CAPÍTULO XLII

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El viaje de vuelta a la tierra le había ido bien a mi hijo y una vez comprobé que todo había salido bien, me dirigí a la puerta y le dije al esclavo que aguardaba le digiera al señor Athan que ya me iba. La verdad era que echaba de menos caminar por las calles del infierno donde la mediocridad, la malvad y la mezquindad se podían oler al instante. Pese a que había un trensjurh, es decir la camilla que se usa como transporte, parada en la calle, decidí hacer el trayecto andando y así poder pensar con tranquilidad. Tanto mi padre como Alex habían estado muy raros antes en el salón del trono y no tenía ni idea de por qué, supongo que sería el hecho de acabar de conocerse y haber viajado de un mundo a otro, luego al volver se lo preguntaría a Alex. Llegué a unos de mis sitios favoritos para encargar esclavos. Era una especie de portal donde algunos de los seres infernales que trabajaban allí tenían el don de atraer a la gente cruel de la tierra y una vez en el infierno convertirlos en esclavos, me encantaba ese lugar siempre tenían a las victimas perfectas. Justo en ese momento estaban haciendo una especie de subasta por las nuevas adquisiciones y yo me acerqué a inscribirme.

- Buenos días, me gustaría participar en la subasta.-Dije en un inferkos exquisito-.

- Me alegro por ti paga y a la cola como todo el mundo.-Dijo el hombre con desprecio-.

-A caso sabes quién soy, podría hacer que te exiliaran en un pestañeo. Tendré que llamar a Athan, mi padre.

-¡Oh! Sí es nuestro señor I, lo siento muchísimo. Cómo compensación, llévese a quien quiera completamente gratis.

-Eso está mejor, muchas gracias. Venga conmigo.

-Sí señor.

Entramos al edificio y nos dirigimos a donde tenían "expuestas" a las nuevas adquisiciones, eran todas fabulosas, había un poco de todo desde hombres de clase media alta hasta muy pobres e igual con las mujeres. Yo escogí a tres mujeres de cabellos largos y de colores completamente diferentes: Una rubia, una morena y una pelirroja. Las tres eran muy esbeltas y una parte de mi sintió pena al ver esos cuerpos y almas vestidos con harapos sucias y mugrientas. Lo primero que haría sería hacer que las lavaran y vistieran, les daría de comer y después todas caerían una a una. No solía hacerlo pero sentí la necesidad de echar un vistazo a los esclavos varones, iban todos harapientos e indignos menos uno por extraño que fuera y me acerque para ver la razón de semejante error. Cuando le reconocí sentí que se me iba el aire y me costaba respirar no entendía que hacía el aquí pero una cosa me quedo claro, lo sacaría de ahí como fuera.

-¿Vicente? ¿Qué haces aquí?

-Sé que dije que le olvidaría, pero no pude hacerlo y recordé lo que usted nos contó de este sitio.

-¿Y creíste que me encontrarías aquí antes de que te esclavizaran? ¡Estás loco! ¡Podrían haberte matado!

-Lo siento mucho mi señor, pero sabe que haría cualquier cosa por usted.

-Está bien, vamos a sacarte de aquí, ven conmigo.

-No mi señor quiero quedarme contigo hasta que volvamos los dos a la tierra.

-Está bien... Sígueme.

El hombre que iba conmigo nos esperaba en un trensjurh junto con las otras esclavas y al vernos se extrañó ante el comportamiento que tenía con Vicente ya que él jamás sería un esclavo, no si yo podía evitarlo.

-Mi...Mi señor está usted bien, no le habrá hecho nada este esclavo. ¿Verdad?

-Para empezar estoy perfectamente gracias, Vicente es un buen amigo que hice en mi estancia en la prisión, así que trátalo como si fuera tu superior que es lo que es.

El diablo, yo y una copa de vino (A LA VENTA EN FÍSICO)Where stories live. Discover now