Capítulo dos.

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El olor tan dulce como amargo de los cafés que llevaba la muchacha en la mano era lo característico del momento. El bullicio matutino le sonaba exactamente igual al mismo que el día anterior, y que el anterior, y que el anterior.

Su mente seguía vagando en la situación de la noche pasada, aquella sensación aún le recorría la espina dorsal en forma de escalofríos. No recuerda muy bien qué pasó después, sólo notó una punzada en el lateral de su brazo derecho, pero al mirar no tenía nada.
No le había comentado nada al señor Blythe, no creía que tuvieran la suficiente confianza y mucho menos quería convertirse en algún tipo de carga para el mayor.

Nuevamente la impecable blancura estalla contra sus ojos, dándole todas las pistas sobre que ya había llegado a la oficina; obviamente con sus olvidanzas habituales.

 
— Aquí tiene, señor Blythe.-  Comentaba mientras el vaso de café reposaba sobre la mesa, donde lo había dejado segundos antes —. Buenos días, por cierto.

— Buenos días, ¿compraste el tuyo? —. Dudaban aquellos ojos verdes, casi imposibles de ver a través de las gafas con tinte azul, tomando el vaso entre su palma. La morena afirmaba con un ligero movimiento de cabeza y un fugaz sonido proveniente de su garganta. Una vez había alcanzado la carpeta que descansaba sobre su escritorio personal, se dirigió hasta la mesa impropia, donde comienzan a discutir sobre la agenda del día que se les venía encima.

Empleados, superiores, becarios y un montón de papeleo, así se pasaba el día, o todos, la verdad.  La rutina se volvía casi aburrida llegados a un punto, sus compañeros seguían sin tragar del todo la personalidad espontánea y característica de Neera, excepto por el subdirector.

La voz cálida y calmada de Blythe la había sacado de su pequeño trance, en el que seguía recordando el suceso del día anterior una vez más. Notó la mano adversa pasar por su brazo derecho, justo en el mismo lugar donde había sentido el pinchazo, sufriendo un dolor repentino en la zona.
De forma inmediata ambos se apartan del otro, cubriendo la zona con su izquierda, como retorciéndose por el dolor.

— ¿Qué sucede?

— No sé, me duele —. Se levantaba lentamente de la silla, apartando al mismo tiempo su palma, viéndose una tenue mancha rojiza en su camisa de botones.- Iré al baño.

— Claro, ve. Cualquier cosa llámame.

Asiente casi huyendo de aquella escena, yendo lo más rápido que sus finas piernas le permitían para que nadie la viera. Una vez que cruza la planta consigue llegar al aseo, donde se encierra una vez está segura de que estuviera todo desocupado.

Las paredes grises marcaban el cambio de estancia. Las luces encima del gran espejo del lavamanos se reflejaban en la pieza de mármol blanco.
Desabrocha un par de los primeros botones mientras se mira en el espejo, bajando la manga de su camisa blanca lisa, intentando ver por el hueco del cuello de la prenda lo que pudiera alcanzar de su brazo.
Una gran bocanada de aire llena de sorpresa inunda su rostro, sus labios color carmín se mantenían separados y cubiertos por su mano libre, mientras que su ceño se llenaba de arrugas que mostraban aún más su sorpresa.

En su brazo había unas manchas azuladas, como si intentara pasar entre sus venas, saliendo todas desde un punto central, donde más le dolía.

¿Qué coño es esto?

Sus pensamientos estaban desordenados, descolocados, llenándose paulatinamente de caos. Sus orbes color café viajaban desesperadamente por el baño, acabando por entrar a uno de los cubículos para sentarse en la tapa del inodoro.
Otro pinchazo se adueña de su dolor, tomándolo y llevándolo hasta su brazo, haciendo que la morena se levante y vaya lo antes posible a revisar su brazo. Por lo visto aquellas marcas no estaban entre sus venas, ¿Por donde está yendo? , se preguntaba mientras observaba como el tono de su piel en todo el dorso de su brazo se tornaba a tonos azules y violáceos.

'Oh, ¿Es muy doloroso?'

