Prólogo

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Era de noche cuando nos sacaron de la cama a gritos y empujones. Llovía a cántaros y el rugir de los relámpagos retumbaba en eco por todo el Internado. Muchas de las nobles estaban asustadas y se mantenían juntas en grupos de hasta cinco o seis, como si ese hecho fuera a protegerlas de cualquier mal que se aproximara. Muchas de ellas nunca habían conocido la violencia. De cierto modo, me compadecí de ellas.

Era difícil caminar por los pasillos oscuros y ahora estrechos por la multitud. Había mucha agitación, chillidos y gritos. Me era difícil concentrarme.

–¡Muévanse!–ordenaban los caballeros.

Me puse en puntas y aproveché la luz de otro relámpago para buscar a Fernando entre el mar de cabellos multicolores y cascos plateados. Pero era inútil. No tenía ni la menor idea de dónde estaría él. La marea de gente me arrastró y, cuando menos me di cuenta, ya estaba a punto de caer por las escaleras.

Descalzas, sin cofias y en camisón de tela casi traslúcida, reunieron a todas las nobles en el patio central en orden alfabético. Y yo, al tener el apellido Aranda, fui de las primeras en la fila al matadero. ¡Joder mi suerte!

Poco a poco todo el Internado fue vaciado y nos separaron en dos grupos: las nobles del lado derecho y las monjas del lado izquierdo. En la segunda fila de las monjas identifiqué a la hermana Mariam, quien yacía encogida con las manos cubiertas con guantes y los ojos cerrados, murmurando quizá una plegaria.

Minutos más tarde, los caballeros nos rodearon y, en el medio del patio, se posicionó la Madre Eleonora junto con su séquito de locas. Podía verse en su retorcida sonrisa la satisfacción que le provocaba la eficiencia de los soldados y el temblor de las jóvenes. Apreté la mandíbula. Esa mujer sin duda estaba dispuesta a encontrar las evidencias necesarias para hacerse del poder.

–Se dice que las brujas se manifiestan cuando caen lluvias torrenciales. – comenzó a decir la Madre Eleonora. – Y estoy segura que entre ustedes hay varias de esas sucias adoradoras del diablo.

–¡Esto es inaudito! –alzó la voz Fátima. –¡En cuanto mis padres se enteren...!

–Todos los nobles del país están ahora al servicio de la Santa Inquisición–le interrumpió la Madre Eleonora sin alterarse–Y eso incluye a su familia, señorita De la Rosa.

Fátima apretó los puños y frunció el ceño. Por primera vez en meses, sentí admiración por ella por atreverse a levantar la voz pese al miedo y la incertidumbre.

–Ahora, señoritas–continuó su teatro la Madre Eleonora–¿Quién de ustedes será la primera en revelar su verdadera y monstruosa identidad?



"Lo que se queda en Santa Coleta, se queda en Santa Coleta..."

Bienvenidos a "Entre espinas negras y pétalos blancos" (#EENPB)

Novela escrita por Nayeli Cerón

Portada diseñada por Karla Iturbe

Serie en Youtube filmada por David Monfil de Estudio Meztli

**Todos los derechos reservados, 2023**

Entre espinas negras y pétalos blancosNơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