Día 12(Continuación)

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—Señorita Nesmith.—la llamó Garred para que se despertará.

   Jenna abrió los ojos puramente desconcertada. El sol anaranjado de la tarde la baño medio rostro y se percató de que estaban muy cerca del mar pues tras unas colinas podía verlo ondeante que la llamaba a gritos. Jenna había visto el mar muy pocas veces y aunque pareciera mentira jamás se había sumergido en sus aguas. Se podía decir que no había tenido una infancia como cualquier niño haciendo castillos de arena en la playa.

   Se desperezo en el asiento del coche y se peino el pelo con los dedos para cuando viera a Irwin estuviera presentable. Seguramante él tardaría más en llegar pues su modo de transporte era más cansado.

  El coche se metió en una desviación de la carretera donde había escrito en un cartel de madera:  The Brakley's. Habían llegado a la casa de la playa de Irwin. El coche se internó en un camino de tierra con algunos baches pero con un espectacular paisaje. Y allí estaba, una casa impresionante de tres pisos. De madera azulada tirando al gris y justo al otro lado se encontraba su playa particular. Jenna no podía evitar ver cada vez con mayor claridad el mundo al que pertenecía Irwin. Un mundo lleno de lujos y placeres que cualquiera habría querido tener.

  —Bienvenida señorita Nesmith, espero que haya tenido un buen viaje.— dijo Garred abriéndole la puerta.

   Jenna salió del vehículo posando un pie en el asfalto terrenoso. Se percató entonces de que había una Harley aparcada junto a las escaleras que llevaban al porche.

  ¡Irwin ya había llegado!

—Vaya si quiere, yo le llevaré el equipaje.—dijo Garred abriendo el maletero.

  Jenna subió ansiosa los peldaños de las escaleras y abrió la puerta entreabierta de la casa. Por dentro la vivienda era mil veces mejor que desde fuera. Reformada y con un gusto de decoración exquisito y no muy vistoso. Ando sigilosa cruzando el magnífico salón y salió a la terraza. Era una terraza llena de sillones y una sombrilla gigante que se encontraba cerrada. Había unas escaleras de madera blanca que conducían a la playa.

  Entonces fruncio la mirada y con una mano en la frente distinguió junto a la orilla la figura de Irwin.

   —¡Irwin!—le llamó a gritos.

  Este se giró y al verla al pie de las escaleras corrió hacia ella. Jenna bajo todos lo peldaños agarrada de la balustrada para no caerse. Cuando tocó con sus pies la playa, se descalzó para no hundirse en la fina arena blanquecina. Corrió a reunirse con Irwin y este la atrapó agarrándola de la cintura y alzándola hacia lo alto. Jenna rió y sujetada a sus hombros le acarició el pelo rozando sus orejas.

   —Ya me temía que no llegarás nunca Nesmith.—dijo este cuando la dejo sobre la arena.

  —¿Cómo has llegado tan rápido?—preguntó Jenna curiosa.

  Irwin miró de soslayo y aclaró:

  —Digamos que me salté unas cuantas señales de stop— ella se rió.—Cuando se trata de verte no hay nada que me pare.

  Jenna odiaba cuando Irwin soltaba un comentario ingenioso que la hacia parecer una absoluta tonta.

  —Oh callate Barkley.

  Y le besó robándole las palabras de protesta de la boca. Alzó las puntillas y apretó con mayor intensidad sus labios contra los de él dejándole sin aliento. Al final le soltó un segundo pero Irwin no se había quedado satisfecho y volvió a acercarla junto a él. Estar con Jenna era una de las mejores sensaciones que había experimentado en su corta vida. Se sentía un poquito más vivo y mucho más lleno.

   —¡Una carrera hasta el agua!—soltó Irwin de golpe cuando se separaron.

  Salió corriendo por la arena y Jenna lo siguió. Irwin se quitó la chaqueta y se quedo solo en pantalones. Comenzó a internarse dentro de las olas que chocaban contra sus rodillas. Aunque quedara mes y medio para el verano el calor se hacía más notable pues era un día de cielo despejado.

  Jenna llegó a la orilla e indecisa tocó con los dedos el agua marina. Irwin estaba más interno en el mar con el agua resplandeciente por el sol que le llegaba por la cintura.

  —¿Qué pasa Nesmith?¿Tienes miedo al agua?—preguntó divertido Irwin.

  El rostro de Jenna parecía un poema. No sabía como decírselo sin avergonzarse. El sarcasmo de Irwin se disipó y no tuvo que pensar demasiado para descubrir de que se trataba.

    —¿¡No sabes nadar!?

  Jenna cerró los ojos y asintió.

  Irwin no podía creerlo, una de sus ideas cruzó su mente. Se arrastró hacia la orilla golpeando por las leves olas y llego hasta los pies de Jenna. La cogió de la mano tan fuerte que Jenna se dejó. Comenzó a internarla por el agua, mientras ella cerraba los ojos.

   —¿No es increíble? El tacto de las olas. ¿Lo sientes Nesmith?

  Ella volvió a asentir esta ve más segura en sí misma y abrió los ojos. El agua le llegaba por el vientre y a cada ola subía un poco más.

  —Agarrate a mí.—pidió él arrastrándola hacia su pecho desnudo.

   Jenna se aferró a su cuello y soltó sus pies de la superficie marina. Irwin la agarró de la cintura y la tumbó en el agua dejando que su melena se revolviera con las olas. La llevaba como una princesa sosteniéndola entre sus brazos sin intención de soltarla. Aquello fue un pequeño paso pero que para Jenna fue mucho más. Sentir que una persona podía ser capaz de vencer tus miedos e inseguridades parecía los más maravilloso del mundo.

 

Mil razones - (Sin editar)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora