Capítulo 5

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Dentro de la mala suerte yo debo de tener la peor, puesto que cuando Donata va a buscar a mi madre para alertarla de lo que ha ocurrido, está con mi hermana de visita en la residencia Boni. De todas las amistades de la familia Fanucci hoy, un precioso día de temperatura agradable y cielo despejado, mi madre y Lucrecia han tenido que ir de visita a casa de los Boni. No me malinterpretes, aprecio a los Boni. El padre, Roberto Boni, es un reputadísimo cirujano que atiende a la mayor parte de las familias acomodadas de la ciudad de Venecia. Es un médico excepcional, y casi todos los meses el periódico publica una «increíble y satisfactoria intervención del doctor Boni a tal persona, a quien ningún otro médico había logrado tratar y al que le daban una escasísima esperanza de vida.» Es un hombre amable y educado, callado y pensativo al que le encanta pasar el tiempo en su biblioteca, estudiando. Tiene una hija, Milena Boni, a la que Luca le tiraba de las trenzas cuando éramos niños. Milena no se parece mucho a su padre. Goza de una capacidad de verborrea que no he visto a nadie más. Aparte de a su madre, por supuesto. Ha debido de heredarlo... Esas cosas siempre se heredan. Bellina Boni, la reina de los chismes, de los cotilleos, de los secretos. Bellina siempre lo sabe todo sobre todos. Y ella actúa como toda buena veneciana haría: dispersando la jugosa información que llega (quién sabe cómo) a sus atentos oídos. Repartiéndola por aquí y por allá, alegremente, entre tazas de té y pastas. Puede que no sea la amistad más recomendada, pero es mucho mejor que tenerla como enemiga.

En definitiva, los Boni son amigos de la familia, sí, pero probablemente hubiera preferido que mi madre y mi hermana estuvieran de visita en cualquier otra parte. La noticia hubiera llegado a la sociedad veneciana tarde o temprano, por supuesto, pero hubiera tardado un poco más. Ahora que Bellina Boni sabe que un desconocido perseguido por la guardia se ha colado en mi dormitorio no creo que pase más de un día antes de que las visitas se amontonen en la entrada, dispuestos a sentarse conmigo y escuchar de primera mano lo que ha ocurrido. Y a mí, solo de pensarlo, ya me inunda la pereza.

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Mi madre no parece excepcionalmente asustada cuando llega a casa. Ponerse como loca delante del servicio no sería nada elegante. Analítica, como de costumbre, felicita al servicio por su actuación y por su rápida reacción al llamar a la guardia. Agradece su socorro hacia mi persona. Les promete una recompensa. Una tarde libre o un trozo de queso o lo que sea. El servicio la escucha atentamente, formando un corrillo a su alrededor. Después, cuando advierte de que vamos a recibir visitas y le indica a Donata que tenga todo el té posible preparado, una góndola con un par de agentes llega a la residencia. Son dos. Dos agentes y el comisario, al que le encanta verse involucrado en las fechorías de las que son víctimas la alta sociedad.

—¡Buenos días!

Siempre habla así, a gritos, como si diera indicaciones a un pelotón muy numeroso e intentara que hasta el que está más lejos pueda escucharle. Muy derecho, con la barbilla alzada y los brazos en jarras, con las botas altas y el uniforme demasiado estrecho. El comisario Costa no es muy inteligente, ni muy ágil de mente, pero creo recordar que alguien mencionó que había batallado en una guerra y que había cometido una temeridad heroica. Que había salvado a dos o tres compañeros. Y que eso, cuando se retiró del servicio, le había granjeado buenas y ventajosas amistades, además de un conveniente puesto en la guardia.

—Aquí está, señorita Fanucci. No se levante, por favor. Debe estar usted todavía en un estado de nerviosismo que no hace conveniente que esté mucho tiempo de pie.

De todas las cosas estrambóticas que pasan durante el carnaval de Venecia, que un tipo entre en tu dormitorio no es lo más extraño que podría ocurrirme. No me levanto. Mi hermana, que está sentada a mi lado, me da un par de palmaditas en la mano y luego me mira y asiente con el ceño fruncido, como si intentara insuflarme valor. Con suerte, si creen que todavía estoy demasiado afectada se vayan antes.

SiennaWhere stories live. Discover now