CAPÍTULO TREINTA Y TRES

Start from the beginning
                                    

—Hey —se quejo ella. —¿Desde cuando no compartes?

—Desde que Minerva es mía.

Wow.

Wow, wow, wow.

¿Acaba de decir lo que creo que acaba de decir?

Antes de que pueda responder nada, Pierce mete la cabeza de su polla dentro mío, haciendo que automáticamente me tensione.

—Relájate —susurro, con los ojos entrecerrados. —Estas muy mojada, joder —dice, mirando allí donde nuestros cuerpos se unen.

Y Pierce no es Pierce si no me hace gritar como posesa, es por eso que antes de decir un: "no lo hagas", el malditamente lo hace.

—Por Dios, Minerva..., si —jadea él, sus manos firmemente presionadas en mis caderas, sosteniéndolas en alto para su comodidad. —No puedo esperar, demonios, que contigo no puedo ir lento —dice, antes de hacer sus caderas para atrás y dar una fuerte estocada dentro.

—Pierce... —gimo, poniendo los ojos en blanco.

Y no supe si gritaba de aquella manera por dolor o por placer. 

Talvez era por ambos. 

Y en el momento que él comienza con el vaivén de sus caderas, cuando comienza con su dulce tortura, yo pierdo mi norte y mi sur, así como también cualquier cosa que tenga que ver con el presente, con el futuro o el pasado. Por que él tiene el poder de hacer eso, de hacer desaparecer todo lo que está a mi alrededor.

Cuando tengo a Pierce cerca, no puedo siquiera pensar, porque él logra consumir todo.

Él me consume.

Y quiero dejar que me consuma, quiero perderme en él, fundirnos como si fuéramos la misma cosa y es en ese momento que me doy cuenta, una vez que sus ojos se clavan en los míos, cuando nuestras miradas quedan enganchadas, que quiero lo que él quiera darme y entiendo también que si esta es la única manera de poder tenerlo, lo haré, porque quiero sentirlo, quiero sentir que me consumo, la libertad de fingir que todo lo puedo, la libertad que siento cuando él me mira como soy.

No soy solo Minerva Wilson, soy también Annalise Bonheur.

Y él lo sabe.

Y él me acepta con toda esa mierda que llevo detrás.

El pensamiento de aquello me golpea tan inesperadamente que la respiración se me agita, pero nada tiene que ver con lo que estamos compartiendo. Mis ojos ahora están cargados de miedo y él logra ver eso, el malditamente logra ver atreves de mi y se acerca, pasando su enorme brazo por mi cintura para acercarnos más, como si aquello fuera posible.

Su frente se pega a la mía, antes de dejar un beso en mi nariz dulcemente.

—Te tengo, Minerva —susurra en mis labios. —Te tengo, douce...

Y así, señoras y señores, es como Pierce logra llevarme a un orgasmo maravilloso.

—Eso es preciosa, siento como me aprietas, como me engulles —dice él, sin dejar de follarme con fuertes estocadas, sin dejar de mirarme a los ojos. —Eres tan malditamente increíble, eres..., Minerva eres maravillosa.

El orgasmo pareció ser interminable, aún más cuando sentía a Pierce palpitar en mi interior, los espasmos de mi orgasmo obligando al suyo propio.

Nuestras respiraciones se encontraban agitadas, así como también nuestro cuerpo estaba lleno de sudor.

Nos quedamos unos cuantos segundos en aquella posición, él todavía dentro mío y su frente unida a la mía. Mis manos se encontraban encerradas en su cabello, no queriendo que se aparte.

Pecado con sabor a chocolate [+21] ©️ LIBRO 1Where stories live. Discover now