. Sus antiguos y escasos novios habían sido una mierda al lado del pelinegro.

Cada vez que veía a Ten, se sentía como un perro viendo llegar a su dueño. Y también se sentía como un estúpido, quizás esos "supuestos" sentimientos, no eran solo una suposición.

— ¿Cómo te sientes, Kun? —preguntó Ten, junto a él. Iban hacia el departamento del mayor, llenos de regalos de sus amigos y colegas de la compañía.

—Mucho mejor, señor —su mano fue hacia la de Ten, acariciándola. Sus manos trabajaban por cuenta propia al parecer.

Ambos parecían una pareja de enamorados y Jungwoo no sabía si debía ver aquella escena. Los corazones volaban alrededor de esos dos como en las caricaturas.

—Gracias por traerme a casa... nos vemos mañana, señor —Kun besó los labios de Ten de manera casta. Jungwoo miró hacia otra parte—. Esto es un secreto, Kim Jungwoo.

—Si, Kun —las mejillas de Jungwoo ardían por la vergüenza.

—Nos vemos, Kun.

Un beso más y se despidieron definitivamente.

—Mierda... —dijo Kun en cuanto Ten se marchó—. No puede ser.

Subiendo a su piso se encontró de frente con Sicheng y el señor Lee, saludándolos de manera cortes.

—Bienvenido a casa, Kun —dijeron ambos—. ¿Quieres entrar? Tenemos comida de sobra, Sicheng me dijo que volvías del hospital, así que preparé algunas cosas.

—Supe del señor Ten que no has estado comiendo bien, así que debes venir a comer con nosotros.

Kun asintió, yendo junto a ellos.

—Gracias por la comida.

Tal vez esta sea la última misión que Kun haga, no sabía que le deparaba el destino y sinceramente, su corazón no estaba demasiado de acuerdo en fingir no sentir nada por su jefe.

Si seguía así, le traería enormes problemas.

Solo cinco meses más y se despediría de su mentira y de su amor por Ten. Regresando a China para siempre.

T.O.T.G.A. /KunTenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora