- O esa es exactamente su intención- apuntó Aland- Fengel no es conocido especialmente por su preocupación por su gente. Y varias veces he oido que los elfos no son muy de su agrado. 

- Ya...A no ser que pueda usarnos en su beneficio

- Podrías haberte negado. Eres la princesa de Lorien, no una elfa de la guardia.

- Dejé mi título cuando decidí viajar por todos los pueblos como nada más que Arien. Solo haré uso de él cuando esté en mí tierra.- la elfa suspiró apoyándose en la madera- Y ahora me veo chantajeada por un rey que bien debería rendirme pleitesía. Pero Aland, mi situación ya está ahora bastante comprometida con el Rey del Bosque Negro como para también ponerme en contra de el Rey de Rohan - el hombre rió y la elfa sonrió.- Además, ya pensaré alguna forma de devolvérsela.

Aland sacó de  su bolsillo unas bayas y compartió unas cuantas con la elfa.

- En ese caso, les diré a los chicos que vayan afilando los cuchillos - dijo el hombre antes de meterse unas cuantas vayas en la boca

- ¿Vais a sacrificar las  ovejas que quedan? - preguntó Arien confundida- La fería aún no ha terminado

- Estas en menos una hora ya están vendidas. Como te dije: este año tendríamos más suerte que el anterior.

- ¿Entonces para qué necesitáis los cuchillos?

- Para acompañarte, por supuesto 

Arien le miró con sorpresa enarcando una ceja; y cuando habló lo hizo muy seria 

- No, de eso nada 

Aland  rió divertido. Se metió otra baya en la boca. 

- Ya. Seguro que prefieres contar con un grupo de aldeanos que solo te acompañan encantados por tu asombrosa belleza y por el dinero que les has prometido si vuelven con vida- dijo irónico- Pero, no me malinterpretes, unos mercenarios seguro que son una mejor compañía a la de unos amigos en los que confías 

- La diferencia está en que la vida de esos mercenarios me importa más bien poco. Pero no me gustaría que mis amigos murieran - dijo ella manteniendo el tono de disconformidad. Luego bajó la voz y añadió- Bastante tengo con hacer de niñera del herrero...

- Ya me dijo Ricker que fue el primero en ofrecerse voluntario. ¡Qué rápido le has hechizado con tu brujería, elfa! 

Arien le golpeó el brazo mientras el hombre reía a carcajadas. 

- Cállate. Y atiende a tus clientes- le dijo señalando a un individuo que observaba a las ovejas con interés- Si vas a venir  más te vale venderlas. 

- A la orden capitana.

Arien se alejó de allí con una sonrisa en los labios. Que se disipó al darse cuenta de que todo el pueblo la miraba y cuchicheaba cuando ella pasaba. Sus intenciones de pasar desapercibida en Rohan se habían visto mermadas en cuestión de días, y no había nadie en Medusel que no reconociera ya a la Princesa de Plata. Pues su belleza era conocida en todos los rincones de la Tierra Media. Tan delicada y a la vez fiera. Infundiendo amor y temor  a partes iguales en todos cuantos tenían la suerte de cruzarse con ella.

Algunos mercaderes interesados se le cercaban ofreciéndole sus productos de forma gratuita con la desesperada intención de dar a su negocio un impulso. Ella les rechazaba lo más amablemente que podía, aunque ante la negativa ellos cambiaban el gesto y la anterior admiración pasaba rápidamente a desprecio y desilusión. Pero ¿qué podía hacer? Nunca se le había dado bien complacer a los demás, y menos si era en cosas tan banales como aquella. 

The Things We Lost In The FireDonde viven las historias. Descúbrelo ahora