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" Creo que no hay peor dolor que, sentirte mal y no tener a quien contarle ese sentimiento."

Cierro mis ojos al compás de la música, mis dedos presionan las suaves declas del piano mientras dejo bailar mi alma con el ritmo que voy llevando. Puedo sentir las lágrimas en mis ojos a pesar de ambos ojos estar cerrados.

El ambiente a mi alrededor se siente frío pero cómodo a la misma vez haciéndome amar cada nota que pongo sin saber que pasara al final, puedo sentir la libertad quemar mis dedos como si tuviera sosteniendo un fósforo que ya llegó a su límite de estar encendido.

Mis ojos se abren suavemente dejándome ver el estudio apagado, mi mirada va hasta el retrato tan familiar pero tan desconocido que me hace volver a sentirme atrapada.

Mi mirada viaja hasta el marco de la puerta dejando ver a una de las empleadas de servicio que me mira con miedo, mis dedos se detienen por si solos haciendo que la habitacion se quede solo con el ruido del reloj

— Su padre la espera para el almuerzo, señorita Morgan.— puedo ver que hace una pequeña reverencia, mi mirada choca contra la ventana dejando ver el cielo nublado y uno que otro pájaro volando.

Me levanto de la silla dejando que el vestido se arregle por si solo, acomodo mi cabello en mi espalda para ponerme derecha y caminar hasta el comedor, el ruido de la cocina disminuye en cuanto entró al gran salón.

Puedo sentir la mirada fría sobre mi, a pesar de estar acostumbrada a ella puedo sentir nuevas emociones.

Felicidad.

Pero no por mi.

—Morgan cariño, que bueno que llegas. Quería platicar algo contigo mientras almorzamos.— puedo ver como se levanta de su silla para abrirme paso a mi, tomo asiento y el se encarga de pegarme a la mesa.

Esto no será bueno.

— Bueno, pedí tu plato favorito para comer. Espero que siga siendo el mismo, sabes que últimamente estoy un poco ocupado tratando de reunir dinero y todo eso...— veo como deja de hablar para servir la comida, agarro mis cubiertos para poder picar la carne bajo su atenta mirada.

Puedo contar con los dedos cuanto falta para que suelte la bomba.

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— Escucha Morgan... se que esto puede sonar mal pero, hoy en la noche el club está abierto. Me preguntaba si, podías ir un rato, ver a algunos señores y esperar por la subasta. Solo tendrías que hablar, nada más.— pide, lo miro con tranquilidad.

— Sabes bien que ningún hombre ahí, solo quiere hablar. Si necesitas dinero deberías dejar de apostar como si tuvieras un árbol de dinero.— mi pecho late ante las palabras llenas de ira que dice mi boca, se que dije demasiado cuando me mira serio.

— Intente ser un buen padre contigo, parece que te gusta que te traten como una cualquiera. — puedo ver como chasquea sus dedos para la persona detrás de mi.

Alguien toma mi mano y jala de mi para subirme hasta las escaleras sin importar que me tropiece o lastime, puedo ver como me dejan en aquella habitación.

— Lo lamento mucho señorita.— murmura, el guardia me mira con pena pero yo solo me dejo adentrar a la habitación con nauseas causadas por los nervios.

Sin importar que tan llenas están tus palabras, ni una sola esta llena de amor.


Me acerco a la ventana para ver los barrotes que casi nadie notaba cuando venía de visita, por ende. Nadie jamás notaba que era castigada.

La puerta se abre dejando ver a una de mis sirvientas, otra llega con un paño frío.

— Cuantos son esta vez?— pregunto retirando los guantes y dejándolos aun lado.

— Hasta que sus dedos y brazos sangren, señorita.— murmura con un nudo en su garganta.

Coloco mis manos lejos de mi pecho para sentir el primer azote quemar mis manos, retiro mi vista de la escena sadomadoquista enfrente de mi, el sentir como el cuero rompe mi piel me provoca nauseas más fuertes.

Dejo mi vista sobre la ventana y el cielo que ahora, empezaba a llorar.

Bienvenidos, a esta realidad. 


Mi realidad.

Casada con el Diablo Where stories live. Discover now