INTELIGENCIA

7-¿Cómo diablos nada nunca está a mí favor?

Había frío.

Había mucho frío y no existía más que una profunda oscuridad. Bajo de mí, una superficie dura. No la sentía, pero sabía que estaba allí, de hecho no sentía nada, no había ni siquiera dolor. Me sentía como en el limbo, tenía una sensación de no estar en mí. Como si mi cuerpo no fuese mío y hubiese algo más dentro de mí, algo que no permitía sentir. Difícil de explicar como la sensación misma, estaba mareada pero no estaba. No pensamientos, no recuerdos, no sentimientos. Nada. Es como si me envolviese.

¿Dónde estoy? ¿Cuándo estoy? ¿Quién soy?

Poco a poco las preguntas se me arremolinaron y ahora era confusión. No había respuestas. Estaba de pie y no podía ver ni siquiera mi nariz. Girando sobre mi eje en busca de un indicio del lugar, no encontré más que el sonido de mi propia respiración acompasada con el sonido de mis latidos. Debería estar en pánico, pero me sentía tranquila. Me sentía en una extraña paz, como si ya me conociese. Caminé hacía donde lo sentía, porque no tenía el más mínimo sentido de la orientación encontrándome con más oscuridad y ya. Parpadee, tratando una mínima adaptación de mis ojos a la oscuridad. Nada. Me sentía muy confundida, pero seguía avanzando.

De pronto, una luz, como de hospital se encendió a lo lejos, y así hasta donde me encontraba como una cadena, una tras otra. El sonido de las mismas llenó el lugar por un momento. Estaba en un pasillo, en un pasillo muy largo, con paredes grises y una que otra puerta de lo que parecía metal. Me giré, y atrás de mí, de donde se suponía venía no había nada. Con eso en mente, avancé, adentrándose en el pasillo. Las luces, que por un momento me encandilaron ahora me parecían pobres, las luz era paupérrima y apenas alumbraba un metro a la redonda y entre cada luz había por lo menos tres metros. Las preguntas seguían, ¿dónde estaba? Llegué a una puerta y cuando la fui a abrir, esta lo hizo por sí sola.

Me adentre a la habitación y allí estaba yo, me encontré a mi misma. Me veía más joven, más niña. Estaba en lo que sé fue mi antigua cama, en mi antiguo cuarto. Leía, tenía el libro sobre las rodillas y estaba apoyada en el cabezal de la cama. Me veía cómoda allí. Sentí como el estómago se me revolvió y luego lo entendí. Estaba en mis recuerdos, al menos en la parte mental, por que quién sabe donde realmente me encontraba. Esa Sapphire sonreía mientras leía El Principito y luego levantó la vista, enfocándose en mí y sonrió a un más, era yo. Me vi a mí misma, como soy ahora y la vi a ella. Estaba viendo desde ambos lados. Mis ojos brillaron, en un profundo color zafiro y luego se detuvo.

—¡Sapphie! Cariño, ven acá por favor. —Sonó a mis oídos la voz más hermosa que jamás había oído, pero si que la había oído, inigualable como siempre, la voz de mi madre llamaba. Mi corazón tomó un rumbo diferente dejándome congelada.

—¡Voy madre!—Grito de regreso, dejando el libro a un lado. Bajó de la cama sin mirar atrás, como si yo no estuviese, pero cuando estaba a punto de salir, se devolvió a mí, e hizo un ademán con la cabeza para que le siguiese, pero no lo hice.—Con que así me voy a ver… —dijo más para si misma, ¿era eso posible?—No pienses que te voy a dar las respuestas que necesitas o un acertijo o una frase icónica, solo… solo enfócate, pero, ¿qué puedo saber yo? Soy solo una niña.— Agregó con una sonrisa que me pareció torcida y sin más, me giré.

Salí de la habitación, encontrándome nuevamente en el pasillo. Esta vez el frío si que me golpeó. Seguí por mi antiguo camino, no sabía donde acababa o como salir, pero no me causaba miedo esa idea. Seguí caminando con la idea de mi madre, su voz, tan melodiosa como siempre, tan real como casi no lo recordaba. Me llenó por un instante

Lo que dijo, o lo que dije yo, la verdad no sé, no sé de donde vino ni a que viene, no ayuda en nada. Tengo que salir de aquí, quién sabe en donde en realidad me encuentro. Quién sabe por cuanto tiempo he estado. Quién sabe lo que en realidad está pasando.