CAPÍTULO CUARENTA Y CINCO

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Idiota.

De todas maneras seguí a lo mío, bromeando con Dante y Isa de nuestros propios chistes, agradeciendo el calorcito de los paneles que evitaban que nos congelemos. Los tragos eran realmente increíbles y a decir verdad empezaba a sentirme cada vez más animada, pero ¡hey! Era año nuevo y quería pasarlo bien. Porque, ¿les cuento un secretito? Antes de empezar esta nueva vida, nunca antes me había embriagado, nunca.

Pero, nunca nunca. 

¿Entiendes? Eso no estaba permitido en el círculo social de mi ex, sería mal visto y a decir verdad, nunca fui una joven muy común digamos, que si, la palabra que en realidad busco es que me convertí en una mujer cuando debería estar saliendo con mis amigos a bares. Que a ver, que no digo que los excesos estén bien, nada en exceso lo está, ni siquiera el sexo, pero a lo que voy, es que cometer locuras es parte de la vida, es decir, vivir sin cometer errores, ¿que gracia tiene? De los errores se aprende, así como también de la experiencia.

Y hoy quería emborracharme y reír.

Y quería acumular experiencia, y emociones y saber que significaba cometer locuras.

No se muy bien qué hora es, pero mis piernas duelen, de todas formas no dejo de bailar, no puedo, no quiero.

Salto en mi lugar cuando unas enormes manos se cierran en torno a mi cuerpo y mi espalda termina apoyada sobre un musculoso pecho.

—Feliz año nuevo, preciosa —susurra una voz.

Su perfume automáticamente me invade y termino cerrando los ojos y sonriendo.

—Feliz año nuevo, Mika —respondo, apoyando mi cabeza en su hombro.

—¿Sabes? Incluso gustándome más las bananas que las ostras, debo decir que eres la mujer más hermosa de la fiesta.

—Estas exagerando —murmuro, balanceando mis caderas, sin siquiera abrir los ojos.

—No lo estoy —dice, pasando sus manos por mi vientre, presionando mi cintura. —En verdad estás hermosa —agrega con un susurro ronco en mi oído.

Y si, si, lo se, Mika es gay, pero eso no hace que sea menos atractivo o que no me excite la manera en la que está hablándome.

—Mika... —murmuro.

—Shhh —me silencia en mi oído y no me molesta que me chite. Nada en Mika me molesta. —Estas hermosa cuando te dejas llevar, totalmente preciosa cuando eres libre.

Al carajo con Mika.

De todas maneras sigo su consejo, me dejo llevar, me gusta dejarme llevar. Sus manos no abandona mi cintura y se mueve conmigo, balanceándonos juntos, sus labios rozando mi cuello que ladeo para darle mejor acceso y de repente otras manos me tocan y salto en mi lugar, abriendo los ojos para encontrarme con unos celestes que me sonríen con picardía.

Mika, detrás mío, se tensa, sin embargo le doy un ligero apretón a sus manos y sigo bailando, haciéndole saber que todo está bien.

Y vuelvo a bailar.

Y la música, el calor de dos cuerpos, Nueva York me envuelve y me siento bien, me siento ligera.

¿Y sabes que? Estoy tan malditamente bien con eso.

Mis ojos se abren, buscando miradas que me juzguen, que hablen en siseos molestos por lo bajo, pero nadie está prestándome atención, porque a malditamente nadie le importa lo que yo haga y Dios..., una lengua —no se si la de Mika o Thomas me recorre—. Mis ojos amenazan con cerrarse, pero los obligo a mantenerse abiertos, porque debo ver que mis amigos estén bien.

Pecado con sabor a chocolate [+21] ©️ LIBRO 1Where stories live. Discover now