Capítulo 4.

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Evan Black.

Puedo decir que he estado esperando este momento por mucho tiempo, que me resulta difícil procesar que es real.

¿Cómo puede ser posible que alguien que nunca he visto provoque este sentimiento dentro mío? ¿El amor a primera vista si existe?

Doy por hecho que sí. La mujer que se encuentra en mi cama abrazando mi almohada es la prueba de ello.

Muerdo mi labio reprimiendo las ganas de gritar como loco porque al fin tengo a mi mate conmigo.

No tienen la menor idea todo el tiempo que he esperado por solo verla, al menos, y ahora que está aquí me doy cuenta de que jamás podré dejarla ir. Tu alma gemela es lo más importante para un lobo, por esa razón muchos se suicidan por la desesperación de no sentirla/o. Yo nunca perdí la fe, me aferré, aunque sea la mínima esperanza que tuviera.

Suelto un suspiro de alivio.

Días, semanas y meses valió la pena esperar cada maldito minuto. Muero por ver sus ojos, por oír su voz y sentir su cuerpo, me trago la desesperación que estoy empezando a notar.

Tranquilo Evan, todo a su tiempo.

Armándome de valor me aproximo a donde ella se encuentra. Luego de cambiarme por ropa seca, o sea mi pijama, que consiste en un pantalón corto y en cuero me acuesto a su lado, sintiendo como su calor toca mi brazo, provocando un cosquilleo por mi cuerpo. Oigo que ella suelta un suspiro como lo he hecho yo hace unos minutos y se acerca más a mí haciendo que mi corazón de un vuelco.

Podría morir así.

Envuelvo mi brazo en su pequeña cintura y escondo mi rostro en la esquina de su cuello, aspiro su delicioso olor y siento mis ojos cerrarse lentamente. Después de mucho tiempo podre dormir en paz.

No sé que hora es o cuando tiempo me dormí. Me despierto cuando escucho un pequeño quejido y su cuerpo removerse, ya despertó. Parpadeo dos veces y mis ojos permanecen abiertos para ver cuál es su siguiente movimiento, su cuerpo se tensa cuando la acerco más a mi pecho. Estoy en alerta por si acaso.

—Quieta.

—Suéltame — pide o más bien demanda. Que tierna. Su dulce voz me provoca sonreír, es de esas voces que te tranquilizan — Oye.

—¿Qué, ma belle? (Mi bella)

—¿Puedes soltarme?

¿Liberarla de mis brazos? No quiero hacerlo, me gusta como estamos. Su trasero se mueve haciéndome gruñir por lo bajo.

—Si te suelto, ¿No te vas a ir? — le pregunto tratando de no pensar en su cuerpo debajo del mío.

—No.

Inseguro la libero y rápidamente se pone de pie. Puedo sentir su mirada en mi rostro, escaneándome. Escanea todo lo que quieras belleza.

—¿Qué hago aquí?

Su pregunta tímida y temblorosa me hace verla, me encuentro con unos preciosos ojos cafe me observan confundidos y extraños, sonrió de costado viendo como sus ojitos brillan.

—Dormir — le respondo divertido incorporándome. Al sentarme puede tener una vista perfecta de mi trabajado abdomen y mis brazos, mira ambos detenidamente —¿Ya terminaste de repasarme?

Se sobresalta y sus ojos vuelven a mi perfecto rostro.

—No te estaba...yo.

—Tranquila. No estés nerviosa Ma belle. Puedes mirar todo lo que quieras, todo esto es tuyo.

Serie Almas Gemelas: Ellos Where stories live. Discover now