Día 25

9.2K 894 28
                                    

    Se levantó resacoso y con vagos recuerdos del día anterior. Su apartamento estaba vacío, ella no había regresado y sin ella su mundo era en blanco y negro. El alcohol le había hecho olvidar el sufrimiento agonizante pero no por mucho tiempo, volvía a sentirlo en lo profundo de su alma. Había cometido un gran error y se torturaba por dentro al descubrir las consecuencias. Jenna había escapado y estaría tan sola como él en algún remoto lugar de la ciudad. Perdida y fuera de su alcance. ¿Qué podía hacer? Seguramente ella no querría ni verle, pero si se quedaba un minuto más en soledad acabaría puramente trastornado. Ni siquiera sabía dónde podría haber acudido Jenna, la casa de su padre ya formaba parte del banco y si ella acudía allí descubriría lo ocurrido.

     Quería encontrarla, pedrila perdón las veces que hiciera falta y no volverla a decepcionar. Actuó como debía de hacer, se vistió, se quito el apestoso olor a alcohol y se tomo una aspirina para la resaca.

La buscaría, la buscaría día y noche por todas las malditas calles de cada lugar de la ciudad. No dormiría, no comería, no bebería hasta que la hubiese encontrado.

              ~  •  ~

   Despertó en el sofá de estampados coloridos. Las mantas a las que se había aferrado durante aquella noche llena de llantos, ahora estaban en el suelo de pequeño salón.

     —Buenos días Jenna.—le dijo su tía desee la cocina continúa al salón donde preparaba en un humilde fogón té de frutos rojos.

Jenna sonrió vagamente y dobló la mantas dejándolas sobre la mesa central.

Su tía Rosalynd, aquella mujer que años atrás había renunciado a librarla de las garras de su padre, la mismísima hermana de su madre. La había odiado en cuanto supo de su existencia. Encontró unas cartas en posesión de su padre, unas cartas que por cada cumpleaños su tía le enviaba y su padre se encargaba de ocultar. Gracias a ellas había averiguado la dirección de su tía. Quizás en su momento esta no pudo hacer lo que debía: acogerla cuando era niña. Pero siempre se podía dar una segunda oportunidad ¿no? Aún así aquello no significaba que la hubiese perdona del todo, seguía siendo la infame tía que la abandonó como hizo su madre.

—¿Te apetece un poco de té cielo?—preguntó esta con una dulce voz apagada por el tiempo.

—Gracias...pero creo que debería irme, no me gusta abusar de tu hospitalidad.

El en el rostro de su tía se mostró una expresión seria y tensa.

—Oh Jenna, no es ningún problema para mí que desees quedarte, es más puedes permanecer aquí todo lo que quieras.

—¿Y ahora muestras el interés que no mostrastes en el pasado?—inquirió Jenna demasiado directa.

    Rosalynd cambió de postura,  se podía oler cierto resentimiento en su persona.

—Sientaté cielo, será mejor que hablemos.—dijo mientras traía dos tazas de té a la mesa central y las dejaba sobre el mantel florido.

   Sirvió el té con aquella peculiar tetera de un rosa pálido.

—En primer lugar Jenna; me gustaría disculparme, ocurrieron cosas, motivos que no sé si en algún momento podré contarte. Lo cierto es que como ya sabes tu padre es un maltratador.

   Jenna soltó un resoplido irónico y se arremangó la manga de su camisa. Allí estaban, unas diminutas manchas curadas por el tiempo. Unos puntitos circulares que simulaban las marcas de los cigarrillos que le chustaba en la piel su padre.

—Me hacía una cada día del aniversario de la muerte mi madre.—declaró Jenna contra su tía.

Rosalynd contraatacó arremangandose la manga de su bata de seda roja. En el mismo lugar, había las mismas marcas.

—Tu madre y tú no fuistes las únicas mujeres a las que maltrató, Jenna. Si no peleé por ti fue por miedo, aquel hombre era capaz de matarme a mí y a mi familia.

   Jenna soltó un grito ahogado al conocer parte de la historia.

—Por cierto... Quedan unos días para el aniversario de tu madre. —dijo por fin rompiendo el silencio su tía.

—Lo sé, llevaba todo este año soñando a su llegada.

Y así era, se había pasado contando los días hasta que llegará el de su muerte.

  Sonó el teléfono y su tía se levantó y lo descolgó. Mientras Jenna sintió curiosidad al ver una foto sobre la encimera de la chimenea. Era una fotografía familiar, en la que salían su tía, un hombre y un niño. Jenna supuso que se trataría de la familia de su tía Rosalynd.

Al final su tía dejo el teléfono en su lugar y dijo:

—Jenna he de contarte algo. Aacaban de llamarme del tanatorio, Billy, tu padre murió hace dos días de una inusual sobredosis.

Tardó varios en segundos en reaccionar. ¿Era cierto? ¿Podría ser verdad? Si aquello era cierto, tras años siendo torturada por fin era libre.

  

Mil razones - (Sin editar)Where stories live. Discover now