Aquella voz ya la había escuchado antes. Su piel se erizó como si el pelaje de un felino se tratara. Levantó la vista para mirar el espejo, deseando en aquel el mismo segundo no haberlo hecho. Una sombra se encontraba en el mismo cubículo en el que ella estuvo pocos segundos atrás. Haciendo caso omiso a su cuerpo y a sus emociones, se giró con intenciones claras de enfrentar al 'intruso'. Pero se resignó a una extraña sorpresa. No había nada.

Una mano hizo de su posesión la mandíbula de Neera, haciendo que se girara por completo para volver a ver su reflejo en el espejo, viendo una vez más aquella sombra. Esta vez era distinto, veía claramente un rostro, unas manos, un cuerpo. Sus ojos casi no creían lo que estaban procesando. Era el joven en prácticas con el que había tropezado al llegar a la empresa. Aquel joven apuesto y que ni siquiera le contestó.

'Pensé que alguien como tú intentaría hacer algo más.'

Las palabras resonaban en su cabeza, pero el joven de cabellos oscuros que la tenía casi amordazada no movía en absoluto los labios. Él se deleitaba con la escena, observando la expresión en el rostro de Neera, que poco a poco se volvía más fría, sin perder esa pizca de temor.
No es hasta un par de segundos del cambio de expresión que el muchacho se mueve.
Se acerca al rostro de la más baja y roza su piel con su puntiaguda nariz, sonriendo prácticamente sin darse cuenta al sentir los pulmones de la morena llenos de aire, había aguantado la respiración como aguante para el estrés que le causaba aquella situación.

En ese mismo instante los plafones parpadean, dándole paso a la muchacha de cabellos castaños para defenderse. Sus blanquecinas manos casi volaron hasta tomar el brazo de su oponente, agarrando el mismo con fuerza mientras intenta hacer un segundo movimiento, pero en poco menos de un segundo, lo que tardó en cambiar el peso de su cuerpo a la otra pierna, el cuerpo del muchacho había desaparecido entre sus manos, dejando atrás una tenue niebla oscura.

'¿Qué?'

Sus orbes buscaban con miedo y desespero el cabello oscuro de aquel individuo. Las luces seguían parpadeando unos segundos más, sin dejarse ver nada más del joven.
Una vez más el dolor en su brazo la hizo volver en sí, mirándose en el espejo. Las marcas azuladas estaban volviendo al punto central, desapareciendo poco a poco hasta que su brazo volviera a la normalidad.

No tardó más de un minuto en abandonar la estancia, buscando al subdirector Blythe lo antes posible. La expresión de su rostro mostraba la incomodidad de aquella situación, también el mal momento que era. Su mente estaba desorientada, ella misma lo estaba. Tardó un poco en llegar hasta la oficina, donde su superior le esperaba, con el rostro propio delatando su preocupación.
Al ver la cabellera oscura de la novata entre los cristales de su oficina, se despega de su escritorio para ir en su busca.

— ¿Estás bien? - Preguntaba con un tono agradable y preocupado, acariciando con lentitud la espalda de su subordinada —. ¿Necesitas algo?

Su mente no daba abasto, no sabía cómo procesar lo que acababa de pasar, ¿Habrá pasado de verdad o sería el efecto del cansancio acumulado por las interminables noches de trabajo? No sabía de qué manera interpretarlo.

Acabó por sentarse en su silla, sin responder al señor Blythe en ningún momento, quien había dejado un vaso de agua sobre su escritorio.
El rubio había tomado su silla y la había llevado al escritorio ajeno, hasta poder estar al lado de la muchacha, estando aún preocupado por ella.

— Necesito saber si estás bien, Neera. Que obviamente no lo estás, pero hasta que no hables no puedo hacer nada.

El hombre suspiraba, algo estresado al no obtener respuesta de la morena, mientras que su paciencia se iba mermando poco a poco.
Sus oscuras esmeraldas estaban clavadas en la joven, esperando una respuesta. Cansado de aquella situación, decide llevar su diestra hasta el brazo izquierdo ajeno, siendo esta atrapada en el proceso.

Hubo un silencio casi aterrador. Neera tenía la vista fija en su mesa, con su mano izquierda tomando el brazo del subdirector, sin decir ni una sola palabra. El joven no había llegado a tocarla.
Por el otro lado, Blythe estaba asombrado por los actos ajenos, nunca se había comportado así, mucho menos con él.

— Déjame ver las cámaras de seguridad.

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