Día 3

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      —No pienso subirme —declaró  cubierta de pura  incertidumbre.

   Irwin la miró riendo y luego volvió a mirar a su harley. Era su más preciado modo de transporte. Una moto Harley Davidson Classic de dos cilindros y tapicería de cuero negro y blanco. Una auntentica joya que por algún motivo Jenna se negaba a montar.

     Estaban ambos en el parking del edificio de Irwin junto a la plaza de aparcamiento de este. Lo  raro fue que Jenna vio un coche carísimo junto a la moto cubierto de polvo que por la falta de utilidad había perdido su brillo y esplendor.

       —¿Porqué no vamos en tu coche?

      Irwin tardó en acordarse de que poseía un coche.

      —¿Ese trasto? Ni hablar, estaríamos más a salvo en un avión sin alas.

   Jenna no le comprendió, el coche estaba en perfecto estado aunque estuviera apartado daba a notar que en su tiempo había sido un gran coche.

   —Oh vamos Jenna,  tienes treinta días para hacer todo aquello que no has hecho antes morir, y montar en moto es una de esas cosas.

  ¿Por qué Irwin solía tener razón a cada comentario que decía? La sacaba en gran parte de quicio.Aceptó a regañadientes el casco que este le ofreció. Y cuando este subió a la moto ella se situó tras él aferrándose a su ancha espalda.

   —Agarrate bien Nesmith, no quiero que te me vayas antes de tiempo.

      Hizo rugir el motor y la moto comenzó a moverse. Jenna nerviosa cerró los ojos intentando calmarse.Salieron del parking al exterior saboreando el frescor de la mañana.Jenna comenzó a notar lo fascinante que era montar en moto, era una sensación de liberación que la hizo abrir los ojos. La ciudad estaba igual de hermosa y esbelta.

   Por alguna extraña razón Irwin la había metido prisa, quería llevarla al otro lado de la ciudad para mostrarla por así decirlo más razones. Habían pasado dos días y la nevera de este estaba casi entera cubierta de post-its de colores. A dónde fuera que iban Irwin lograba encontrar razones que apuntar en sus amados post-ists. Jenna tenía que admitir que sus problemas se estaban por así decirlo distanciando de su mente, eso no quería decir que no siguieran allí. Por mucho que lo intentará no podía olvidarlos, era algo que Irwin debía saber pero ya encontraría el momento oportuno de confersarselos.

   Llegaron tras pasar varios semáforos a una calle bastante lujosa y de edificios de bella estructura arquitectónica. Irwin aparcó cerca de uno de ellos y se quitó el casco como lo haría un héroe de película. Era irremediablemente guapo, eso estaba más que claro.

      —Hoy mi querida Nesmith te explicaré una de las razones principales por las cuales el hombre en ocasiones quiere vivir: el dinero.

  «Interesante»pensó Jenna. Ella nunca había sido una persona codiciosa, era sencilla, nunca había tenido dinero de más. Se conformaba siempre con lo poco que tenía.

   Dejaron la moto aparcada y caminaron por la acera  con paso vacilante. Irwin se detenió justo en el lugar que menos se esperaba Jenna. Era un edificio de los más antiguos de la ciudad  que había sido reformado tanto por dentro como por fuera. En la entrada abierta había un cartel que decía: Subasta de las reliquias de Mrs.Gerelati Clayne.

Irwin era demasiado listo, la había traído a una subasta. ¿Con qué intención?

—No me digas que vamos a comprar...

   Irwin sonrió confirmando sus claras sospechas.

   Jenna con sólo leer el nombre de Mrs. Gerelati le sonaba a un evento de grandes sumas de dinero.    

     Entraron en el amplio recibidor de suelo de parqué desgastado y centraron su atención en la joven chica que había tras el mostrador tecleando en su ordenador. Nada más ver a Irwin salió de su posición y con una mano para recoger la chaqueta de este dijo:

   —Bienvenido joven Barkley.

    Este sonrió y le dio la chaqueta vaquera que llevaba Jenna.

    —Tengo entendido que viene en lugar de su padre.

        —Así es —confirmó—¿sabes si ya ha empezado?

  — Si, empezaron hace menos de diez minutos.—señaló la chica la puerta de roble entre abierta por la cual se oían voces que retumbaban en el recibidor chocando en sus recién pintadas paredes.

      La chica sacó del mostrador una paleta con el número 18 y se la entregó a Irwin con una sonrisa.

   Irwin con aspecto elegante cogió por el brazo a Jenna y la condujo hacia la habitación. Una sala de paredes verde oscuro y bancos de madera barnizada que cubrían gente por así decirlo: rica. Aquella gente de la parte cara de la ciudad parecía venir en busca de cualquier reliquia con la que adornar su lujosa vivienda. Jenna no entendía por que no se conformaban con todo lo que poseían.

      Un hombre calvo y vestido de traje dirigía la subasta desde el estrado indicando los precios y ofertas. una chica rubia y bien vestida colocaba los objetos de la subasta en una mesa mientras el hombre relataba una pequeña introducción sobre el material y procedencia de estos. Eran unas reliquias dignas de ser subastadas al mejor precio. Irwin y Jenna tomaron asiento en la última fila alejados de todos los demás. Durante los siguientes minutos observaron aquellos objetos terriblemente caros que se vendían por precios bárbaros. Ninguno pareció llamarles la atención, hasta que se subastó el último objeto.

    —Y por último señoras y señores —dictaminó el hombre— El abanico que la Señora Gerelati compró en Japón  por un precio valorado en 1,200 dólares. Un banico de la dinastía Shen Li con unos gravados espectaculares como podrán apreciar.

    Era un abanico aterciopelado de un color malva destonando al morado. Unido por madera de bambú y unas esquirlas que dejaban colgar de sus vértices. Posiblemente el abanico mas bonito que había llegado a ver Jenna.

    —2,000 dolares — empezó la subasta un hombre ricachón que pretendía regalárselo a la mujer que lo acompañaba.

    — 2,000 dólares del número 13 —dijo el hombre de la subasta.

  Una mujer mayor adornada con un collar y pendientes de perlas auténticas dijo:

        —2,500.

        —2,500 al número 4.

    La subasta comenzaba a ponerse interesante. Irwin no esperó más y levanto su paleta diciendo:

      —4,000 dólares.

  Jenna lo miró anonadada.¿Cómo era posible?

     —Vaya 4,000 para el número 18.

Ninguno de los presentes se atrevió a subir su oferta.

  —4,000 dólares a la una, a las dos...Vendido al 18. Con esto finalizamos la subasta Gerelati, pasen a recoger sus compras.

  Todos se levantaron con intención de marcharse.

          —¿Por qué lo has hecho? —preguntó horrizada Jenna.

   Irwin se levantó y se arremangó los puños de su camisa rosa pálido.

   —Quiero tener algo que regalarte —respondió quitándole importancia a lo que acababa de gastarse.

    —¡Son cuatro mil dólares Irwin!

     —Nunca me cansaré de decirte que vales mucho más que el dinero.

Mil razones - (Sin editar)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora