Capítulo XLIV: La voz

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Skylar

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Por un instante, fue como si todo a su alrededor sucediera más lento. Traian se mantenía en el aire por sobre la horda que reptaba y se arrastraba en dirección a los hogares de piedra que se encontraban más próximos a los límites de Gealaí. La cúpula por otro lado, se desintegraba cada vez más rápido. Un degrade de cristales de colores opalescentes caían uno a uno, mientras la cúpula se quebraba en ascenso y ahí donde los cristales tocaban el suelo, un grupo de peones desaparecía al tacto, pero aquello no implicaba una gran diferencia, puesto que el espacio vacío volvía a llenarse rápidamente por la horda que avanzaba.

En las lejanías, aún podía divisar a los jinetes y sus corceles sombra, cuyos ojos parecían gotas de fuego vivas y relinchaban con fiereza, llenando el aire con sus bramidos, pero hubo un sonido mucho más cercano y potente que resonó a sus espaldas en dirección a la mansión. Traian y Skylar fueron arrancados súbitamente de su estupor y cuando siguieron la dirección de aquel rugido, Skylar se encontró con unos enormes ojos color ámbar que reconoció al instante. Era Raoul, quien se encontraba en su forma de guardián revestido por la armadura que se había adaptado perfectamente a su cuerpo y sobre su lomo se encontraba Ragnor.

¿¡Qué están haciendo aquí!? alzó la voz Ragnor ¡En marcha! ¡Los llevaremos de vuelta a la mansión!

No Ragnor, no lo entiendes... respondió Skylar, quien previó la negativa antes de que esta brotara de los labios del inmortal, por lo que se apresuró a continuar— Nos encontramos con Carsten al llegar a los límites de la cúpula, pero escapó... No sé cómo lo hizo, todo sucedió demasiado rápido, pero creo que él provocó esto. agregó mientras hacía un gesto significativo hacia la cúpula— La horda solo eran peones cuando llegamos, como si todo hubiera sido un señuelo, pero ahora...

Sky supo que la preocupación en su voz había alertado a Ragnor de que algo más estaba sucediendo, algo mucho peor que la cúpula de contención cayéndose a pedazos y la horda de oscuros que se aglomeraba en el suelo, abriéndose paso hacia Gealaí. Ragnor dirigió su mirada al horizonte en busca de alguna pista y fue entonces cuando sus ojos reflejaron el mismo terror que ella misma experimentó en primera persona y a través de su vínculo con Trai.

Que Arael se apiade de nosotros...

Raoul gruñó con fiereza enseñando los dientes, de una forma tan gutural y amenazante que a Skylar se le erizó la piel, sus ojos ámbar parecían arder peligrosamente. Ragnor había palidecido notablemente y cuando sus ojos se volvieron a posar en los de ella, Sky se dio cuenta de que su propio miedo no se había encontrado infundado, sino todo lo contrario.

Debemos hacer algo para evitar que esos monstruos traspasen los límites Ragnor. murmuró Raoul en el idioma de los guardianes— Si los jinetes llegan aquí será el fin de Gealaí.

Ni siquiera yo puedo contener a doce jinetes sombra Raoul, mucho menos solo y observa a tu alrededor, son demasiados. argumentó Ragnor con un hilo de voz Lo mejor será evacuar Gealaí antes de que sea demasiado tarde.

Ante aquellas palabras, Raoul rugió con tal fuerza que Skylar creyó que el aire podría resquebrajarse al igual que la cúpula a sus espaldas. Sky sintió la imperante necesidad de hacer frente a aquel peligro que amenazaba al que era su pueblo, pero ¿Qué podría hacer ella?

Se sentía tan frustrada que el enojo amenazó con cegarla.

¿Por qué el fuego celeste la incentivó a llegar hasta ahí si al final no había podido hacer nada para remediar la situación...?

Fuego Celeste © [Pronto en Librerías]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora