Capítulo 4

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Respiró entrecortadamente. Sudor escurría por su rostro. No, no era sudor. Ese líquido tibio que goteaba por su rostro, que escurría por su mano derecha cayendo al piso, era sangre. La veía con sus ojos, brillando bajo la luz de la farola, manchando su camiseta del uniforme, la cual terminaba pegada a su torso, dejando que cualquier persona pudiera ver sus pectorales marcados. Pero eso no era lo importante. Su cuerpo estaba completamente manchado de sangre. Mientras caminaba, paso a paso, el sonido húmedo de sus zapatos resonaba en la noche estrellada.

Sus ojos se mantenían un poco apagados, cubiertos con mechones que anteriormente habían sido rubios y que ahora fueron ocultados por el líquido rojizo que caía de su rostro.

Era una imagen completamente grotesca. Sin herida alguna, caminaba lentamente, empapado en sangre, con sus labios apretados, sus ojos sin brillo y su cabello cayendo hacia adelante, húmedo por la sangre que había caído sobre él, como si se hubiera duchado en sangre.

Pero aquello no parecía importarle. Seguía caminando. Apretaba las manos temblorosas. Las venas se marcaban bajo su piel bronceada, brillosa por la sangre misma que quedaba a la vista por el mismo brillo de las farolas, de la luz lunar.

Parecía sacado de una película de terror.

Detuvo sus pasos en la entrada de un parque. Giró su rostro, mirando con cansancio la fuente que había en el centro. Con manos temblorosas, fue desabotonando su camiseta rasgada, dejando al aire su cuerpo atlético, entrenado, con pequeñas cicatrices marcadas en su espalda.

Tirando la camiseta al suelo, metió la cabeza completamente en el agua, apoyándose en la fuente con los brazos, dejando las marcas de sangre en la piedra fría.

Sacó la cabeza de un tirón, sintiendo como el agua caía ahora por su rostro, eliminando completamente la sangre del mismo y haciéndolo respirar profundamente.

Vaho escapó de sus labios, formando una pequeña nubecilla que se perdió en la noche, seguida de otras tres.

Se sentía liberado.

No, ¿en que pienso?

Pronto, su mente fue llenada con los recuerdos del sangriento momento, de los quejidos, de los gritos y el olor a sangre llenando sus fosas nasales y él nunca se detuvo. Sin misericordia, solamente siguió con aquel trabajo desmembrando a aquella mujer, destrozando su cuerpo como si solamente fue un animal y él disfrutara con aquello.

¡Bluagh!

No pudiendo mantenerse recto, dejó que sus piernas fallaran, que no sostuvieran su cuerpo y pronto un hediondo olor llenó el lugar. Unos segundos y había echado todo aquello que ingirió a lo largo del día sobre el suelo del parque. La papilla amarillenta incluso manchó sus ya húmedos zapatos del uniforme.

¡¿Qué he hecho?!

Con lágrimas en el borde de sus ojos, el joven apretó los labios con fuerza aguantando completamente el llanto. ¿En que se había convertido? ¿Qué era ahora? ¿Un asesino? ¿Un...demonio? No parecía estar ligado a lo que él estaba haciendo, pero desde que Rias Gremory lo había reencarnado en su sirviente, él solo había asesinado a cuatro personas en Kuoh actualmente, todas ellas con alas negras como la misma noche y en ningún momento sintió misericordia por ellos. No sintió compasión. Podía decir...que sintió placer por borrar del mundo a aquellos seres desquiciados.

Se sentía aliviado.

Pam

Con fuerza, golpeó el suelo con su puño derecho. Pronto, la sangre comenzó a aparecer sobre sus nudillos destrozados, esparciéndose por el pavimento. No le importaba el escorzo, la carne destrozada. ¡Quería dejarse de sentir bien por asesinar!

El Rey de los HéroesWhere stories live. Discover now