Prefacio.

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¿Cómo destruyes a un monstruo sin convertirte en uno? Winter llevaba días haciéndose esa pregunta de la que no tenía respuesta porque sabía que en el fondo no quería saberlo o, más bien, porque ya tenía la respuesta y no quería aceptarla: no se puede. "Se necesita a un monstruo para destruir a otro", había escuchado una vez decir a alguien.

Ella había sido buena toda su vida y, aún así, aprendió a la mala que ser buena no bastaba, que la gente no se tentaba el corazón o que la vida no era menos dura basada en qué tan bien te hayas portado. Era lamentable, pero cierto.

También, otra idea que no sabía hasta qué punto era cierta, le rondó todos esos días que cruzó el espeso bosque directo a la Ciudad de Cumbria, la mítica capital de Macrew. Y es que ella no estaba segura de que él fuera un monstruo.

Él. El hijo de Nefertari, la reina de los Dotados. Había convivido con Alexandret durante demasiado tiempo, solía cuidarlo mientras sus padres hacían misteriosas reuniones y también, a veces, espiaban para enterarse de qué hablaban. Aprovechándose de esa confianza, Nefertari le había hecho algo muy malo. Había, y sin exagerar, arruinado su vida en cuestión de segundos, así que su mente vengativa juró tomar represalias contra Alexandret, tratando de convencerse de que lo merecía, pero lo cierto es que Winter no estaba tan segura.

«Se necesita a un monstruo para destruir a otro», se repitió mentalmente. Y si eso necesitaba su corazón para obtener la paz, si eso necesitaba su mente para obtener cierta calma, entonces estaba dispuesta a hacer sangrar su conciencia hasta que se callara, a silenciar su parte buena para que su venganza pudiera ser consumada. Estaba dispuesta a convertirse en un monstruo para destruir a Alexandret. Dispuesta a hacer lo necesario para vengarse y ponerle fin a la dinastía Elvish.

La dinastía ElvishDonde viven las historias. Descúbrelo ahora