Y yo no lo pongo en duda.

—Estoy cansado de dormir —logra decir luego de un rato sentándose en la cama.

Sus ojos dejan de observarme y se dirigen a Klaus, este movimiento lo hace al menos unas dos veces para entonces decir:

—¿Quién es él? —trato de contener una risa al ver cómo su ceño se frunce

—Hola, amigo —Klaus toma la iniciativa comenzando a hablar— Mi nombre es Klaus. Es un gusto conocerte. 

Los ojos de Ben se abren con sorpresa y me observa como si no creyera en lo que Klaus acaba de decir.

—¿Cómo santa Klaus? — es imposible que de mí no salga una gran carcajada al escucharlo decir eso.

Los ojos de Ben brillan expectantes en la dirección de Klaus, quien se ha quedado mudo ante su pregunta.

—Solecito, creo que él no se refiere a ese Claus, sino a... —intento explicarle, pero me interrumpe.

—¿Existe otro santa? —me pregunta confundido y ahora soy yo quien no sabe qué decir.

Alguien que me explique cómo este pequeño niño de tan solo nueve años se las ha apañado para dejarnos sin palabras. Solo puedo observar a Klaus, que tiene una gran sonrisa en su rostro, esperando a que diga algo.

—¿Sabes que, Ben? —exclama Klaus sentándose a su lado— Sí, como santa Klaus. ¿Qué te parece eso?

Mi mano cubre mi boca para no dejar escapar ninguna otra carcajada.

—Eso es genial, muy genial —ríe, emocionado para entonces comenzar a toser.

Mis alarmas se activan y me muevo con rapidez hasta alcanzar un vaso con agua y darle de beber. Paso una de mis manos por su espalda tratando de aliviar la tos, la cual cesa unos segundos después.

—Él me agrada —susurra en mi oído para que solo yo pueda escucharlo.

—A mí también —susurro imitando su gesto. Mi confesión parece divertirle, ya que sus labios se curvan en una pequeña sonrisa mientras me observa.

Su mirada se dirige a Klaus y le indica con su dedo índice que se acerque a él, lo cual hace de inmediato. Ben pone una de sus manos sobre su oreja y le susurra algo que no soy capaz de escuchar, pero que hace reír a Klaus.

Pasamos unos cuantos minutos más haciéndole compañía hasta que llegó el momento de dejarlo descansar, Klaus fue el primero en salir de la habitación mientras yo ayudaba a Ben a recostarse en la cama, para luego dejar un beso sobre su frente. Cuando estaba a punto de alejarme su mano alcanzó mi brazo deteniéndome.

—Ellie... —me llama

—Dime, Ben.

—¿Dónde está Mar? —estaba a punto de abrir mi boca, pero continúa hablando—. No me mientas, Ellie, por favor. Sé cuándo lo haces, tu labio inferior tiembla cada vez que dices algo que no es cierto.

Mi respiración se corta y no soy capaz de girarme. Su mano, que aún sostiene la mía, me da un suave apretón invitándome a voltear, pero no lo hago. Si me giro mi labio temblará y sabrá que estoy mintiendo, así que estando a espaldas, dejo escapar un pequeño suspiro y hablo:

—Mara... —carraspeó mi garganta al sentirla seca—. Mara, tuvo que irse de viaje por unos días, solecito, fue algo muy rápido y no pudo despedirse de ti, pero volverá pronto.

Las palabras queman mi garganta al dejarlas salir de mi boca. En tan poco tiempo han sido tantas las mentiras que han salido de mí, que ya no me sorprende que las diga con facilidad, lo peor de todo es que no sé por cuánto tiempo más tenga que mantener este secreto que terminara por explotar en cualquier momento.

La lista de los Corazones RotosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora