Capítulo 1. La llegada

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-Tengo una pregunta para vosotros, si ibais a mandar a vuestra hija a un internado en la otra puta punta del país, ¿para que tenéis hijos?

-Astrid por favor, hemos tenido esta conversación más veces de la que me gustaría – se quejó mi madre

-Ya bueno, pero es que yo sigo sin entenderlo porque ninguno se dignó a responder una pregunta tan simple como es esa

-Astrid tú madre tiene razón, sabes perfectamente el motivo por el que estas aquí

-Si por existir porque otra cosa no – bufé

-Bueno vale ya ¿no? – dijo mi padre gritando

-Solo sabes darnos disgustos hija mía – se lamentó mi madre

-Mira que mi hermana se suicidara porque no os soportaba no es culpa mía, y si eso es lo que pensáis hacéroslo mirar – dije y baje del coche pues ya habíamos llegado al infierno

-¡Astrid ven aquí ahora mismo! – mi padre salió del coche corriendo y me cogió del brazo frenando mi marcha – Retira lo que has dicho ahora mismo

-Oh que, ¿me mandaréis a un internado? Ah no espera, que eso ya lo habéis hecho – me burlé

Era consciente que todo el mundo nos estaba mirando pero sinceramente me daba igual.

-Sabes perfectamente que tu hermana murió por causas naturales – escrutó mi padre cabreado

-Ah sí claro, porque tomarse dos botes de pastillas hasta reventar ahora son causas naturales – puse los ojos en blanco

-Astrid deja de montar otro numerito de los tuyos quieres, no llevas ni cinco minutos aquí y ya estas llamando la atención

-Ya bueno déjame decirte que me da igual que todo el mundo nos esté viendo, no soy como tú que escapa de todo lo que no tenga que ver con su trabajo o evitar que mama se acabé la bodega de vino que hay en casa, se nota sobre todo porque no notaste que tú hija de 17 años estaba tan en la mierda que prefirió suicidarse, pero eh para culpar a tu hija de 16 años de su muerte o de tratar de parecer una familia normal diciendo que murió por causas naturales bien que das la cara hijo de puta – dije furiosa

-Sabes que, pasó de esto coge tus cosas del coche porque tu madre y yo nos vamos ya

-Si eso, haz lo que mejor se te da imbécil de mierda, huye como el cobarde que eres – tras decir eso cogí mis cosas del coche asegurándome de haberlo cogido todo y entré al edificio bajo la atenta mirada de todos y sobre todo de un grupo.

-Vosotros que coño miráis tanto – dije pasando por su lado

Después de eso me dirigí a la que sería mi habitación y tras colocar las cosas cogí el paquete de tabaco y fui a los baños donde suponía que no habría nadie pero como supondréis no fue posible encontrar esa soledad. Al menos los chavales que había ahí también estaban fumando por lo que me ahorraría la pregunta de qué haces aquí con tabaco.

-Hombre pero si tú eres la que montó el espectáculo ahí fuera hace 15 minutos – dijo mirándome él chico más alto de los tres

-¿Algún problema con eso?

-Nono ninguno – dijo esta vez el bajito – ya me gustaría poder plantarle cara yo a mi viejo como hiciste tú

-Pues hazlo, nada te lo impide - dije encendiendo mi cigarrillo y llevándomelo a la boca

-Sabes que te puede caer un castigo de dos semanas de cuadra por estar fumando en el recinto escolar no – volvió a decir el alto

-Bueno hablo aquí la hermanita de la caridad, mira cariño no soy la única fumando aquí ahora mismo así que creo que a ti también te caería ese castigo – dije burlona

-Bueno y a ti como te llamamos, digo porque rebelde sin causa es un nombre un poco largo – hablo por primera vez el rizado

-Astrid y si era con una causa pero eso es un tema que no os incumbe

-Em bueno pues un placer Astrid, yo soy Cayetano, él Roque – señalo al bajito – y por último él Iván

-Pues fíjate que te pega más hermanita de la caridad eh – me burlé – bueno no puedo decir que un placer conoceros porque sería mentir, así que adiós – agregué cuando me terminé el cigarro

-Espera, ¿por qué fumas tan rápido? – preguntó Roque

-Vosotros fumáis por diversión o para disfrutar. Yo fumo para morir – y sin más salí de ahí en dirección al despacho del director

-¿Quería verme? – dije cuando entré

-Si Astrid, siéntate por favor, o quédate de pie si prefieres – dijo al ver que no me sentaba – he visto lo que pasó ahí fuera

-Usted y todos director

-¿Estas bien? – preguntó el tranquilo

-Si vamos, de puta madre, mi hermana muerta y mis padres deciden mandarme a un internado en la otra punta del país. Dígame usted director si estaría bien

-No la verdad, es totalmente comprensible que no lo estés, y es por eso por lo que quería decirte que si alguna vez necesitas hablar con alguien de lo que sea, puedes contar conmigo – dijo sincero

-Gracias, no es como si lo fuera a hacer porque mi padres te pagan mil euros para que les mantengas informados, pero se agradece de todas formas – dije tratando de no sonar borde

-Se nota que no estás muy cómoda con esta situación así que puede irte ya anda, ah y no se permite fumar dentro del edificio – dijo y no me sorprendió pues era inevitable que no oliera el aroma a tabaco

Salí del despacho y me dirigí de nuevo a mi cuarto para acabar de ordenar unas cosas y cuando entré me encontré a las dos que estaban con el trío fumeta del baño antes en la entrada

-Genial – murmuré

-Ey tú eres la del espectáculo de fuera – dijo una de ellas que por el acento debía ser cubana

-Hay que tener narices, le monto ese espectáculo yo a mi padre y me da una ostia como una campana – dijo la otra

-Ya bueno, la diferencia seguramente es que no puede hacerme nada que ya me haya hecho yo antes – dije quitándome el jersey para ponerme el pijama y dejando a la vista mis brazos llenos de cicatrices, al parecer no habían visto nunca lo que pasa cuando te cortas

-Eso son cicatrices de... - no se atrevía a terminar la frase la española

-Si cariño, son cicatrices de cortarme y ahora si me disculpáis buenas noches – dije metiéndome en la cama y apagando la luz por lo que no les quedó más remedio que echarse también.

Astrid en el Laguna NegraWhere stories live. Discover now