18. Adelfa juega con su nuevo amigo

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King estaba solo en el auto, había dejado a Boscha en un basurero. Condujo en un silencio irritante hasta la dichosa estación de servicio, ya desde lejos distinguía la silueta de Willow, encorvada en su postura natural mientras escondía su rostro debajo de la visera de su gorra.

Detuvo el auto frente a ella y bajó la ventanilla del conductor. Adelfa estaba jugando con una gargantilla entre sus manos. La baratija tenía atado un frasco verde, y el estratega notó que dentro de este había algo.

Se lo pasó sin alzar la vista, King lo tomó con bastante desconcierto y una pizca de desconfianza.

— Hazle llegar esto a los rusos. - dijo con una voz gruesa y baja. King asintió —. Y no te fíes de Codicy o Confirmación.

Quiso preguntar, pero sabía que en esa estación de servicio no era seguro, se limitó a asentir.

— La Nutria está bien, está a salvo.- la pelinegra asintió.

— Adiós. - se despidió, entonces King volvió a asentir y pisó el acelerador, volviendo a meterse en la ruta.

Miró el collar entre sus manos, para después guardarlo en el bolsillo de su pantalón de vestir y volver la vista a la ruta.

En la estación, Adelfa soltó todo el aire que retenía y se dió media vuelta para devolvese caminado hasta el hotel. Bien, una cosa menos, ahora solo faltaba…

De repente, frente a ella solo se encontraba la superficie frontal de la acera, y su mejilla estaba teniendo una hermosísima conversación con el semento de la calle. Se quedó en silencio petrificada, hasta que asimiló la situación.

¿Me acaban de atropellar?

Soltó un gemido lastimero mientras se volteaba de costado. La luz de las lámparas al frente le dificultaba la vista.

— Mierda… - se quejó cuando el hombro comenzó a punzarle. Se incorporó lentamente.

— ¡Joder! Lo siento, chica ¿Estas bien? .- un hombre se le acercó, Willow se volteó a verlo y distinguió un auto negro con los focos del tamaño de una pelota de básquetbol.

— ¡¿Qué ella es quién?!

La hermanastra de la niña que tú...

— Confirmación me engañó. - titubeó Boscha cubriéndose el rostro, no sabía si sentirse aliviada o querer llorar. De su boca salió una risa que rozaba la locura —. ¡La muy perra me engañó! ¡Y yo le perdoné la puta vida!

Del otro lado de la línea, Edric se estaba preocupando por la decreciente cordura de su amiga.

Oye ¿Estás bien?

— No puedo creerlo, mierda ¿Por qué no le disparé? .- reía la pelirosa al borde de una crisis —. Amigo, estoy tan muerta...

¿Pero qué dices?

— No lo entiendes, esa loca me va a asesinar, Edric. Me está cazando y yo no me daba cuenta. - de repente comenzó a tener miedo —. Joder, y tiene a Adelfa.

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