—¿No estás mintiendo? —pregunta perezosamente soltándome de su agarre.

Por encima de mi hombro logro ver cómo sus ojos se cierran.

—No, solecito —trago grueso—. Yo nunca te mentiría.

Cierro mis ojos con fuerza cuando susurro esa última frase, sintiéndome la peor persona del mundo porque ya lo he hecho. Le he estado miento por mucho tiempo y él lo sabe, pero siempre fingió creerme.

Salgo apresuradamente de la habitación y al cerrar la puerta dejo apoyada la cabeza sobre la madera tomando grandes bocados de aire.

¿Por cuánto tiempo más seguiremos con esta mentira?

Siento una mano sobre mi hombro que me obliga a girarme y al hacerlo unos brazos me reciben en un fuerte abrazo, atrayendo mi cuerpo hasta chocar con su pecho. Una de sus manos soba mi espalda mientras la otra acaricia mi cabello.

—Todo va a estar bien, Ellie —la voz de Klaus llega a mis oídos—. Él es un niño maravilloso y va a salir de esto, ya verás.

Desearía que eso fuera lo único que me preocupara.

Asiento repetidas veces estando entre sus brazos para luego de un tiempo, minutos quizás, alejarme y pasar mi mano por mi rostro, alzo mi vista y lo encuentro observándome con una pequeña sonrisa.

—¿Mejor? —pregunta y yo solo puedo asentir.

—Gracias por eso —digo refiriéndome al abrazo.

Niega con su cabeza mientras su cuerpo se inclina hacia mí y susurra en mi oído:

—Siempre que necesites un abrazo no dudes en pedirlo —me guiñó un ojo antes de alejarse y quitarse la gorra de la cabeza.

El sonido de unos pasos acercándose a nosotros hacen que mi cabeza gire hacia un lado para ver con claridad a la persona o más bien a las personas que caminan por el pasillo. Cuando mi mirada se topa con la de mi madre llega de forma inmediata el recuerdo de la conversación con Ben y es casi imposible que no vuelva a sentirme como antes.

—Olivia y yo ya nos vamos, el doctor dijo que no nos dejaran ver a Benjamín hasta mañana —es lo primero que dice al estar frente a mí—. Deberías hacer lo mismo.

Su mirada pasa de mí a escanear a Klaus de pies a cabeza, la mueca de desagrado en su rostro es imposible de ocultar. A su lado, tía Olivia se mantiene en silencio observándome con seriedad.

Trato de calmarme para no hacer ningún otro espectáculo, así que actuando como la persona más serena del mundo doy dos pasos hacia mi madre y le susurro las siguientes palabras en el oído importándome poco que otras dos personas nos estén observando.

—No podemos seguir ocultándole a Ben la muerte de Mara —artículo encontrando las palabras correctas para decir—. Debemos hablar con él.

Mi madre, haciendo lo opuesto a lo que esperaba que hiciera, chasquea su lengua y se aleja de mí.

—No es el momento para hablar de eso, Ellen. Él no tiene por qué saberlo —cuando creo que mi madre no puede decepcionarme un poco más dice cosas como estas.

—¿Cuándo será el momento, mamá? Prolongarlo solo hará que duela más —intento convencerla, pero por su rostro no cruza ningún atisbe de estar considerando la idea.

—Haz lo que quieras, Ellen, porque de mí no saldrá ninguna palabra sobre... —la voz de mamá se corta ante de sacudir la cabeza—. No le diré nada, fin del tema.

Es lo último que dice antes de agarrar el brazo de tía Olivia y seguir de largo hasta desaparecer al final del pasillo. Cierro mis ojos ante la frustración para entonces negar con la cabeza y apretar mis puños.

La lista de los Corazones RotosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora